Para muchos los comicios deberían ser ahora mismo para ahorrarnos la cantidad inmensa de exabruptos, descalificaciones y anuncios demagógicos que leemos o escuchamos a diario. Cada seis años los candidatos aspiran a reinventar México para al final de su mandato el ganador deje el país peor de como lo encontró, las pruebas son contundentes.

Grandes temas como el de la seguridad lo han trivializado, sabemos que no hay recetas mágicas aunque sí muchas fantasías y los debates han expuesto este punto; al final las ideologías no están presentes porque se han quedado como referentes, en ocasiones ni eso.

Tenemos un sistema de partidos, el pluralismo asentado aunque ello no ha significado precisamente una mayor calidad. Dejamos atrás el sistema del partido hegemónico evidentemente autoritario y la democracia sigue en construcción.

Aún se recuerda el año de 1988 con aquellas elecciones marcadas por el signo del escándalo, la inequidad y el fraude; cómo da vueltas la vida, porque algunos operadores de aquella gran farsa decidieron convertirse a otra fe política para mantener un discurso contrario al de aquellas fechas en que los muertos votaron, se incineraron boletas electorales para instalar la turbulencia.

Se cuenta ahora con el Instituto Nacional Electoral como garante para evitar actos aviesos, aunque la desconfianza es un virus difícil de combatir, vivimos una campaña polarizada tal vez como nunca en la historia reciente. Es casi un hecho que se registrará la alternancia en el poder, la correlación de fuerzas se modificará sustancialmente, el PRI tendrá un escenario complicado, el PRD parece enfilar a su ocaso porque las encuestas así lo marcan. No se trata de convertir las encuestadoras en oráculos aunque el diagnóstico prevé sendos fracasos para ambas fuerzas.

La seguridad hace agua en nuestro país, el robo a los trenes, ejecuciones, extorsiones no paran, huachicoleros al alza; lo cierto es que los candidatos no profundizan en el combate a la delincuencia. Ni Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade, Ricardo Anaya tocan ese punto ni Jaime Rodríguez, este último con anuncios y propuestas rústicas que parecen un chiste mal contado.

Los males del país están a la vista, en ocasiones parecemos vivir bajo un apocalipsis, en una pesadilla que no concluye porque se trata de las asignaturas pendientes, las llagas en el cuerpo social que no sanan porque no se atienden. Mientras la impunidad mantiene su empoderamiento prácticamente en todo el país, autoridades de todos los partidos no han estado a la altura del momento histórico.

Falta menos para las elecciones, quien gane asumirá graves compromisos que como tales debe tratar con valor y no con esa característica tan propia de los ganadores: la soberbia.

La historia nos ofrece muchos ejemplos de cómo terminan los soberbios, la literatura al respecto es abundante, por ejemplo, La guerra del Peloponeso o La Iliada. Son muchos los pendientes aunque también resulta abundante la demagogia, en fin el que gane encontrará un nudo gordiano que debe desatar.