El 14 de julio de 2017, se llevó a cabo un foro sin precedentes en la historia del estado de Sonora. Se tituló “Literatura y misoginia” y tuvo lugar en el auditorio principal de El Colegio de Sonora. Se me invitó a participar y envié un stand up comedy [comedia donde el actor interactúa con el público] que, solicité, fuera representada por la actriz Rosa Vila Font. El foro cerró con una denuncia de la poeta feminista Leticia Quiroz, que alguna vez fungió como “edecán” del Encuentro Internacional de Escritores Horas de Junio y denunció una serie de violaciones, acosos, violencia y hasta proxenetismo con jóvenes drogadas, que desencadenó otras confesiones de mujeres del público.

Los golpes

Dicho foro se trasmitió en directo por Facebook con una impresionante afluencia de personas de todo el mundo y esa misma noche se publicó en YouTube. De la confesión de Leticia rescaté estas palabras: “(…) además de tolerar los galanteos de los intelectuales locales —autoproclamados «poetas malditos»— éramos de «veme-y-tráeme»; conseguíamos desde coca colas, condones, medicinas para sus achaques de escritores comprometidos con la decadencia, drogas y solicitudes más viles (…)”.

Este video permaneció en línea un par de semanas. La académica y exfuncionaria Guadalupe Beatriz Aldaco Encinas forzó a El Colegio de Sonora, por la vía legal, a desaparecerlo, diciéndose “vejada” por mis chistes sobre su persona, que cuidé fueran ligeros por consideración a su condición de mujer. Su verdadera motivación, sin embargo, era ocultar la evidencia de los crímenes perpetrados por sus colegas.

Las estudiantes corean “¡si tocan a una respondemos todas!”.

Este mayo de 2018, Horas de Junio se llevó a cabo, como siempre en la Universidad de Sonora, sin una mínima amonestación por parte del rector Enrique Velázquez Contreras por los sucesos del año anterior. En respuesta, las jóvenes afectadas se manifestaron ruidosamente, sacudiendo botellas de agua, primero, al interior del auditorio donde se llevarían a cabo las tres primeras mesas, después afuera, donde padecieron el uso de la fuerza por parte de personal de seguridad.

Un tipo corpulento golpeó con la puerta a una joven con una larga trenza castaña que procedió a recordarle que la Universidad es autónoma. Ese mismo guardia se hizo a un lado para que Beatriz Aldaco asomara la cabeza, accionando la cámara de su teléfono celular en la cara golpeada de la chica, sonriendo burlona, y bajo la protectora axila de otro guardia. Por encima del hombro de Aldaco, asoma un hombre no identificado que señala burlón a las chicas. Posteriormente la mujer comenta con el guardia: “¡jijos, cómo apestan!”

Las chicas ignoran el insulto y corean: “¡No te vas a salvar, violador!; ¡si tocan a una respondemos todas!” Vuelta vocera oficial de los acusados, Berta Aldaco publicó en Facebook, a las 3 am, que las manifestantes habían descendido de camionetas blindadas y sin placas, lo cual, por supuesto, es ficción pura.

Guardias de seguridad de la Unison tratan de impedir las protestas.

Los acosadores

Durante el foro “Literatura y misoginia” se armó una extensísima lista de hombres relacionados con la Universidad y/o el arte que han incurrido en actos de violencia sexual. Durante esta edición de Horas de Junio circuló un boletín con la sentencia “Se buscan” que exhibe solo a siete de comprobada culpabilidad: Mariano Sosa (actor), Leonel López, cuizi (profesor externo), Carlos Contreras (estudiante de arte dramático), Manuel Carlos Silva Encinas (profesor jubilado de Letras Hispánicas), Sebastián Moro (alumno), Franco Félix (escritor) y Raúl Acevedo, siendo este el principal organizador del encuentro, el que manipula a las jóvenes que, como en su momento Leticia Quiroz, fungen como edecanes.

Mejor conocido como “Jeff Durango”, y muy querido por la comunidad literaria del noroeste de la república, Raúl Acevedo tenía —o tiene— un peculiar método para organizar las mesas de lectura. A mí me invitó a formar una mesa con “otras amigas que estén muy buenas” para ubicarlas en una mesa que visibilizara nuestras pantorrillas. Lo único que se ha logrado hasta el momento es que escritores asiduos de este encuentro se hayan retirado discretamente en apoyo a las denunciantes, a sabiendas de que sus ausencias son demasiado notorias.

Horas de Junio fue ideado por el poeta caborquense Abigael Bohórquez (1936-1995), que lo bautizó con este verso de Carlos Pellicer.  Su propuesta fue acogida por el antes citado Acevedo, el catedrático Francisco Luna Preciado y otros que de momento no figuran en la lista negra. Bohórquez soñaba con que los jóvenes escritores sonorenses tuvieran oportunidad de convivir con grandes plumas de otros rincones de la república, pero el poeta no tardó en ser descartado de su propio proyecto, que se adjudicó el grupo de poder en la escuela de Letras Hispánicas, que es donde más violencia sexista se ha reportado, y a un profesor acusado de violar y manosear a varias alumnas se le concedió una jubilación prematura.

Horas de junio no debe desaparecer sino retomar su espíritu original de genuina fraternidad y no servir de pretexto al consumo desmesurado de alcohol y drogas y, lo peor, el tácito permiso de “usar” a jovencitas aspirantes a escritoras que asisten a leer sus textos en público.

Guadalupe Beatriz Aldaco Encinas, académica y exfuncionaria (der), negó la conducta de sus colegas.