La patria exige reconciliación 

La prudencia es una fuerza capaz de dar

por sí misma al hombre la felicidad.

Platón

El proceso electoral de este domingo obligará al ganador a iniciar un proceso de reconciliación que la patria exige ante una de las contiendas electorales, no solo más reñidas, sino infames de la historia de nuestra nación.

Para cualquier diccionario de la lengua española, la primera acepción de esta palabra latina es “volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos”, y esas acciones serán, sin género de dudas, obligadas para quienes resulten ganadores de la contienda.

Pocos fueron quienes supieron leer que en el ánimo de la gente no está la diatriba, el denuesto, la falsa acusación o la celada; pocos fueron quienes entendieron que, en una sociedad sumida en la violencia cotidiana, la estrategia electoral estadunidense, efectista, maniquea, y pueril a veces, no rendirá los frutos deseados.

La gente, tanto del campo como de las ciudades, quiere, además de paz, justicia y la honestidad de quienes pretenden representarla o gobernarla; desterrar la crudeza de esa violencia criminal que se apoderó de la vida cotidiana y que se replica inmisericordemente en medios de comunicación tratando, con ello, de inocular la indiferencia como reacción al clima imperante de agresiones físicas y morales, pero no lograrán su cometido: la gente demanda una transformación pacífica de las instituciones de la patria y, consecuentemente, exige una reconciliación nacional.

Nuestra ciudad, que se pensaba ajena e inmune a la barbarie provocada por la guerra no convencional que el Estado mexicano decretó bajo los inicios del calderonismo en 2006, actualmente es epicentro de la estética del horror: hoy sus calles, plazas e hitos urbanos no están exentos de ser escaparates de destazados, encobijados y ejecutados, siendo el más dramático y nítido ejemplo de ello la dispersión de los “descuartizados” en nuestro emblemático puente vehicular de Nonoalco, otrora símbolo de la modernidad capitalina y recientemente convertido en “pudridero de la narcoviolencia”.

A esta ya de por sí violenta realidad de la capital del país, se sumó la encarnizada lucha electoral por todos los cargos de elección popular, cuyas campañas y debates no fueron ajenos a la estridencia, la infamia y las acusaciones en busca del “rating” más que del convencimiento electoral

Ello en nada abonará a recuperar la seguridad exigida por una sociedad ávida de una transformación profunda de la vida, en favor de la esencia misma del significado profundo del término reconciliación: es tiempo de “acordar los ánimos desunidos” por la contienda electoral; es tiempo de concordia política, de procesar diferendos en aras de la unidad nacional. Nuestro objetivo real debe ser la felicidad del pueblo mexicano y, para ello, como sentenció Platón: los triunfadores deberán ser generosos y prudentes para tener esa fuerza capaz de lograr el cometido supremo.