Cuando la política promete

ser redención, promete demasiado.

Benedicto XVI

A una semana de la elección presidencial, muchos de los protagonistas de la campaña electoral seguramente ya aprendieron, incómoda y hasta dolorosamente, cuánta razón tenía Winston Churchill cuando nos recordó que la política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra  se muere una vez.

Ha sido una campaña que, pese al modernismo del siglo 21, ha demostrado que muchas de eso que, los amargosos suelen llamar, “usos y costumbres priistas”, en más de un sentido en realidad forman parte de la idiosincrasia nacional, con sus matices regionales.

De cualquier manera, el próximo domingo iremos a las urnas, según los más optimistas, más o menos 65 millones de mexicanos, y  decidiremos quiénes queremos que nos gobiernen durante los siguientes seis años, la razón por la cual, más allá de lo que dicen aquellos fieles creyentes en el “destino manifiesto”, a quien esto escribe le parecen una falta de respeto a quienes todavía no emitimos nuestros  votos.

Ya escuchamos las narrativas de los tres candidatos que importan, porque el fantoche “independiente” no será ni siquiera anécdota electoral. Las narrativas están plagadas de promesas, porque de eso se tratan las campañas, de convencer a los electores de las bondades del mundo que cada candidato ha imaginado para los mexicanos.

Me resisto a aceptar el argumento que “este arroz ya se coció”,  insisto, por irrespetuoso a los votantes, pero también la narrativa de que todo tiempo pasado fue mejor. Y también es un insulto a los candidatos que en toda la república buscan el voto ciudadano para ganar diputaciones, federales y locales, senaduría, alcaldías y regidurías, amén de gubernaturas. A los nostálgicos, una advertencia: no es cierto, el pasado no fue mejor que el presente, sólo distinto. Eso es lo que no deben olvidar quienes abrazan el riesgoso camino de las fantasías políticas, porque el gobernar exige de una percepción clara de la realidad, aunque sea desde una perspectiva ideológica, pero realista.

La realidad nacional e internacional presentará novedosos retos para quien quiera que gane la elección del próximo domingo y empiece a gobernar a partir del 1 de diciembre.

Esa realidad no acepta fantasías, esa realidad es brutal, implacablemente brutal, expresada con cierta elegancia por el expresidente William Clinton, cuando dijo que “se pueden ganar elecciones con fantasías políticas, pero las naciones no progresan con fantasías políticas”.

 Jfonseca@cafepolitico.com