El presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, ha provocado diversas reacciones por sus múltiples declaraciones sobre el proceso electoral, demostrando en algunas su inexperiencia e inmadurez.

Córdova debió buscar que los ciudadanos organizados se incorporaran al proceso electoral, de una manera constructiva, de forma que quien representa la autoridad electoral tenga muchos auxiliares, y no que los confronte, como hizo cuando se lanzó en contra de los empresarios, a quienes acusó de enturbiar la elección.

La función de Córdova es vigilar los comicios, y en esa vigilancia están implícitos los principios de equidad, imparcialidad y objetividad, sin embargo, al parecer esta ardua tarea se le ha complicado y no siempre ha conseguido el éxito.

Aunque esto en realidad no es una gran sorpresa, recordemos su gran pifia de hace tres años, cuando Córdova se refirió en tono burlón a un abuelo chichimeca jonaz que, como otros adultos mayores de pueblos y comunidades indígenas, pedía representación legislativa. La cuestión no era para unas “crónicas marcianas”, como dijo la máxima autoridad electoral del país.

Después de la burla, una decena de organizaciones sociales y no gubernamentales, firmaron una carta para exigir su renuncia,  ya que trastocó la dignidad de los pueblos indígenas.

En esta ocasión, a pocos días de las elecciones, Córdova ha planteado escenarios complicados y especulativos que solo consiguen preocupar y polarizar a la población; una de ellas fue cuando dijo: “no quiero ser catastrofista, pero temo que va a haber dos candidatos que van a impugnar diciendo que hubo irregularidades graves y demandar la nulidad de la elección”.

¿Qué significan estas palabras de Córdova?, ¿pronóstico, escenario, especulaciones? Nada, se trata de conjeturas sin conocimiento suficiente.

Las declaraciones de Córdova fueron ilegales y especulaciones graves, en su momento atentó contra los principios que rigen el INE y que son garantes de elecciones democráticas.

Por otro lado, y ante estas declaraciones están los partidos políticos, que jamás dieron señales de aceptar rápidamente los resultados en caso de resultarles negativos. Y como ya es costumbre, al cierre de las urnas, esta tarde todos se declararán vencedores.

También está el peligroso discurso de algunos candidatos y sus colaboradores, ya que muchos hacen un llamado a la polarización y a la desconfianza, hablan del tigre y después del diablo.

El último mensaje de este calado lo envió la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, afirmó que ella no se quedaría con los brazos cruzados si se comete un fraude electoral contra López Obrador este domingo 1 de julio.

“Que no se atrevan a querer hacer un fraude, porque sí se van a encontrar con el diablo (…) No les vamos a permitir que nos hagan un fraude”, sentenció en una conferencia de prensa en el Senado.

Finalmente, están los llamados mapaches electorales. Estos andan sueltos desde hace varias semanas y forman parte de absolutamente todos los partidos, especialmente los que llegan en desventaja a la recta final de estas contiendas, tienen la misión de ganar ilegalmente los votos que no pudieron convencer en las campañas. La presencia de estos operadores electorales es altamente peligrosa, ya que su exceso pone en riesgo los mismísimos comicios, pues podrían ser incluso cancelados.

Así que grandes peligros enfrenta esta histórica elección.