Froilán Esquinca Cano
A lo largo de la historia, el desarrollo de los pueblos ha tenido diversas etapas. En nuestra nación hemos transitado por diversas formas de organización social, ciudades estado, reinos, imperios y repúblicas, hasta llegar al Estado moderno democrático al que aspiramos ser. Sin embargo, todas estas formas de organización social son susceptibles de vivir diversas crisis.
Las crisis de los Estados modernos generalmente encuentran su origen en la marginación, el abandono institucional y la indolencia ante la pobreza de una zona determinada. En nuestro acontecer nacional, tenemos varios ejemplos, uno de ellos, la sierra de Guerrero.
Quizá por su propia orografía, la sierra de Guerrero es una zona rica en recursos naturales, pero es en esta virtud donde también lleva su penitencia. El difícil acceso a este territorio ha tenido como consecuencia el desentendimiento y desidia de las autoridades, así como de los sectores productivos, tanto privados como sociales, generando condiciones de pobreza en la zona, e incrementando la concentración de la misma con el paso de los años, así como la migración hacia otros estados e incluso Norteamérica.
Sin embargo, esta situación no es nueva, es un fenómeno que la sierra de Guerrero ha vivido desde el Virreinato. Quizá por este motivo, este territorio ha sido escenario de grandes movimientos sociales de resistencia, convirtiéndose en el sitio propicio para el surgimiento de grandes caudillos y grandes delincuentes.
Desde épocas de la lucha por lograr la Independencia del Imperio español, con el propio general Vicente Guerrero, cuyo nombre recibió el estado como legado, hasta la organización de las policías comunitarias, con movimientos sociales sistemáticamente reprimidos que han manifestado un hartazgo, mediante la organización y autogestión
La evidencia clara de la marginación y pobreza en el país está reflejada en zonas de topografía accidentada, aislamientos geográficos y culturas identitarias que reflejan el México profundo que aún no ha sido patentizado en políticas públicas que representen alternativas articuladas para la seguridad en su pleno contexto del derecho humano y de la alimentación, la salud y el bienestar que deseamos todos los mexicanos. Una lucha por garantizar la seguridad de sus comunidades, seguridad que el Estado mexicano no ha podido garantizarles.
Es curioso que aquellos quienes no han contado con el talento ni la capacidad de implementar las políticas públicas adecuadas para garantizar la seguridad en un territorio, hoy acusen a quienes tuvieron la necesidad de suplir a las autoridades en las funciones que ellas mismas abandonaron.
La visión de seguridad pública utilizada hasta el momento no solo ha sido insuficiente, sino también deficiente, en los problemas, no solo del estado, sino de todo nuestro país. México debe focalizar sus acciones públicas hacia la construcción de ciudadanía, en la persecución de los objetivos de desarrollo sustentable, la política de seguridad de la nación mexicana debe atender cuestiones de seguridad física, sí, pero, también, de seguridad alimentaria y de seguridad del entorno. No debemos limitarnos a lo que hemos estado haciendo, porque llevamos siglos de hacer mal la cosas.
Si no se quiere que las comunidades y la sociedad en general asuman funciones propias del gobierno, necesitamos un gobierno que se comprometa de manera plena con la ciudadanía para que garantice todos los derechos y las condiciones, para que en conjunto con los sectores productivos privado y social, existan condiciones de equidad en cada rincón de este país.
Senador de la República por Chiapas



 
 