Escribí el silencio y escribí la noche

Arthur Rimbaud

Con un efecto visual oculto, Ortega y Gasset rescata una definición antigua para los libros que nos han marcado: de ver y andar, dice, llaman los árabes a los relatos que todavía nos cambian, transforman e iluminan nuestra vida… He vuelto a la República Checa, un par de veces, después de varias travesías por Viena, Austria, y una parada breve en Bratislava, que me han llevado hasta Praga. Ciudad mágica, que se ha desarrollado desde el siglo IX, convirtiéndose en una de las capitales más importantes de Europa en los siglos XVIII y XIX. Ahí descubrí las historias, el mundo y una de las casas de Franz Kafka, gracias a una narración de Milán Kundera, sobre el pasado y el presente glorioso de su patria. Kafka vivió casi 41 años (nació en 1883 en Praga y allí murió el 3 de junio de 1924). La casa Al Minuto o casa Minuta, en pleno centro de la plaza de la Ciudad Vieja, acogió a los Kafka entre los años 1889 y 1896. Todavía puede verse en la fachada un león símbolo y reclamo de un anterior establecimiento al de los Kafka, la farmacia del León Blanco. El 21 de octubre de 1913 —dice el escritor español Enrique Vila Matas— Franz Kafka consideró que ese día lo había desperdiciado. Llegó a su casa a las diez de la noche y anotó: “Día perdido. Visita a la fábrica de Ringhoffer, seminario de Ehrenfels, luego en casa de Weltsch, cena, paseo, y ahora, a las diez aquí. Pienso continuamente en el escarabajo negro, pero no escribiré”. Le perseguía ese oscuro —oscurísimo— insecto desde que un año antes escribiera La transformación (más conocida por La metamorfosis), relato que aquel 21 de octubre de 1913 llevaba ya inédito casi un año, guardado en un no menos oscuro cajón de su escritorio. Texto que se gestó a finales de 1912. Muestra cómo cambia la vida del joven Gregorio Samsa, un sencillo viajante de comercio, cuando al despertar una mañana tras un sueño intranquilo se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto. A partir de ahí, la novela cuenta el camino que sigue el protagonista desde que toma conciencia de su nueva situación, y cómo la asume también su propia familia, hasta su muerte y liberación que ésta supone para los que le rodean. Poesía y terror, en efecto. La forja de una personalidad, el “alma” a la zaga de las “formas”. Pero en Kafka cada palabra y frase es sorprendente y evocativa, que sobrevive al tiempo. Fue en 1925, cuando la Revista de Occidente publicó La metamorfosis en traducción atribuida a J.L. Borges.

Kafka no llegó a dar por finalizada ninguna de las tres novelas que constituyen su legado. Publicó siete libros: Contemplación, apareció a finales de 1912, aunque la edición está fechada en 1913, año en que se publicaron también La condena y El fogonero, que luego pasó a formar parte de El desaparecido, la novela que Brod tituló America cuando se editó en 1927. La transformación, más conocida como La metamorfosis y seguramente la más leída de todas sus narraciones, se editó en 1915. De 1919 son En la colonia penitenciaria y Un médico rural. Un artista del hambre se publica en 1924. ¿Qué más cabe esperar de un fascinante creador de mundos? ¿Qué más de un escritor que ha marcado mi vida? Que cada vez que vuelvo a Praga, a su obra, mi memoria recrea su vida, su tiempo y su espacio que vive en constante metamorfosis…

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