SEGUNDO AIRE

[ EE. UU. / Cuento ]

 

Por Talbert Josselyn*

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]C[/su_dropcap]uando Danny Darrell emergió de la oscuridad y se atenuó el zumbido que reverberaba en su cabeza, alguien estaba inclinado sobre él. Era un hombre de cara flaca y pelo gris. Danny no lo había visto nunca. Finalmente preguntó:

                  — ¿En qué asalto fue?

                  El hombre del pelo gris se rió un poco:

                  — ¿Asalto? Eso no fue boxeo. Fue todo seguido.

                  Danny frunció el ceño. ¡Un vivo! Siempre había algún vivo que quería colar algo después de alguna pelea.

                  — ¿Dónde está As? –preguntó—. ¿Dónde está Johnny?

                  —No hay ningún As o Johnny —gruñó el hombre—. Si son los que te apalearon, se han esfumado.

                  El ceño de Danny se hizo más pronunciado. ¡Este tipo era absurdo! ¿No podía decir algo que se le entendiera? Pero a Danny le dolía la cabeza como si le hubieran dado con un palo. Le dolía horriblemente por arriba. Pensó: así que era eso lo que se sentía después de un nocaut. Siempre había creído que el dolor sería en la quijada o en la coronilla. Nunca había sido noqueado en una pelea.

       Se miró las manos. Le habían quitado los guantes, y también el esparadrapo y las vendas. Y todavía estaba horizontal. ¡Diablo, debía de haber estado en blanco mucho tiempo! Butch York le había dado un buen guantazo.

                  Levantó una rodilla y emitió un gruñido de sorpresa ante lo que vio. En lugar del short tenía puestos los pantalones. Miró más de cerca. ¡No eran sus pantalones! Era una prenda barata de algodón. Sus pantalones eran de buen paño.

                  Se sentó con un esfuerzo.

                  —Eh —llamó en voz alta—. ¡As, Johnny! Recontra, yo…

    —Le dio un mareo.

                  El hombre de pelo gris lo sostuvo echándole un brazo por los hombros y le dijo:

                  —Tranquilízate. Cálmate, Bus.

                  Danny se quedó un momento callado. Cuando habló, dijo violento:

                  — ¿Bus? ¡Yo no me llamo Bus! Yo soy…

                  —Tú tienes una tremenda contusión en la cabeza —dijo el hombre—. Estos tres pícaros te cayeron encima.  Ahora…

                  Danny sintió que le retornaban las fuerzas. Apartó el brazo del otro.

                  — ¡Escúcheme bien! ¡Yo soy Danny Darrell! He sido campeón mundial de los medianos hasta ahora que me noqueó Butch. Y quiero la revancha.

                  —Se levantó tambaleándose—. ¡As, Johnny! Vamos a…

                  —Buen palo te han dado —dijo el hombre y añadió, casi como un monólogo—: El golpe te ha trastornado. Danny Darrell, el campeón de los medianos, murió hace años.

                  Danny se iba sintiendo más seguro sobre sus pies. Estudió al hombre, y el azul de sus ojos cobró el color del hielo. Sus anchos hombros se encorvaron sobre el pecho.

                  — ¿Qué es eso que ha dicho? —preguntó lentamente.

                  —No es nada, Bus —dijo el hombre, tranquilizador—. Dije simplemente que Danny Darrell lleva muerto mucho tiempo.

                  Danny encorvó los hombros aún más. Con los puños a nivel de la cintura, dijo con voz cargada de amenazas:

                  —Con que esas tenemos…

—Sí —dijo el hombre—. Cuatro… cinco años. Murió en un accidente de automóvil la noche misma en que Butch York le ganó el campeonato.      

                  Danny dio unos pasos, diciendo:

                  —Conque muerto en un accidente…

                  Tenía alguna dificultad para caminar. Se miró los pies, y sintió como si un cuchillo le atravesara el pecho. No estaba sobre la lona de un cuadrilátero. Caminaba sobre arena suelta y hojas de color pardo. Volvió la cabeza. Estaba al aire libre, en una arboleda por la que un sol poniente  filtraba débiles rayos.

                  Al descampado… y no en un coliseo. Era el crepúsculo, y la pelea había sido de noche.

                  Respiró hondo, y súbitamente lo acometió una risa abrumadora, inextinguible, que rayaba en la histeria. ¡Ahora lo comprendía todo! Salir de un nocaut es como salir del sueño de éter después de una operación. Todo es absurdo: la gente, los lugares, las cosas. No existían, y parecían existir. Este hombre con su pelo gris, los árboles, la arena y las hojas, la camisa y aquellos calzones que tenía puestos… todo era producto de su imaginación. Todo lo veía bien claro, y buen susto se había llevado. Pero ahora… Le volvió el ataque de risa.

  El hombre lo miraba fijamente y le hablaba:

                  —Vamos, Bus. Sube al carro, te llevaré al mercado. Después, si es necesario, te llevaré al hospital.

                  —Okey, dijo Danny. ¡Qué locura! En cualquier momento saldría de este marasmo y vería delante de él a As Gaffkey y Johnny Clare.

                  La última vez que lo vio fue cuando sonó la campana para el primer asalto.  Trató de recordar. Había algo que lo intrigaba. Ahora empezaba a verlo más claro. Había sido un comienzo muy rato para una pelea de campeonato. El árbitro había llamado a los dos contendientes, a su manager As y al de Butch, y en el centro del ring, después de darles las instrucciones, había dicho:

                  —Ahora quiero que salgan de sus esquinas al sonar la campana, se den las manos y comiencen a pelear.

                  Danny se quedó mirando al árbitro:    

                  — ¿Qué se trae usted? ¿Salir con la campana y dar la mano y empezar a pelear? ¿Está usted quemado? Yo siempre he dado la mano al terminar las instrucciones del árbitro, después he ido a mi esquina y al sonar la campana he salido a pelear.

                  El árbitro lo miró severamente:

                  — ¡Yo soy el árbitro, y la pelea será como yo digo!

                  Danny miró a As. As lo miró… o ¿lo había mirado? ¡Rayos! ¿No sería más exacto decir que había desviado la mirada? Trató de recordar. Y As se había apresurado a decir:

                  —Bueno, si así es como él lo quiere, supongo que así tendrá que ser.     

      As había sido el manager de Danny desde que Danny ganó en campeonato. Danny dijo que estaba bien.

                  Cuando sonó la campana, Danny giró en su esquina, y al hacerlo vio a As junto a los peldaños del ring. As miraba al árbitro. En ese momento Johnny, su entrenador y segundo, le gritó algo, muy excitado, pero lo que dijo se perdió en el estruendo de la sala atestada. Danny fue al encuentro de Butch, y ambos extendieron las manos para el toque de guantes.

                  Luego se hicieron las tienieblas. Algo había ocurrido en ese momento y Danny rezongó tratando de recordar. Le preguntaría a As Gaffkey tan pronto como lo viera. Y le preguntaría a Johnny.

                  El hombre que caminaba junto a Danny —es decir, el que parecía estar caminando junto a él— dijo:

                  —Aquí está el carro.

                  —Bien —dijo Danny, y cuando vio el carro, una ancha sonrisa se extendió sobre su cara. El carro era bajo y con suaves redondeces. Era como los que había visto en dibujos que así serían los carros del futuro. Justamente el tipo de carro que uno vería en sueños.

                  Se sentó junto al hombre de pelos gris. Por un cegador instante le pareció que el sueño se disipaba, al sentir el asiento contra su espalda como algo terriblemente real. Hizo un esfuerzo para librarse de aquella impresión. Cuando el carro de deslizó sobre sus ruedas, estudió la campiña. Vio verdes colinas cubiertas de árboles elevarse a distancia junto a la ancha carretera; la curva de una playa, y el mar azul a su derecha. “Muy bello”, dijo como para sus adentros.

                  El carro se detuvo en un gran mercado en forma de L situado cerca de un recodo de la carretera. Nunca había visto un mercado como ese —todo abierto al frente, con dependientes de blanco delantal que llevaban cestos de víveres y carnes a carros parqueados delante que eran tan bruñidos y de formas tan suaves como las del carro en que viajaba. Danny se sonrió. ¡Diantres, qué bueno está esto!

                  Se apearon y entraron en el mercado. Un dependiente miró a Danny, miró al hombre de pelo gris y exclamó:

                  — ¡Señor Gillis! ¿Qué ha pasado?

        —Le dieron un estacazo a Bus —dijo Gillis—Tres Vagabundos los asaltaron en uno de esos andurriales. Yo pasaba casualmente. Bus les estaba dando una pele fantástica y los habría pateado a los tres, pero cogieron palos y lo dejaron frío. Huyeron antes de que yo pudiera llegar Vamos a llevarlo atrás para lavarle la herida. Si el golpe es malo, lo conduciremos al hospital.

                  —Desde luego —dijo el empleado, y se condolió con Danny—: Mala suerte, Bus.

*Fragmento del libro 2 A puño limpio. La gran historia del boxeo (Almadía-Producciones El Salario del Miedo, 2018). Agradecemos a la editorial las facilidades otorgadas para su publicación.