Los fanatismos que más debemos temer son aquellos
que pueden confundirse con la tolerancia.

 Aunque para algunos, más de los que se cree, en palabras de “el primer morenista” de la república, este arroz ya se coció, me parece una falta de respeto que, sin que los ciudadanos de a pie hayamos acudido a las urnas a depositar nuestro voto, se dé por sentado que será para aquel que los ‘’predictores’’ de las encuestas han dicho que es el punto en la carrera presidencial desde al pasado noviembre.

Esa suerte de destino manifiesto, de cosa juzgada, sin embargo, ha propiciado que, primero, aquellos que hasta hace dos meses presumían sus imparciales análisis y sus imparciales diagnósticos sobre “la realidad nacional” se han decantado por el que presumen será el ganador de la presidencia.

Claro, como todo, le echarán la culpa de esta desvergonzada cargada al gen priista que, dicen, se nos inoculó durante setenta años de régimen de partido hegemónico, aunque casi la mitad de los mexicanos enlistados en el padrón electoral nacieran en las pasadas cuatro décadas.

Quienes, por sus propias y personales razones albergan en su corazón un profundo y casi patológico desprecio por el PRI, por los priistas y todo lo que se les parezca, ya no han tenido que fingir que son tolerantes. Cosas de la condición humana, nos dirán los más lúcidos de nuestra sociedad.

Nos dirán que siempre ha sido lo mismo, pero el hecho es que durante los pasados dieciocho años, importantes e influyentes sectores de la sociedad mexicana casi nos convencieron de que vivíamos en una sociedad plural, una sociedad en la cual coexisten pacíficamente todas las formas de pensar y, en la cual, por supuesto, se aceptan y toleran todos los puntos de vista. Eso, nos han dicho todo el siglo XXI, es la democracia.

Ah, pero vinieron las campañas, la siempre implacable lucha por el poder y al grito de ¡fuera máscaras¡ los más progresistas y liberales no aceptan que nadie disienta de lo que nos dicen que es la tendencia mayoritaria, la tendencia a favor de Andrés Manuel López Obrador.

Quienes no estamos de acuerdo con ellos estamos expuestos a todo tipo de descalificaciones. Eso no molestaría, porque quienes publicamos nuestras opiniones estamos expuestos a que nos critiquen ácidamente. Inquieta, sin embargo, que el sector que se autodesigna partidario acérrimo de López Obrador llevan las críticas a niveles de linchamiento social.

Y uno se pregunta, si eso hacen hoy, cuando todavía no ganan, ¿cómo actuarán si ganan? ¿Acaso pasado el fragor de la campaña recuperarán su habitual tolerancia?

 jfonseca@cafepolitico.com