Una vez más, violentando las reglas elementales de la diplomacia, el presidente de los Estados Unidos persiste en su actitud agresiva de expresar que México pagará por un muro divisorio entre ambas naciones en la muy extensa frontera que une y no divide a estadounidenses y mexicanos.
Recuerdo una colaboración anterior en nuestra querida revista Siempre! en la que manifesté que compartía el sentir, la indignación, la molestia de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas por las peroratas del presidente norteamericano en las que manifestaba exactamente lo mismo, por ello, hoy repito el título de ese artículo.
Es cierto que “la burra vuelve al trigo”, como decían las abuelas, porque en Estados Unidos están en puerta unas elecciones que modificarán los equilibrios en la Cámara de Representantes y de Senadores entre demócratas y republicanos y, que atacar a México le reditúa ganancias electorales al inefable Trump; circunstancia que de ninguna manera puede justificar su agresión verbal permanente en contra de nuestro país.
Tampoco puede explicarse como táctica de negociación para ablandar a la contraparte y aplastarla en vista del complicado proceso de renegociación o modernización del TLCAN, en el cual, ni México ni Canadá están dispuestos a firmar a cualquier costo. Y si bien es cierto que las posiciones xenófobas y racistas le conceden simpatías entre su electorado, otros sectores de la sociedad estadounidense, entre ellos, industriales, comerciantes y productores agropecuarios, han externado su repudio a determinadas medidas proteccionistas que les perjudican a ellos y a sus propios consumidores.
Por otra parte, el contexto político- electoral en que estamos inmersos, al parecer o no fue considerado o erraron en su lectura los asesores de la Casa Blanca, porque el resultado cierto será que unificará al pueblo en contra de los Estados Unidos y volverá a emerger el sentimiento antiestadounidense tan a flor de piel, que no hemos podido trascender. En este tema, estamos unidos.
Es conveniente recordar que tampoco ahora es la primera vez que se construye el muro, una buena parte de él se erigió en tiempos de Busch padre, y fue denominado el “muro de la tortilla“, pero fue costeado por el gobierno norteamericano. Se abandonó y solo se construyó parcialmente porque ni remotamente se cumplieron los objetivos de detener los flujos de migrantes y narcóticos. Lo único novedoso de ahora es la absurda, ridícula y risible pretensión de que lo paguemos. Por ello, los mexicanos y nuestro gobierno le decimos, otra vez, que no pagaremos ni un solo tabique.
En la admirable, por muchas razones, sociedad estadounidense, sus intelectuales y grandes estamentos de su población, existe solidaridad con nuestro país y repudio a las políticas del gobierno de los Estados Unidos. Están conscientes que los muros aíslan a quienes los construyen y finalmente terminan derrumbándose. A lo largo de la historia y de las civilizaciones, los ejemplos así lo señalan: las murallas de Troya, el muro de Adriano, la Muralla China, el muro de Berlín, por solo citar algunos.
Reiteramos, finalmente, el problema de nosotros y de ellos es Trump, él se tendrá que ir de la Casa Blanca. La vecindad entre los pueblos persistirá al final de los tiempos.