Por Luis Suárez*
[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]a actuación de la Selección Nacional de Futbol es la ocasión, así en derrotas como en victorias, para que ese grupo de mexicanos y la multitud que con entusiasmo o decepción, aliento y hostilidad está pendiente de sus pasos –o patadas- revelen, por la vía del deporte, el rasgo trágico que es la característica de la nación.
Vivimos en estos días de campeonato de futbol una verdadera catarsis que irá desde la tragedia “a la mexicana” con la posible glorificación, hasta momentos ridículos que pueden derivarse de ese ineluctable sentido trágico aplicado a cualquier desenlace. De antemano, los manejadores de esta situación, la mayoría verdaderos aprendices de psicología y pésimos practicantes de ella, han preparado las cosas para que los resultados transcurran entre ambos extremos. Después de todo, los once mexicanos de la “cancha” y los once de la banca, colocados en la cúspide del drama o de la alegría, de los severo o lo liviano, expresan en grupo selecto los rasgos del pueblo y de la nación a que pertenecen; quizá más acusadamente: por algo son elegidos. Y esto es natural, de igual manera que el equipo inglés manifiesta una conducta propia de los ingleses de Inglaterra. Poseídos de su papel, los seleccionados y sus dirigentes están convencidos que en su actuación va México de por medio. Es cierto que los resultados no determinarán la sobrevivencia de la patria; pero en gran parte lo que ellos creen –y la multitud cruel y versátil también- es verdad: lo que se juega en estos días es… México. Porque México, sus rasgos, esencias y estilos, llenan su actuación en el plano deportivo.
Así están seguros de que es investigadores tan acuciosos y experimentados como el Dr. José Gómez Robleda, ameritado maestro universitario y autor de ensayos básicos sobre “el mexicano” y su conducta; y el Dr. Alfonso Quiroz Cuarón, criminólogo, estudioso del carácter y de la conducta social, con quienes SIEMPRE! ha conversado la antevíspera de la gran patada inaugural.
-¿Cuáles son los rasgos de la personalidad del mexicano que se reflejan en el comportamiento de la selección mexicana de futbol?, hemos preguntado.
El evento deportivo –responde Gómez Robleda- es muy parecido a la prueba que los psicólogos llaman proyectiva: es decir, que revela los rasgos de la responsabilidad del sujeto. La prueba psicológica es individual. Ahora se trata de una prueba de grupo. En el deporte también, el rasgo más sobresaliente que exhibe el mexicano es el de su personalidad trágica. Por qué somos tan trágicos… pues quién sabe. Esto debe ser tan antiguo que una vez leí en el “Hoy” que dirigía su director, Pepe Pagés Llergo, una aguda observación de León Trotsky, cuando éste visitó el museo de antropología, y un reportero lo entrevistó. Dijo que las piezas arqueológicas que había visto eran lo contrario del arte clásico griego y latino, porque lo clásico greco-latino es belleza muerta, y lo mexicano es tragedia viva. Quizás eso tenga su origen en la Conquista española…
-¿Cómo se refleja en la actuación de los futbolistas mexicanos esa tragedia viva?
La actuación de nuestros futbolistas es la oportunidad para que se ponga de manifiesto ese rasgo trágico porque ellos son mexicanos y, por ende, esa es su característica.
-Pero, doctor, ¿y cuándo sólo es cosa de reírse?
Entonces eso nace también en la tragedia que se convierte en ridículo porque vemos que los demás se ríen de nuestra tragedia.
-¿Cómo se ha manifestado ese rasgo trágico en los preparativos de la actuación mexicana, hasta ahora?
En la actitud de los manejadores de la situación, quienes de antemano lo hacen todo en tal forma que ya anticipan la tragedia, tanto si vamos a perder como si no. Con la debida anticipación nuestros futbolistas y sus manejadores se fueron a Europa a hacer el ridículo. No pudo ser más trágico. Hicieron “tragedia mexicana” en vez de enfrentarse a las circunstancias con naturalidad.
-¿Y en qué consistiría esa naturalidad?
En que nuestros deportistas no deben pensar que son tan encontradas o tan importantes las diferencias que hay entre el rendimiento de un deportista o de un equipos seleccionados son muy buenos, y entre ellos el mexicano. Ganar o perder está en una proporción tan pequeña que cualquiera puede superar. Los mexicanos también. No es tan grande la diferencia, aparte de que intervienen muchos factores de azar.
-¿Qué hacer para despojarse de la losa…?
Si se pudiera apartar del estilo de vida mexicano se sentido trágico, los mexicanos podríamos progresar en esto del futbol y en muchos aspectos.
-¿En qué medida influyen en lo que pasa –por lo menos en cuanto hemos visto hasta antes del primer juego- el origen social de los miembros de la selección, muchachos de origen humilde que ascienden a una especie de estrellato?
Eso se juzga con un criterio de conjunto y con normas estadísticas que despersonalizan, como los estadunidenses hacen con el futbol americano. Ellos pesan a todo el equipo y obtienen el peso medio de cada jugador. Si tienen más kilos de carne que el equipo contrario saben que lo pueden vencer: carne contra carne. Desgraciadamente eso es algo deshumanizado, pero es importante. Detrás de toda la actuación está el antecedente de la vida social de la persona. Afortunadamente entre nosotros hay un largo antecedente de educación deportiva en los tiempos prehispánicos, tan grande como pudo ser entre los griegos, con rasgos religiosos y militares. Después los revolucionarios crearon condiciones de deporte para el pueblo, al fundarse muchos campos de juego y entrenamiento, pero sólo porque los pobres no lo tenían, y faltándoles, en cambio, la idea de ligar esa práctica a algo superior, como en la antigüedad. Ha costado trabajo convencer a los muchachos mexicanos que las instalaciones deportivas son de ellos. No basta con darles medios de entrenamiento, pero siempre es mejor que lo que sucede ahora: la comercialización del deporte que corrompe al deportista y al público, en la compra y venta de jugadores y cuanto de comercio opera en el trasfondo.
Sí -interviene Quiroz Cuarón- hemos pasado de la deidad olímpica al comerciante. Por eso, el Campeonato de Futbol es más comercial que la Olimpíada. En el futbol hay que tener muy en cuenta el origen social de los jugadores. El país que da más jugadores es el Brasil, país pobre. Para comenzar en este deporte basta con las piernas y un balón en el llano. En México el fenómeno se agrava porque, como dijo Gómez Robleda una vez, este es un país que no ha podido darse el lujo de tener una juventud. En México se pasa de la infancia a la adultez. Los niños pobres trabajan. En cambio, a los niños ricos se les prolonga la infancia. Los ricos, aunque crezcan sus hijos, siempre los tratan como niños.
-¿Y cómo se refleja eso en un equipo de futbol?
Ocurre porque todo viene de la pobreza— añade Quiroz Cuarón. En los equipos nacionales pasa como en el crimen: son reflejo de la sociedad. No es casualidad que un asalto tan perfecto como el del tren de Glasgow-Londres se cometa en Inglaterra, el mismo país en que Lord Mountbatten crea los comandos durante la guerra. Los comandos se aplican al crimen. El futbol es un invento inglés y refleja a la sociedad inglesa la forma de actuar de su equipo. Es tan propio el juego de equipo en Inglaterra como que se ese país fuera el primero en hacer la revolución industrial.
-¿Y qué pasa cuando un jugador mexicano que viene de los llanos se convierte en estrella, gana dinero, es famoso…?
Cuando son estrellas—puntualiza Gómez Robleda— en el box o en el futbol, nuestros deportistas ven que ha llegado la hora de la venganza de su clase y juegan como vengándose de los “juniors”.
-¿Eso es negativo o positivo?
Negativo, negativo — dicen al mismo tiempo ambos doctores—.
Y prosigue Gómez Robleda: Porque eso no es lo esencial del deporte, donde triunfa el conjunto y no la psicología individual.
Tal ocurre -continua ahora Quiroz Cuarón- donde hay pobreza. En donde se come bien se conserva mejor la esencia del deporte.
-¿Cuáles son los factores que influyen en el medio futbolístico mexicano tanto para el derrotismo más terrible como para la euforia más fácil?
En que no se piensa, como ya dije —recuerda Gómez Robleda— que las diferencias entre equipos no son tan grandes, y que tanto en la derrota como en la victoria hay un aparte de azar. Pero desgraciadamente predomina un determinismo psicológico derrotista. Si pierden creen que se hunde todo. Es la historia de nuestro país. Una derrota es como si se perdiera a la virgen y hundiera la patria. El día en que se logre modificar esa psicología México tendrá equipos deportivos muy buenos.
-¿Y qué pasa o va a pasar si México gana?
Es la catarsis- dice Quiroz Cuarón. Sería inútil como un lavado, una depuración del trauma… si se sabe manejar bien.
En México debería acabarse -habla Gómez Robleda- con la práctica terrible de la destrucción. Cada vez que un joven destaca en cualquier rama, su vida deja de pertenecerle. Debiera ser bien cuidado, porque es sugestiva para los demás. Pero en México se le destruye. Es que funciona la tragedia…
-¿Y si la selección mexicana pierde?
Otra vez la tragedia. Se agudiza el fatalismo– dice Gómez Robleda.
-¿Y qué opina usted del público?
El público es masa y como masa es cruel, agresiva, exigente. Es en gran parte responsable de que nuestros deportistas pierdan. La tragedia se complica con la sucia contaminación comercial.
Sí —añade Quiroz Cuarón– hay por ahí versiones de danzas de millones, y eso también afecta a los futbolistas.
-En fin: ¿la selección, a pesar de todo, representa a México en esta coyuntura?
¡Claro! A pesar de todo esa es una realidad matizada con todos los factores analizados. Es tan propia de México como la selección inglesa es de Inglaterra…
Entonces, concluyo, si gana, no estarán mal empleados los 15 millones 900 mil pesos gastados en su preparación. Y si pierde y se aprovecha, tampoco.
