Una brevísima obra de teatro que no es perfecta pero que en sí tiene mucho de aquello que a Victor Hugo (1802-1885) le animó a escribir: su profundo talento para captar la grandeza y el sufrimiento humanos. Ruy Blas fue escrita en 1838, casi treinta años antes de su gran novela Los miserables de 1862.

Retomó en ese momento de nuestra historia esta pieza porque está situada en la España de Carlos II, hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria, en la segunda mitad del siglo XVII. Una España que perdía su poderío en Europa a pesar de haber saqueado a América. Una España que dejó su huella en estas tierras de tantas maneras violentada y a la que heredó un régimen de corrupción y de clases.

La historia es breve: Ruy Blas, un plebeyo joven, pobre y de gran integridad moral se vuelve sirviente de un hombre poderoso que sufrió un ultraje a causa de la reina y ha jurado vengarse. Utiliza al sirviente aprovechando su necesidad, pero sobre todo, el amor que éste siente por la bella soberana. Gracias al secreto compañerismo que descubre que existe entre Blas y uno de sus parientes de alcurnia, venido a menos en su afán de vivir según su buen placer y su libertad, el hombre de poder manipula la situación hasta lograr que el joven sirviente, tomando el papel de su ilustre pariente se vuelva muy importante en la corte de la que, por lo general, el rey está ausente. Blas intenta evitar a la reina quien también se siente atraída por él. Finalmente la trama se cierra. El vengador reaparece. La reina acude al supuesto llamado de Blas de quien desconoce la humilde procedencia. Para finalizar su venganza, el poderoso le hace ver la bajeza del origen de su enamorado y le ofrece dejarla partir con él, pues su honor ya está manchado. Blas lo impide matando al verdugo. Pide perdón a la reina, quien en el momento no se lo concede. Él se quita la vida, pidiéndole regresar a palacio. Ella lo besa.

Este tema de la nobleza y altura de alma que no distingue orígenes sociales está también presente en otros autores franceses de más o menos la época: Alexandre Dumas y Stendhal, por ejemplo. En Ruy Blas el protagonista, además, acusa directamente a los nobles que gozando poder y riqueza se disputan entre sí con el fin de ganar aún más a costa de la Nación y de sus pobres. Terminaré con esta cita que retrata bien, mutatis mutandis, lo que aún sucede en nuestra joven y ya decaída democracia:

“Íntegros ministros, virtuosos consejeros, como los criados que se ocupan en saquear la casa de su amo moribundo, buscan ustedes la hora sombría para saquear la España que agoniza. Veo que el Estado sólo les inspira interés de llenar los bolsillos y huir después de robarle. […] ¿Aún quieren saquear más al pueblo? El pueblo hace veinte años que soporta enorme carga, para que ustedes se entreguen a los placeres y a la disipación; el pueblo ha pagado en esos veinte años cuatrocientos treinta millones; ¿quieren estrujarlo más todavía? Me avergüenzo por ustedes. El interior del reino se halla plagado de bandidos, que arruinan la nación y arrasan las cosechas, y cual si no bastase la guerra entre los reyes, entre los conventos y entre las provincias, cada ciudadano quiere arrebatar los bienes ajenos. […] La justicia se vende, el ejército no se paga, y nosotros, que vencido en dos mundos, apenas disponemos de seis mil soldados que andan descalzos. Pero, en cambio, abundan los pordioseros, los judíos, los bandidos que apenas anochece siembran terror por dondequiera”.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se atienda Ayotzinapa, trabajemos por un Constituyente, recuperemos la autonomía alimentaria, revisemos las ilusiones del TLC, defendamos la democracia y no olvidemos a las víctimas.

@PatGtzOtero