Las expectativas por el tercer debate presidencial se desinflaron en cuestión de minutos… más de lo mismo, propuestas poco claras, contradictorias, planteamientos malos, preguntas sin respuesta, ausencia de los ¿cómo? y ¿de dónde? obtener los dineros, descalificaciones, sin faltar, por supuesto, las acusaciones de corrupción entre uno y otro candidato por temas como los señalamientos a Ricardo Anaya por lavado de dinero; el otorgamiento de contratos de forma ilícita durante la gestión de Andrés Manuel López Obrador como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal (2000-2005); tráfico de influencias, contratistas “consentidos” como el empresario José María Rioboó; y a José Antonio Meade por haber ignorado, como secretario de Energía del panista Felipe Calderón, advertencias sobre la ilegalidad de un contrato firmado por Pemex y una empresa de Odebrecht.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional Electoral (INE) la audiencia en este tercer debate cayó, ya que el segundo debate tuvo una audiencia de 12.6 millones de personas mayores de 18 años, mientras que en el tercer encuentro la audiencia fue de 10.7 millones.

De ahí que Leonardo Núñez González, analista político del Tecnológico de Monterrey, señale que “si el tercer debate presidencial fuera una competencia y se tuviera que declarar un ganador”, declararía desierta la competencia. Ninguno de los candidatos de las coaliciones: Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador; Por México al Frente, Ricardo Anaya; José Antonio Meade, de Todos por México; o Jaime Rodríguez, el Bronco, el independiente, logró posicionarse como un candidato empático, claro, con ideas o perspectivas de políticas públicas.

Núñez González apunta que el priista solo se dedicó a señalar “todo lo que hizo Andrés Manuel en su época, en su gestión, como jefe de Gobierno del Distrito Federal, y poco habló de sus propuesta. Por el contrario, Anaya demostró que vive en las nubes al plantear que muchos de los problemas que tiene el país se resolverán entregando tablets, teléfonos inteligentes y poniendo Internet”.

“Es imposible declarar un ganador porque ninguno mostró elementos suficientes como para ser ganador de la contienda”, afirma.

El maestro en administración pública por el Centro de Investigación y Docencia Económicas aclara que las preferencias electorales no se mueven después de los debates, en el mejor de los casos lo que hacen es consolidarlas o, salvo cosas muy espectaculares, podrían moverse un poco, pero en este caso “dado el desempeño tan malo que tuvieron los candidatos en esta última oportunidad para buscar ganar puntos en las encuestas, así como demostrar que son la mejor opción para el electorado, y dado el nivel de preferencias con el que llegaron, lo que sucederá es que no se moverán y este debate será una anécdota más en la campaña”.

Leonardo Núñez González.

La ausencia del cómo

Apunta que la impresión que dejó el encuentro es que “tenemos a unos candidatos que claramente no están cómodos cuando debaten. Que pocas veces son capaces de enfrentar sus ideas y pasar del monologo al diálogo, eso ha sido el sinsabor de muchos ciudadanos y analistas. Si bien los tres formatos fueron muy innovadores, cada uno dio cosas diferentes, el primero permitió una participación de los periodistas por sí mismos; el segundo incluyó a la ciudadanía; y este último incluyó a periodistas y ciudadanía con las redes sociales”.

Aunque, eso permitió cierto dinamismo y  frescura, había preguntas muy bien planteadas, trazadas, tratadas, con mucho colmillo, sin embargo, la respuesta fue totalmente baja. En el caso de Andrés Manuel, es curioso cómo la respuesta para todo es la corrupción”.

Efectivamente “la corrupción es un lastre para la sociedad, entiendo muy bien este problema que aqueja al país, soy investigador de Mexicanos Contra la Corrupción, pero también uno tiene que reconocer que no es la respuesta para todos los problemas del país. Los candidatos no pudieron embozar ninguna idea, la pregunta reiterativa por parte de los moderadores fue el ¿cómo?, ¿de dónde saldrá el dinero?, ¿cómo se implementará?, y en ningún momento hubo una respuesta clara”.

En cuanto a las propuestas, explica que “el debate demostró que muchas veces las propuestas que están reflejadas en el papel ni siquiera están bien articuladas por los candidatos. Hubo varias preguntas, en particular de Carlos Puig, que señalaban o rescataban elementos de los planes propuestos por los candidatos, de los documentos que entregaron al INE, de acuerdo con sus plataformas de campaña o del proyecto de nación que tienen, en este caso de Andrés Manuel, leía frases muy particulares sobre propuestas específicas que ellos proponen: el ingreso básico universal de Anaya o los 500 mil millones de la corrupción de Andrés Manuel, y la pregunta era ¿cómo? Pero una vez más, no había respuestas. Hay una incertidumbre entre qué es lo que verdaderamente piensan o pensarían hacer los candidatos y qué es lo que nos dicen que harán en sus planes”.

El voto útil

Núñez González asegura que la expectativa generada no fue tanto por lo que pudieran decir los candidatos, sino más bien “la idea de la pelea por el segundo lugar y por el voto útil. Desde hace varias semanas corre, es de la opinión pública, se hacen columnas, en espacios de análisis, la idea de que hay un porcentaje importante en las encuestas de votantes que aún no revelan sus preferencias y se hace una presunción un tanto mágica, creer que el día de la elección esos votantes mágicamente decidirán ir a votar y decidirán racionalmente por el segundo lugar, en una especie de voto útil”.

Sin embargo —agrega—, “lo que muestran los números es que esa es la creencia desde el primer debate y está pasando algo que todavía no logramos explicar y entender a cabalidad qué es, las preferencias de Andrés Manuel no han dejado de crecer en ningún momento. Esa es una realidad, y el segundo y el tercer lugar se han metido en una pelea encarnizada. Vimos el intercambio de palabras entre Anaya y Meade, entre Anaya y Andrés Manuel, intentando posicionarse, pero a estas alturas de la carrera resulta ya poco fructífero, porque es enorme la brecha que hay entre uno y otro”.

Además, “no lograron hacer una diferencia, porque otra vez Anaya y Meade siguen peleando por el segundo lugar, pero sin dar una expectativa clara, de una propuesta diferente que no sea: soy el opositor a Andrés Manuel López Obrador”.

El analista político comparte el diagnóstico de que los candidatos se vieron cautelosos y sin fuerza para debatir, pues pesaron en ellos las acusaciones públicas: contra Ricardo Anaya por presunto lavado de dinero, el golpeteo contra Andrés Manuel con el tema de un pacto de impunidad entre él y el presidente de Enrique Peña Nieto, así como los señalamientos contra José Antonio Meade por el caso Odebrecht;  influyeron para que el debate no fuera explotado en su totalidad”.

“No hubo punch por parte de ninguno de los candidatos, porque el formato no lo permitió, era más para hablar sobre política, por eso no hubo tanto intercambio ni tantas réplicas de manera más libre como en los otros dos debates anteriores, pero tampoco supieron explotarlo, porque todos están atados. Ninguno de ellos puede hablar de corrupción, porque están igualmente flanqueados o abiertos a los ataques por la misma vía, por eso no lo aprovecharon tanto en el debate. No es la calidad del debate que uno esperaría, así como nadie tampoco pudo hacer una acusación demoledora porque todos tienen cola que les pisen”.

Se abarata figura de independientes

En cuanto a la participación de Jaime Rodríguez, el Bronco, el candidato independiente, el politólogo asegura que “abarata y pone muchas losas encima de la imagen de las candidaturas independientes, porque estamos, en primer lugar, ante la presencia de un candidato que se comprobó que hizo trampa. El INE acreditó financiamiento ilegal a su campaña, se detectaron irregularidades en la recolecta de firmas y, a pesar de eso, gracias a una decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial del Federación, logró entrar en la contienda”.

El Bronco es un candidato de ocurrencia que solo llegó a abaratar el ya de por sí descalabrado escenario político con propuestas que no tienen ni pies ni cabeza, que solo apela al chistorete. Además, muestra un espejo de un México del pasado que viene con ciertas cargas normativas muy extrañas sobre el conservadurismo hacia la familia, la política, la violencia; que se siga hablando de su propuesta de “mochar la mano”, habla del daño que le hace a la opinión pública su presencia como candidato presidencial”, apunta.

Nada está dicho

El maestro Leonardo Núñez advierte que aun cuando se diga que López Obrador, el puntero en las encuestas, ya ganó la elección del 1 de  julio o como dicen muchos: “este arroz ya se coció”, “no hay que hacer predicciones, porque como dicen los economistas: ceteris paribus,  es decir, si nada cambia hoy, el resultado sin duda sería ese, pero todavía pueden pasar cosas”.

“Las cosas pueden cambiar, quedan todavía 17 días de campaña. Los analistas de campaña dicen: lo que importa no son los debates, sino el día a día. Poder posicionar un tema en la agenda, poder aprovechar una coyuntura, pero si nada espectacular sucede, las cosas no se moverán, seguirán con la misma inercia con la que están hasta ahora”, dice Núñez González.