Leo Pies de Trapo. Un duelo por mi madre de Alejandra Atala (Secretaría de Cultura de Morelos, Porrúa, Universidad del Estado de Hidalgo, 2017). Sé que deberé retomarlo para leerlo con el lento silencio del corazón para entrar en sintonía con Pies de Trapo, con su carita y sus continuas caídas, con esa narración de la larga agonía de una madre que se va desvaneciendo mientras otra toma su lugar. Porque aunque la autora eligió hablar desde su posición de adulta le hizo gran espacio a la niña que fue, como si ante el dolor y la muerte resurgiera el ser infantil que su madre dio a luz una primera vez, al nacer, y otra vez al dejarla: “Me has parido dos veces: una para la vida contigo y otra para la vida sin ti”, se queja la niña. Todo es visto desde la mirada a veces triste, otras asombrada, otras dolorosa del personaje principal, mientras su madre, Carmen, está ahí viviendo su muerte y despertando las emociones, los sentimientos, los pensamientos de la hija. A veces aparece el padre en desconsuelo.

A diferencia del gran libro del mentor de la autora, Beber un cáliz, en el que Ricardo Garibay narra la propia muerte de su padre con un distanciamiento casi quirúrgico, Atala acude a una prosa poética, que me hace pensar un poco en la de Marguerite Duras, única que permite decir lo indecible sin dividir al sujeto del objeto ni al sujeto de sí mismo, pero también Atala se permite mezclar poesía, cuento, reflexión, todo lo necesario para recuperar por la palabra lo inefable de su experiencia única. ¿Cómo sino tocar el tema del sufrimiento de la carne de quien te dio tu carne y que se prepara para irse, para dejarte huérfana y recién parida en un mundo sin ella? ¿Cómo sino atreverte a plasmar en palabras lo que casi no puede decirse de tanto sentirse? Ese lenguaje invita también a recorrer de manera simbólica una Palestina no terrestre que la autora siente haber vivido: “Palestina ha sido ese viaje tan anhelado y sufrido, al que no fui. Pero fui, pues fue mi caminar por Palestina esa habitación, la habitación de Carmen, Karmel, su herida y su jardín”, lo que conduce a tocar otra diferencia insondable con Beber un cáliz, y por ello a una necesidad aún mayor de pedirle al lenguaje que diga lo que casi no puede hacer: el reconocimiento de la presencia de lo divino tanto en la agonía como en la muerte del 28 de enero de 2012. Pies de trapo no puede dejar de ver cómo mientras su madre es comida por el cáncer alguien en ella va naciendo: ella se va dejando habitar por el Otro, y eso se ve: “Tu tercer nacimiento. Héroe que de la Mano Bendita volviste a nacer. Y tu mirada; qué locura de inocencia, tu mirada”. El lento caminar hacia la muerte no es en vano, es un momento necesario, en su mismo dolor, que invita a la apertura de sí y a la aceptación de ser habitado por el Otro luminoso.

Cierro con esta cita para invitar al lector a iniciar su propia lectura: “Tiempos de Dios y en la enfermedad se manifestó. Cuánto ama a Carmen, Dios, que día a día fue haciéndola suya, en ese afán de devoración lenta que da albedrío a la amada para que por su venia fuera tomada”.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se atienda Ayotzinapa, trabajemos por un Constituyente, recuperemos la autonomía alimentaria, revisemos las ilusiones del TLC, defendamos la democracia y no olvidemos a las víctimas.

@PatGtzOtero