[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l escritor nómada, Jordi Soler, confía en su memoria para narrar momentos de su juventud en la plantación de café La Portuguesa, situada en la selva de Veracruz. A través de 12 historias plasmadas en Usos rudimentarios de la selva (Alfaguara, 2018), el también periodista -hijo y nieto de españoles emigrantes- rescata parte de su pasado de un territorio con reglas propias, rudas y primitivas.

“Una cantidad desmesurada de vida es lo que tiene esa selva y se necesita un cantidad similar de muerte, de cosas que se extinguen, que se echan a perder rápidamente”, comentó Jordi Soler en entrevista para Siempre! 

Para Jordi Soler, quien vive actualmente en Barcelona, ciudad que abandonó su familia durante la Guerra Civil, la violencia que vive México es una “violencia industrial” distinta a la que narra en su más reciente libro: “La violencia que azota a México es la del crimen organizado, de la que no te puedes defender porque no hay un código que te defienda de un señor que te pone una pistola en la cabeza y te pega un tiro”, indicó el escritor de dos libros de poesía y once novelas.

-En uno de los relatos describe las agresiones que sufrieron por habitantes de la región. Gritaban: “los güeritos de la plantación”, “los invasores”, “los españolitos de mierda”, “los putitos ricos”. ¿En algún momento de esa vida en la selva se sintió 100% parte del lugar o había algo que no le dejaba pertenecer?

Me sigo sintiendo parte de esa comunidad a pesar de que, desde hace muchos años, no estoy ahí. Se trataba de la violencia que era parte de todo el sistema, en esa selva era violenta la manera en cómo se comportaban la fieras, la manera en cómo se descomponía la comida. La manera dramática de cómo terminaba la vida de la gente que conocíamos. La violencia verbal no era únicamente contra los personajes de esta historia autobiográfica sino a cualquier otra persona. Así como a nosotros nos decían “los invasores” y “los españolitos”, a otros les gritaban otras cosa. Estas manifestaciones violentas contra nosotros me parece que eran parte de la violencia sistémica de la selva. Nunca se me ocurrió tomarlo de manera personal porque lo que había ahí era una violencia permanente del entorno.

-En México, ¿qué costos deben de pagar los migrantes? (españoles, chinos, los negros de Ñanga) 

No sólo en México sino en cualquier país, así funciona la sociedad. Las historias de los chinos y de los negros de Ñanga han tenido una curiosa lectura en Europa, aquí los miran como una parábola de la migración. Cuando el migrante migra se le integra de una manera curiosa, se le hace pagar. Los chinos llegan al puerto de Veracruz y lo primero que se les ocurre para integrarlos es ponerlos a trabajar. A lo largo de los años esta historia no llega tan lejos y lograríamos ver una familia de veracruzanos con rasgos “achinados” y esa sería la prueba que sus parientes terminaron adaptándose al pueblo veracruzano. De lo que tratan estas dos historias es una situación universal. La historia de la humanidad es precisamente la historia de unos migrantes que llegan a sitios y los van poblando, no es una cosa exclusiva de nuestro país. México comparte su estancia con los inmigrantes como cualquier otra nación, lo vemos todo el tiempo, los inmigrantes centroamericanos que tratan de entrar por la frontera sur y son tratados con la misma descortesía que reciben los inmigrantes mexicanos que tratan de cruzar la frontera norte hacia Estados Unidos. Son situaciones simétricas.  

-En el relato titulado Rencor detalla que a los ojos de las pobladores eran los “descendientes de Hernán Cortés”, “los conquistadores”, “los explotadores”. Los mexicanos estamos en constante competencia. Pensamos que todo nos pertenece y nos fue arrebato. ¿Esas características nos han convertido en un pueblo que está en contante guerra con los suyos?  

Aún cuando se trata de un libro cuya base es la memoria, es una memoria de décadas, no es una fotografía de los hechos sino una pieza desgarrada de lo que pasó aquí. Hay situaciones que pasaron a formar parte de la literatura. En primer lugar hay que decir que se trata de un ejercicio literario basado en la realidad y eso incluye la nueva jerarquización de esa realidad y también cierta hipérbole —exageración de las cosas—. Dicho esto, tengo que decir que nosotros (los personajes del libro: mi hermano y yo) en la fase de la historia de los niños, es un falso niño porque es evidente que es un hombre que la está contando. Esos niños son mexicanos, nacieron ahí, no comparten la extranjería que tenía su familia, aunque eran mexicanos, al venir de una familia que venían de otro país, son vistos como extranjeros. Una contradicción, incluso, en mi vida personal. Nací en México y viví ahí hasta los treinta y tantos años, me hice persona en México. Me considero mexicano; sin embargo, en ese episodio se ve todo el tiempo que la gente del entorno no lo considera así. Esto pasa con la migración de todos los países, el rechazo a lo que no es precisamente de ahí, que no se ajusta a las características de un territorio geográfico específico, ese rechazo sucede en todos lados. Tenemos el ejemplo de Barcelona y Catalunya, una reacción muy fuerte contra todo aquellos que no es catalán, derivado del proceso independentista. Aquí era México contra los españoles en donde la gente veía solo a unos invasores. Vemos a una sociedad muy cerrada en sí misma. Vemos un componente de discriminación y de asombro. En esas situaciones cuando el que agrede se pone a conversar con el agredido se da cuenta que está exagerando.


-En la selva se vivía más rápido. Los niños tienen al alcance el sexo, la violencia, el alcohol. ¿Cómo fue salir de la selva y situarse en la ciudad? ¿Cómo fue comer por primera vez en un restaurante, ir al cine?

No conocía otra infancia, la vida era eso. Tuve una infancia radicalmente feliz a pesar de las atrocidades que cuentan esas historias, son felices en la realidad que les toca vivir; tampoco era una realidad de guerra. Era un pueblo en donde los adultos calculaban que los niños tenían pocas posibilidades de tener una vida occidental. Nos llevaron a la Ciudad de México, una ciudad cosmopolita, en donde había escuelas y el encuentro con esta realidad fue asombroso, deslumbrante. No nos imaginamos que hubiera tantas cosas en el mismo planeta. En los años 60-70 no había los medios de comunicación que tenemos ahora, si vivías en un pueblo tu realidad era la de un pueblo, no había Google para ver cómo era París. De manera que nuestro encuentro con la Ciudad de México fue emocionante. No nos costó adaptarnos porque éramos muy jóvenes —los jóvenes se adaptan con mucha facilidad—, lo mismo me pasó en Irlanda y España; será porque vengo de una familia nómada y en esa época no me costó trabajo adaptarme a una nueva realidad.

-Su libro más allá de la narración, se huele, se come y se vive como si estuviéramos en la selva de Veracruz. ¿Cómo se logra eso?  

El libro es justamente eso, se usan historias como pretexto para recrear ese mundo. La gran historia de ese mundo es que huelan los olores, se perciba esa sensación de asfixia de aquella selva, que se sienta que la vida se descompone a una gran velocidad. Todo eso es la parte sustancial del libro, luego está esta vida muy viva que recorre el libro que está articulada por 12 cuadros que son la misma historia. La historia de un mecanismo voraz que es la selva. Una cantidad desmesurada de vida es lo que tiene esa selva y se necesita un cantidad similar de muerte, de cosas que se extinguen que se echan a perder rápidamente. Uno de los títulos de las historias es sobre el viaje que hacen esos niños al circo con el elefante, es un fuerza que absorbía toda la luz; es precisamente eso lo que sucede en el libro: hay una luz enorme que produce esa vegetación exuberante y un oscuridad angustiosa que se encarga de absorber toda esa luz.

-La historia titulada El Pájaro resultó ser para mí la más reveladora por su manera de contarla…

Todas las historias tienen un estándar de velocidad porque me interesaba representar en la velocidad de la prosa, la velocidad con la que se descomponía todo en ese territorio. La historia de El Pájaro es la más veloz de todas porque no tiene ni un solo punto, únicamente el punto final. Es una historia articulada a partir de las comas, esto da una gran velocidad de lectura que corresponde con la forma en que se van descomponiendo todos los elementos dentro de esta historia. La velocidad con la que se descompone todo está tocando fondo, incluso en el territorio de lo moral. La historia de fondo es que esa descomposición conlleva una descomposición moral igualmente agotante.  

“Caminaba por los pasillos del mercado, metiéndome entre las piernas de la gente y esquivando pilas de cajas de madera y alteros de frutas y de verdura, de cazuelas, de artefactos metálicos invadidos de óxido y de herrumbre, iba con los pies manchados por el lodazal que recubría el suelo y que estaba tachonado de vísceras, de restos largo y retorcidos de animal, de verduras en el límite de la putrefacción [ …]”

(El pájaro, página 129) 

-Aborda temas como la prostitución, la pedofilia, los asesinatos y la corrupción. Ahora que está apartado de México, ¿cómo ve desde la distancia la situación que atraviesa nuestro país? El Veracruz de Javier Duarte.

No estoy situado en el aquí y ahora pero no estoy alejado. En México viven mis suegros, hermanos y amigos, colaboro todas las semanas en un diario mexicano y leo rigurosamente la prensa mexicana. La visión que se tiene en Europa de México viene siempre sesgada porque lo que les interesa a los periódicos es la noticia más vistosa y siempre es la más violenta de todas. Conozco la realidad mexicana porque soy de ahí, la sigo cada día. Me parece que la violencia de la que se habla en el libro es otro tipo de violencia que la que sacude ahora en nuestro país, aquella violencia selvática era parte del sistema que hablaba al principio; un sistema violento por naturaleza y que reacciona siempre de la misma manera a tal grado que el titulo del libro Usos rudimentarios de la selva era lo que tenía que hacer esa familia para sobrevivir, si se hubieran comportado como los inmigrantes que venían de Barcelona hubieran durado 15 minutos. La violencia que existe en México no es de la naturaleza, es una violencia industrializada que provee el crimen organizado que no tiene nada que ver con la violencia que planteo en el libro. En la zona de Veracruz en donde están escritas estas historias ya opera el narco, “Los Zetas”, que no existían en esa época. No sé qué se pueda hacer ante esta violencia industrial y desde luego lo veo muy mal. Mientras exista violencia, está muy complicado salir adelante. Vamos a ver qué sucede en las elecciones, todo parece ser que va a ganar Andrés Manuel López Obrador, vamos a ver qué es capaz de hacer.

-¿Encuentra similitudes entre Barcelona y Veracruz?

El territorio geográfico en donde están escritas estas historias están a nivel del mar. Sin embargo, en Barcelona hay una humedad similar en esta época de calor porque también se encuentra a nivel del mar. Me recuerda en todo momento a mi infancia en Veracruz. Aunque parezca chiste también hay una flora que de pronto me recuerda a la que había en aquella selva, hay una similitud ambiental que desde mi punto de vista es  bastantemente notable. La vida del puerto que se trasladaba hasta La Portuguesa es otra manera de enfrentar la vida muy curiosa porque los puertos siempre están abiertos al mundo; los amigos y los enemigos entran a raudales por los puertos, son características que comparten Veracruz y Barcelona. Hay una vida canalla en los puertos, hasta en los barrios más acomodados la hay, es muy propia de los marineros.  

-En aquella memoria de donde sustrajo estos doce relatos, ¿aún quedan más recuerdos?

En este mismo territorio he escrito dos novelas más: Los Rojos de Ultramar (2004) y La Última Hora del Último Día (2007), éste es el tercer volumen que está escrito en el mismo territorio geográfico y ahora estoy trabajando en otra novela que esta situado ahí mismo. Todos los territorios literarios son inagotables cuando son verdaderos territorios literarios como lo es Veracruz.