“El mundo debe olvidarse del petróleo barato… Seguirá subiendo y llegará algún
día a los US $100 por barril”. Hugo Chávez.
La caída de la producción petrolera de Venezuela ha sido una de las más drásticas de los últimos años, lo que agrava la profunda crisis económica que sufre la población de este país. Si bien hace unos años el principal problema de la República Bolivariana era la disminución del barril de crudo en el mercado internacional, ahora es que, pese a estar en 75 dólares, la extracción es prácticamente la mitad de lo cuantificado en el año 2000.
Este desafío es aún más preocupante si se considera el peso de los hidrocarburos en la economía venezolana. Si bien en las épocas de bonanza de Hugo Chávez las ventas de petróleo al extranjero rebasaban los 50 mil millones de dólares estadounidenses al año, ahora difícilmente superan 15 mil millones. Estos indicadores son más graves debido a que la empresa estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) no podrá cumplir los compromisos adquiridos de entrega de este mineral a empresas internacionales. Aunado a esto, el Gobierno de este país asumió deudas basadas en las ganancias petroleras, por lo que estará en una situación comprometedora frente a sus acreedores como China o Rusia.
Al interior del país, la excesiva dependencia del petróleo en la economía nacional impidió el desarrollo de otros sectores de la economía, los cuales están limitado debido a las restricciones de inversión del capital privado, la debilidad del intercambio comercial interno, una inflación fulminante que llegó a casi 700% durante 2017, por lo que el tipo de cambio se ha disparado en la economía ilegal, duplicándose contantemente y llegando a dos millones de bolívares fuertes por dólar americano, lo cual equivale a tres semanas de salario mínimo.
En este sentido, la ineficiencia y falta de inversión privada en PDVSA ha influido para que se reduzcan a mínimos en décadas la extracción del llamado “oro negro”. Instalaciones en mal estado, empleados con escasos conocimientos técnicos, malas decisiones operativas y excesiva manipulación gubernamental han llevado a esta empresa a la peor crisis de su historia.
La escasa inversión extranjera que Venezuela requiere para sanear su economía en lo general, y rescatar a PDVSA en lo particular está limitada por las sanciones que ha recibido este gobierno por parte de naciones afiliadas a la Organización de los Estados Americanos (OEA) –en especial los Estados Unidos de América- debido a las violaciones a los derechos humanos, el nulo respeto a la democracia y la celebración de elecciones ordenadas por la Asamblea Constituyente suplantando a la Asamblea Nacional, órgano legislativo legitimo.

¿Qué impacto tendrá para los venezolanos la caída de la producción petrolera de los últimos meses? Como un efecto dómino, al existir menores ingresos financieros la economía se ha contraído, con consecuencias críticas como altos porcentajes de desempleo (afecta a una de cada tres personas en edad de trabajar), decaída del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en 2017 a dos terceras partes de lo registrado en 2015, pulverización del poder adquisitivo, migración masiva, escasez de medicamentos, entre otras características de crisis humanitarias.
Si bien en otros países extractores de energéticos la producción petrolera va en declive, no es tan acelerado como sucede en Venezuela, lo que agrava aún más las consecuencias. La abundancia de este mineral provocó un alto consumo interno y barato, con consecuencias como altos indicadores contaminantes, la venta de gasolinas a un costo menor que lo que vale los procesos de refinación, menor generación tributaria o falta de innovación en energías alternas.
Todo el mundo se ve de alguna forma perjudicado ante la caída de las exportaciones petroleras venezolanas, ya que al existir un menor número de suministros de energéticos, la oferta y la demanda han provocado un aumento del precio del barril del oro negro a escala internacional. Asimismo, el incumplimiento por parte de lo prometido por PDVSA abre la posibilidad de que otros países exportadores de petróleo puedan cubrir esas necesidades, por lo que Estados Unidos, Noruega, Reino Unido, Rusia y naciones afiliadas a la OPEP de África y Medio Oriente buscaran atraer ese nicho del mercado.
Las políticas públicas venezolanas dirigidas a disminuir la dependencia económica de los hidrocarburos no tuvieron el éxito esperado, y no se ejecutaron en el tiempo preciso, por lo que la caída de la producción de combustibles agudizará las consecuencias de la disminución de la calidad de vida hacia la población, además de paralizar las actividades gubernamentales, lo que en consecuencia traerá recortes presupuestales e incertidumbre social. También repercutirá en las relaciones exteriores del régimen con sus socios latinoamericanos, en especial los beneficiados por Petrocaribe, la iniciativa venezolana de ofrecer petróleo a cambio de otros bienes directo a los gobiernos y sin intermediarios. Países como Guatemala o Belice –anteriores clientes- han decidido buscar otras opciones de suministro ante las dificultades mostradas por PDVSA.
En ese sentido, las necesidades energéticas de Antigua y Barbuda, Bahamas, Cuba, Dominica, Surinam, Guyana, Granada, Jamaica, República Dominicana, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, y San Vicente y las Granadinas se verán afectadas por el desplome de la producción de PDVSA. Si bien la firma de acuerdos de abastos también implicaba cooperación internacional de estas repúblicas con el gobierno de Caracas, es posible que también exista un alejamiento diplomático. La reducción de la extracción venezolana implicará ajustes de precios y recibir energéticos a precios subsidiados, por lo que existe amenaza de recesiones económicas en países que hasta hace poco recibía el apoyo del gobierno venezolano. La fuente de la riqueza no fue cuidada y no se aportaron soluciones de desarrollo sustentable, por lo que la bonanza bolivariana serán sólo recuerdos.
El autor es Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas. Universidad de Alcalá de Henares.

