Héctor Tenorio

La confusión sobre lo que se negoció y lo que no en la cumbre de Helsinki entre Vladimir Putin y Donald Trump, alcanzó una dimensión tan grande que dividió a la derecha de Estados Unidos. Un importante sector de conservadores consideran a Rusia como aliada y no como enemiga en la guerra comercial contra China, Europa y el resto del mundo. Entre las consecuencias, destacan que los republicanos llegarán fracturados a las elecciones para el Congreso de noviembre. Ya veremos si esto se verá reflejado en el resultado de las urnas que determinarán su reelección. Para tensar aún más la situación, los dos presidentes podrían encontrarse en Washington antes de que termine el año. Sin embargo, en algún momento en el futuro, cuando la conveniencia política ya no sea primordial, el magnate neoyorquino enfrentará una oposición más significativa dentro de sus filas.

 

Recapitulemos

Trump llegó al encuentro celebrado el pasado 16 de julio desde una posición de fuerza; hasta el momento ha logrado justificar el estar en contra de la globalización económica y militar bajo el manto del nacionalismo. En este contexto, dio otro paso en la demolición del sistema multilateral promovido por Estados Unidos a partir de 1945. Poner un pie fuera de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), es un cambio geopolítico de gran magnitud que ha llegado a su punto culminante en la cumbre de Helsinki. El presidente ruso obtuvo el permiso tácito de continuar la guerra contra Occidente. Mientras que el mandatario estadounidense renunció a un poder unipolar a cambio de seguir dominando el planeta.

Dos horas a puerta cerrada abrieron el espacio a la especulación. Al final no hubo resultados tangibles, hablaron sobre Corea del Norte y el terrorismo, pusieron las bases de su alianza. Sin embargo, las relaciones entre ambas naciones son inciertas y transitan en un terreno pantanoso. No abonó que el presidente estadounidense cruzara una línea delgada, llamada orgullo nacional, hiriendo la sensibilidad de sus conciudadanos, al descalificar el informe de la agencia de inteligencia de su nación ante un ex enemigo histórico. El republicano no soportó el diluvio de críticas recibidas. Sin salida, aceptó las conclusiones de sus agencias de espionaje de que Rusia interfirió en las elecciones de 2016.