Hace unos meses, en este mismo espacio comentábamos sobre cómo Trump se deslizaba hacia la dictadura. Se le veía más cómodo cerca de Putin que con cualquier gobernante europeo. Ha maltratado a sus amigos y cercado a sus enemigos tradicionales.

No solo representa un peligro, ya que altera todos los pilares del orden mundial, sino también significa el cambio en la correlación de fuerzas. Les tiene un profundo desprecio a los organismos internacionales y no le representan utilidad, mientras parece entenderse cada vez mejor con líderes fuertes como Putin o el norcoreano Kim Jong-Un, al tiempo de distanciarse de socios de Washington en América o Europa.

Trump ha hecho pública su admiración por su homólogo ruso Vladimir Putin. El lunes anterior, cuando apareció en Finlandia junto a Putin durante la primera cumbre bilateral, cambió el habitual tono mordaz y combativo que utiliza habitualmente con otros gobernantes.

Allí Trump expresó dudas sobre la conclusión de sus propias agencias de inteligencia en el sentido de que Rusia interfirió en las elecciones de Estados Unidos.

Importa poco lo acordado en el encuentro con Putin, lo relevante radica en enaltecer su imagen como conciliador y pacificador del mundo, una actuación que se supone previamente acordada, para engrandecer ante los ojos del mundo su figura.

Los resultados diplomáticos de Trump son únicos, es el presidente estadounidense que se reúne cara a cara con Putin para recuperar las relaciones entre las dos grandes potencias.

Nada se resuelve en sus encuentros con mandatarios internacionales, su propuesta consiste en crear una verdad alternativa al servicio de su presidencia. Desactivó las amenazas de una alerta nuclear en Corea, a pesar de que no se hayan abandonado las acciones para la construcción de bombas.

Trump heredó un país con un poder inmenso, el que pone al servicio de su narcisismo. No necesariamente es un dictador, pero tiene el poder a su disposición para serlo. Ese es el problema de fondo, hoy la ecuación está formando una tormenta perfecta para una crisis mayor.

Los arrebatos intolerantes del presidente indican que existe la posibilidad de que se esté formando un dictador en potencia, el mismo Trump expresó su intención de buscar la reelección en 2020 porque “todos quieren que lo haga” y no existen aspirantes demócratas que puedan vencerlo.

Estamos ante un presidente que no cree en la democracia, que destruye las instituciones norteamericanas. ¿Acaso estaremos viendo la semilla del nuevo dictador norteamericano?

@LuisHFernandez