Juan José Arreola Zúñiga (Zapotlán el Grande —ahora Ciudad Guzmán, 21 de septiembre de 1918; Guadalajara, Jalisco, 3 de diciembre de 2001) es uno de esos seres ensombrecidos por su propio lumen. Su vida y su obra son un modelo de entrega al arte y de minucia estilística en la creación literaria. Envuelto en los vaivenes de la grandeza y el desarraigo; de la singularidad y el olvido. Como pocos escritores en nuestras letras, él no necesita presentación. De él se recuerdan, sobre todo, sus encantados parlamentos, improvisados ante micrófonos de mesas redondas, de la radio y de la televisión. Su obra ahora vive una época de relecturas y valoraciones inéditas

Oficios varios y obra literaria

Arreola nació en Zapotlán el Grande —donde Alfredo Velasco fue su primer guía literario— y desde pequeño se desempeñó en múltiples oficios hasta sumar una veintena, tan distintos como relojero, carpintero, tipógrafo, granjero, panadero, maestro de secundaria, vendedor de sandalias en abonos y comediante. Fue pionero de los talleres literarios —en espacios como La Casa del Lago, que el mismo bautizó y dirigió (1959-1962)—; corrector, editor y traductor.

Becario de El Colegio de México (1947), en el Centro Mexicano de Escritores perteneció al primer grupo de becarios (1952), y da nombre y es director literario de la compañía teatral Poesía en Voz Alta (1956). Practicó el ciclismo, el ping pong; el ajedrez fue su pasión más grande. “Yo no he dedicado a la literatura —dijo en una ocasión Arreola— ni la milésima parte de lo que he dedicado al ajedrez. Pronto de mi di cuenta de dos cosas: de que la literatura y el ajedrez son imposibles [que] es el único juego que vale la pena jugar porque nos sobrepasa, como las piezas de Shakespeare, las novelas de Dostoievski o lo más grandes poetas de la humanidad…”.

Louis Jouvet Y Jean Louis Barrault fueron sus maestros en la Comedia Francesa, pero su legado —que no ha tenido la resonancia de su imagen— son las 500 páginas contenidas en Varia invención (1949), Confabulario (1952) cuentos —Bestiario (1958), (que incluye Cantos de mal dolor y Prosodia— obra narrativa), La feria (1963) —novela— y Palindroma (1971), que contiene Variaciones sintácticas y Doxografías. Libros menos conocidos son Gunther Staphenhorst (Aldus, 2001), Ramón López Velarde; el poeta, el revolucionario [1988] (Alfaguara, 1997) y el poemario Antiguas primicias (1996, Secretaria de Cultura de Jalisco).

Hacia 2003 se publicaron seis libros de y en torno a Arreola: la reedición de Inventario (selección de artículos periodísticos de mediados de los años setenta, publicado originalmente en 1976 por Grijalbo); la compilación de la llamada “prosa oral” realizada Jorge Arturo Ojeda publicada como libros en Y ahora la mujer… (1975) y La palabra educación (1973, Sep setentas); Juan José Arreola. Breviario alfabético con selección y prólogo de Javier García Galiano; Arreola y su mundo de Claudia Gómez Haro y, acaso los más importantes son las 29 entrevistas reunidas en Arreola en voz alta por Efrén Rodríguez y Juan José Arreola y Prosa dispersa, 43 textos casi desconocidos, algunos inéditos, compilados por Orso Arreola, que también escribiría en coautoría con su padre uno de los testimonios directos del escritor, El último juglar Memorias de Juan José Arreola (1937-1968). El otro es Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947) dictado a Fernando del Paso (Conaculta, 1994). Y el hijo del escritor, Orso, publicó Juan José Arreola. Vida y obra (Secretaría de Cultura de Jalisco).

Su labor como editor es invaluable en nuestras letras; publicó la revista Eos (1943), y Pan (1945) que deja para irse a París unos meses. El número uno de la revista jalisciense Eos apareció en julio de 1943 y el número cuatro en octubre de ese mismo año, editado por Arturo Rivas Sainz y Arreola: “Cuando le di a leer [a Rivas Sainz] mi primer relato, «Hizo el bien mientras vivió», me dijo entusiasmado: «Esto hay que publicarlo cuanto antes, te propongo que hagamos una revista literaria de carácter monográfico para publicar íntegro el texto»”.

Revitalización del pasado.

 

Un libro que se “escucha”

Memoria y olvido de Juan José Arreola de Fernando del Paso (1935) manifiesta la fructífera amistad entre dos escritores cuya veneración a la palabra han sido fe y vocación. Emprenden la revitalización del pasado y trasforman el recuerdo en (auto) biografía y testimonio para la historia de las letras hispanoamericanas.

Del Paso aprehende el periplo vital de Arreola y se rescatan veintisiete años (1920-1947) de su itinerario existencial. Nos sumergimos en una escritura que se lee como si se estuviera escuchando, incluso, la sonoridad de los giros arreolanos: con un sutil oído Del Paso concibió, ex profeso, un artificio escritural (estilo) a partir de apuntes y casi cien horas de entrevistas grabadas con Arreola.

A lo largo de 38 apartados y un epílogo escuchamos al escritor de Zapotlán el Grande y nos aparecen chispazos de sus disquisiciones en los mass media que le procuraron la celebridad, nunca alcanzada por sus libros.

Esta colaboración de dos escritores canónicos de nuestra literatura, raro ejemplo entre nosotros, concentra historia, biografía y literatura, triángulo fertilizado con el abono de la invención. Todo ser viviente, ante todo, es por designación de imágenes y representaciones que traza, esculpe y da sentido la palabra. Del Paso incursiona, desde la historia oral, en uno de los géneros inmerecidamente designados menores: la autobiografía; con la minucia hecha estilo reproduce la imagen que Arreola trazó tantas veces de sí mismo a través de entrevistas y testimonios: la existencia de un diletante consagrada a la palabra con la conciencia de que todos nacemos y, por ende, morimos condenados.

El oficio del autor de Palinuro de México se mimetizó en la maquinaria parlante de Arreola, agilizada con el prodigio de la memoria y una ingobernable vocación a la literatura y consagración a la palabra; la nostalgia se vislumbra con manchas puntillistas ahí donde la transferencia cede la vigilancia al olvido.

Arreola atenúa las oquedades, rehaciendo vestigios de la memoria que delinean épocas y trazan personalidades públicas y querencias anónimas; sus relatorías las escucha un oído perspicaz y un estilista consumado: Del Paso decanta una escritura natural (estilo) que mantiene el torrente evocativo de un gran conversador y escritor para escritores.

Una historia de vida germinada —desde la conversación con preguntas ponderadas y el magisterio de un conversador obsesionado por lo imposible— y escrita para ser leída como si se escuchara. Memoria y olvido es un hallazgo para la literatura y biografía mexicanas. Arreola dibuja un pasaje de su vida y configura una imagen propia; la atilda, la magnifica y omite hechos con licencia del olvido y huida del recuerdo aún sin rostro.

 Del Paso conjuga historia y oralidad con los aperos de un oficio que logró erigir la verdad de Arreola. Y para resucitar el pasado ambos escritores tuvieron en cuenta la presencia silenciosa de la ficción.

Fernando del Paso, Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola, México, FCE, 2013.