El triunfo contundente de Andrés Manuel López Obrador damnificó a más de uno de los actores políticos, los estropicios en otros frentes no acaban de contarse porque los inventarios de pérdidas no concluyen mientras la correlación de fuerzas ya tiene otro diseño como consecuencia de una concurrida jornada electoral.

El PRI se hundió para disminuir su número en las cámaras, una derrota contundente registró el tricolor que navega sin liderazgos sólidos, perdió en todas las elecciones para gobernador, en algunas entidades, como Michoacán, no ganó un solo distrito lectoral.

Es probable que las voces en el interior del tricolor propongan una refundación ahora que ha quedado de nuevo en la orfandad, el declive comenzó hace rato y en el actual sexenio alcanzó el cenit.

López Obrador ha dicho que no será el dirigente real ni virtual de Morena, esto indica que no repetirá el ciclo de los presidentes que en el PRI fueron el gran elector, el fiel de la balanza, los mismos que desdeñaron prácticas democráticas de origen.

López Obrador genera diversas especulaciones, las expectativas son elevadas como del tamaño de su victoria del primero de julio, las certezas podrán cumplirse una vez que asuma el cargo, mientras no son más que ideas aunque se repita la sentencia de Jesús Reyes Heroles, último gran ideólogo del PRI: la forma es fondo.

Al final del proceso se comprobó que Morena no ocupaba del Partido del Trabajo ni del Partido Encuentro Social; el primero fundado en los albores del sexenio salinista por gente cercana a Raúl Salinas de Gortari y el segundo de extracción evangélica conservadora. Una vez que concluyeron los cómputos habrán de desaparecer el Partido Nueva Alianza que fuera concebido por Elba Esther Gordillo y que tuvo su principal nutriente en las estructuras del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, también estará extinto el PES. Ni uno ni otro aportaron algo trascendente, fueron institutos comunes y corrientes.

El PAN está dividido, un alto número de militantes no quieren más a Ricardo Anaya ni a sus incondicionales, la derrota mayúscula del primero de julio también marginó a uno de los aspirantes a suceder al excandidato presidencial, nos referimos al michoacano Marko Cortés, quien no logró una curul.

Muchos de los ahora derrotados no visualizaban un escenario aterrador como el que ahora padecen, una mayoría evidente les dijo no más y en las democracias se gana o se pierde, las urnas simplemente fueron un eco del hartazgo, del repudio y a la vez de la esperanza.

López Obrador genera expectativas, hasta ahora se ha conducido con razonable mesura, aunque algunos digan que se reinventará el presidencialismo recargado porque no tiene contrapesos en las cámaras aunque olvidan que si en el Poder Legislativo tendrá esa presencia es porque así lo decidió una ostensible mayoría.

Mucho se especula aunque no falta mucho para saber qué tanto será posible o si vendría en el futuro cercano un desengaño temprano.