Como bien lo saben los cultos lectores de Siempre!, en los últimos cuatro lustros de la historia de la vieja Europa, y en casi todos los países iberoamericanos, se ha presentado un fenómeno particular: algunos mandatarios que cumplen sus periodos de gobierno son acusados de diferentes delitos (casi siempre relacionados con la corrupción, nunca por traición a la Patria) y llegan al extremo de ser sentenciados como vulgares delincuentes. En Guatemala, por ejemplo, se llegó al extremo de que tanto la vicepresidenta como el presidente en turno fueron destituidos del cargo por sendos casos de corrupción y ambos están en la cárcel. En México varios ex gobernadores ya están en chirona así como otros ex funcionarios públicos, y los que faltan. La pregunta que procede es: ¿cuántos ex mandatarios en América y en otros continentes están la prisión y no precisamente por persecuciones políticas? Lamentablemente no son pocos. Vergüenza nacional.

Nadie se salva. De norte a sur y de este a oeste. Algunos han sorprendido a la opinión pública mundial porque a lo largo de su vida se han convertido en personajes de primera línea que convirtieron a su país paradigma de un buen gobierno. Pero, no falta el prietito en el arroz…

La prensa informó, hace ocho días, que la orden de un juez de guardia de suspender con “urgencia” la prisión y poner en libertad al expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva sorprendió a propios y extraños, políticos y jueces, en una jornada dominical en la que los brasileños seguían con su “cruda” por la eliminación del Mundial y cuando los tribunales vacacionan.

Sucede que el juez Rogério Favreto, que durante casi veinte años fue militante del Partido de los Trabajadores (PT), creado por Lula, y despacha desde el cuarto Tribunal Federal (TRF-4), en Porto Alegre, dispuso la libertad del expresidente justo cuando, sin fútbol, Brasil se encamina al no menos turbulento escenario de las elecciones generales que tendrán lugar en el mes de octubre.

El juez Rogério Favreto antes de asumir su cargo en el TRF-4 en el año 2011, nombrado por la entonces presidenta Dilma Rousseff, hizo a un lado su militancia en el PT. El funcionario judicial concedió un Habeas corpus a Lula pedido por tres diputados del mismo partido –Wadih Damous, Paulo Pimienta y Paulo Teixeira–, argumentando falta de fundamentos jurídicos para su ingreso en prisión. Así, mediante su Alvará de Soltura (es, decir, Carta de Liberación), Favreto ordenó: “Que se cumpla en régimen de urgencia en esta fecha, mediante presentación de la carta de liberación o de esta orden a cualquier autoridad policial presente en la sede de la prisión de la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba, donde se encuentra recluso el detenido”. Y ahí fue que se armó la de Dios es Cristo.

De hecho, nadie esperaba la noticia, ni siquiera el propio Partido de los Trabajadores estaba al tanto de la posibilidad de que Lula pudiera ser liberado. El ex mandatario se presentó en la cárcel desde el 7 de abril último, para cumplir su condena de 12 años y un mes acusado de corrupción pasiva y lavado de dinero. Al aceptar el Habeas corpus, Favreto argumentó que la prisión le impediría a Lula ejercer sus derechos como precandidato a la Presidencia, a pesar de que se encuentra virtualmente inhabilitado después de ser condenado en segunda instancia.

El magistrado de guardia precisa en su carta de liberación que varias de las medidas solicitadas por la defensa del inculpado “fueron desestimadas sin la adecuada atención y algunas no fueron analizadas”. Además, indicó Favreto “un posible abuso de la medida de restricción de libertad permite que el proceso pueda ser analizado en cualquier momento”, especialmente si la defensa aporta nuevos hechos como el que Lula da Silva sea hoy precandidato a la Presidencia. Aclara: “Un proceso democrático como el de las elecciones debe ofrecer las mismas condiciones de participación en cada una de sus fases. Impedir el ejercicio regular de los derechos de un precandidato podría contaminar todo el ejercicio ciudadano de la democracia y profundizar la crisis de legitimidad de nuestras instituciones”.

No obstante, cuando los partidarios del ex mandatario celebraban ya la decisión del juez de guardia del TRF-4, otro juez, Joao Pedro Gebran Neto, instructor del caso de lavado de dinero “Lava Jato” (“Lavacoches”), en un tribunal de segunda instancia, revocó poco después la medida cautelar de Favreto. Para que el lector no se confunda hay que decir que Gebran Neto es uno de los tres jueces de la octava sala del propio Tribunal Federal 4, que condenó a Lula en segunda instancia a doce años y un mes por la consabida acusación por corrupción y blanqueo de fondos.

A lo largo de la tarde del domingo 8 de julio Brasil fue testigo de una kafkiana guerra interna entre jueces de primera y segunda instancia para definir qué magistrado tendría competencia para tomar la decisión valedera. De no ser cierto todo este vodevil judicial, solo la famosa “Tremenda Corte” radiofónica de origen cubano, en la que el juez juzga a Tres Patines, podría compararse con lo que ha sucedido en los juzgados brasileños.

Casi inmediatamente que se conoció la orden de Favreto, el magistrado Sergio Moro –de vacaciones en Portugal hasta fines de julio–, que condenó a Lula en primera instancia a nueve años de prisión (sentencia que en segunda instancia los jueces  alargarían a 12 años y un mes), y es quien se encarga de todos los procesos vinculados con el escándalo de corrupción Java Jato, advirtió que no permitiría la excarcelación del reo al considerar a Favreto como una “autoridad incompetente para pasar por encima de una decisión del colegiado del 8º Grupo del TRF-4”.

Moro advirtió que Lula no sería liberado hasta que el juez encargado del caso en segunda instancia, Joao Paulo Gebran Neto, diera su parecer. El Fiscal Regional de la República, José Omar Pumes, también solicitó que se evaluara de nuevo la decisión de Favreto, al entender que este no tendría competencia para aceptar o no el pedido de Habeas corpus. No obstante,este insistió en la liberación inmediata” y recordó que el cumplimiento del permiso de liberación no requeriría mayores dificultades y debería ser efectuado por cualquier agente federal a cargo.

Favreto no fue obedecido, y poco después Gebran Neto determinó que la Policía Federal mantuviera preso a Lula. Una hora más tarde, Favreto volvió a pedir la liberación inmediata, por lo que el ex presidente quedó en el limbo, a expensas de lo que decidiera Carmen Lúcia Antunes, presidenta de la Corte Suprema.

En tal coyuntura, el presidente del TRF-4, Thompson Flores, intervino en la batalla judicial y determinó que Luiz Inacio Lula da Silva continúe en prisión: “determino el retorno de los autos al gabinete del juez Joao Pedro Gebran Neto, así como la manutención de la decisión proferida por él” de que Lula siga en la cárcel.

El enredo entre los jueces brasileños se presta para recordar la conocida canción de la cantante cubana Celia Cruz: “Bernabé le pegó a Muchilanga, Muchilanga le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Burundanga…” Etcétera. Las bromas ante esta confusión no se hicieron esperar. El portal humorístico Sensacionalista de Brasil ironizó: “Después de ser suelto, preso, suelto y preso de nuevo en tres horas, la Policía Federal brasileña instala una puerta giratoria en la celda de Lula”.

Mientras los jueces se ponen de acuerdo con el destino del famoso ex mandatario, la presión por su candidatura dibuja un cuadro totalmente inusitado. En las encuestas sobre los más de diez aspirantes presidenciales que deben presentarse oficialmente en agosto para competir en los comicios de octubre próximo, Lula se mantiene en primer lugar, con una ventaja de más del 30%. En seguida le sigue Jair Bolsonaro, calificado como político de extrema derecha, que toma como modelo a Donald Trump y defiende las medidas de la dictadura militar que sufrió Brasil de 1964 a l985.

Sin duda, Luiz Inacio Lula da Silva recordó el domingo pasado, que 38 años atrás, en 1980, también pisó la cárcel en compañía de otros 12 sindicalistas, incluyendo sus abogados Dalmo Dallari y José Carlos Días. En aquella ocasión no sabían cuando podría ser puestos en libertad o de qué crímenes se les acusaba. Ahora, las condiciones son diferentes, pero no menos kafkianas. En aquella ocasión le dejaron salir de la cárcel para que asistiera al funeral de su madre, Eurídice Ferreira de Melo, escoltado por policías. Ocho días más tarde fue liberado. Ahora, ¿cuándo saldrá? VALE.