Todavía la sociedad mexicana no digería los resultados de la elección presidencial del 1 de julio que le dieron un triunfo arrollador al candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, cuando el coordinador estratégico de campaña del candidato panista Ricardo Anaya, Jorge Castañeda, sostuvo, en una entrevista con Radio Fórmula, su teoría de que “existía un pacto tácito entre López Obrador y el presidente Peña Nieto”.

 Argumentó que el discurso de López Obrador luego de que sus contendientes reconocieron sus derrotas y que ofreció en el Hotel Hilton, en el que saluda “el estadismo” de Peña Nieto y lo elogia, es muy revelador.

“Después de lo que López Obrador había dicho y pensado, escrito a lo largo de seis años; me parece muy claro que hubo ese entendimiento, si se leen los textos de Vicente Fox en el 2000, de Felipe Calderón en el 2006 a Enrique Peña Nieto no creo que haya elogios de ese tipo”, dijo Castañeda a Ciro Gómez Leyva.

José Antonio Crespo, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, asegura que “lo que hemos visto en todos nuestros cambios de gobiernos recientes es que hay un pacto de impunidad entre el presidente que sale y el presidente que entra”.

Apunta que ya desde hace tiempo existe este pacto entre un mandatario y un candidato que dice: si tú me dejas llegar a la presidencia, si no me pones obstáculos, yo no te hago nada, no te persigo judicialmente. Así fue entre Ernesto Zedillo y Vicente Fox; entre Fox y Felipe Calderón, entre Calderón y Enrique Peña Nieto; y ahora entre Peña Nieto y  López Obrador.

“Andrés Manuel, desde hace mucho tiempo, en sus libros, en sus  discursos, ofreció también eso, precisamente para que no le obstruyeran la posibilidad de ganar, no es que le fueran a regalar el triunfo, no, más bien porque si él lograba ganar no le obstruyeran el camino como de alguna forma sucedió en la elección del 2000 y en la del 2006”, dice Crespo.

El líder de Morena —agrega— “si estuvo diciendo que no lo perseguiría, que no se preocuparan, que no les pasaría nada, precisamente para que tuvieran la confianza de decir: hay que dejarlo llegar, pues no nos meterá a la cárcel, eso fue lo que pasó”.

El Presidente se irá tranquilamente

El analista político destaca que no sucedió así con el candidato del PAN, ya que “el año pasado, Anaya y el gobierno se pelearon y eso les obstruyó la posibilidad de ganar competir a los dos mutuamente. El candidato de Acción Nacional empezó a ser acosado por la Procuraduría General de la República y en respuesta empezó a señalar que él sí llamaría a cuentas a Peña Nieto. Lo que provocó que el presidente con mayor énfasis, con mayor fuerza, lo detuviera y lo atacara”.

El costo de este pleito —asegura— “fue que los dos se paralizaron y todos los votos que iban perdiendo, el PRI y el PAN, se fueran hacia López Obrador”.

Aunque no se conocen los términos de este pacto entre Peña Nieto  y López Obrador, Crespo se atreve a suponer que “por lo menos a Peña no lo tocará. A la mejor dijeron: tampoco se tocará a fulano y zutano; y quizá a algunos secretarios de Estado; a algunos personajes que tengan asuntos pendientes sí los llamará a rendir cuentas pero podemos apostar que a Peña no”.

Con eso, Peña Nieto “tranquilamente ya puede entregar el poder y no intentar retenerlo a como de lugar, que no hubiera sido tan fácil, pero si además hay ese acuerdo acepta el triunfo de Andrés Manuel, lo reconoce, no le impide llegar, pero a cambio el tabasqueño no lo tocará”, afirma.

Agrega que “a la mejor hay otros nombres, pero no sabemos cuáles, porque obviamente no hay un contrato firmado en notaria sobre el acuerdo. No sabremos nada y lo que se conozca será solo por referencia, si meten a la cárcel a algún secretario, se podrá decir ese no estaba dentro del pacto, pero lo que sí se puede suponer es que el pacto de impunidad a nivel por lo menos del Presidente se mantendrá”.

En este sentido, López Obrador prometió durante su campaña una reforma al artículo 108 constitucional para poder juzgar al presidente Peña Nieto por corrupción, promesa que sus simpatizantes, militantes de Morena le exigirán al presidente electo en cuanto asuma el poder, aunque es seguro que esta promesa no se cumpla por este pacto de impunidad, en lo que Crespo está de acuerdo, pues asegura que “como son seguidores fieles e incondicionales, le apoyan lo que sea a López Obrador, lo que decida está bien. Ya se ha visto, quizá digan que él no puede meter a Peña a la cárcel; ¡no!, eventualmente sí podría, pero ellos prefieren creer que no, porque es lo que les ha dicho López Obrador y le creen ciegamente”.

“Se negarán a creer que hubo ese pacto, porque nadie se los dirá abiertamente, Andrés Manuel no les dirá públicamente si hizo o no un pacto de impunidad con Peña Nieto. Son versiones, son teorías que ellos no creen”, explica el politólogo.

¿Un golpe de Estado?

El académico niega que este proceso electoral sea una reedición del 2000, cuando Zedillo traicionó a su partido y a su candidato, Francisco Labastida, para que ganara el panista Fox. “No, aquí no hubo traición, porque logró apoyar una imagen, a su candidato, pero simplemente éste no jaló, ya no podía hacer nada”.

“No podía hacer nada para impedir que ganara López Obrador, hubo intentos, pero estaba ya muy adelante, no hubo traición, pues Peña simplemente dijo: voy a jugarle a lo que estamos jugando democráticamente. Si la distancia hubiera sido pequeña entre Meade y López Obrador a la mejor ahí si le hubiera podido echar la mano, pero si ya hay 30, 35 puntos de distancia, no era de que quisiera o no quisiera, él apoyó a Meade hasta donde se pudo, pero el priísta no creció y no fue su culpa, no creció por distintas razones”, indica.

Se pregunta Crespo: “¿qué más podía hacer Peña?  ¿Dar un golpe de Estado apoyado por el Ejército para que López Obrador no llegara? Pues no, porque ni era bueno para Meade, ni era bueno para él, ni era bueno para nadie, por eso decidió no hacerlo”.

El investigador del CIDE explica que “el triunfo de López Obrador se debió a los malos resultados, en general, del gobierno federal, sobre todo en combate a la corrupción y a la violencia, que no pueden parar, además la popularidad de Peña Nieto estaba en 20 por ciento. Todo eso generó un malestar, un fastidio”.

Las elecciones de 2016 fueron un anuncio previo para el tricolor al perder siete de las 12 gubernaturas que estuvieron en juego, “aunque desde luego, no tenían que haber incurrido en tanta corrupción, sino querían que les pasara lo que les está pasando. No entendieron, que ya la gente castiga en las urnas”, dice.

“Tuvieron que haber dicho: no vamos a ganar, pero si no queremos que gane López Obrador, porque eso nos debilitará más, hay que apoyar el PAN, no lo hicieron, se pelearon con ellos, ese fue un grave error del gobierno federal”.

PRI y Morena son primos

El doctor Crespo asegura que el debilitamiento de la estructura del PRI seguramente no fue tanto por pleitos entre ellos, pues estos siempre los ha habido, “pero a veces no eran suficientes para derrotarlos tanto. Sin embargo, ante un candidato que no era priísta, muchos se preguntaron por qué apoyarlo si no es de los nuestros, otra vez, un mal manejo de campaña, de la gente que no sabe manejar a las bases del PRI”.

“No supieron manejar eso y las bases no los apoyaron, más bien empezaron a pensar en votar por Morena ¿por qué por este partido? Porque Morena es parte del PRI, de ahí salió, de ahí viene. Su ideología, su forma de ver las cosas, se parece mucho a la del PRI, porque son primos”.

Ante este escenario y el poder absoluto que Morena tendrá en las cámaras de Diputados y Senadores, así como con las gubernaturas, Crespo visualiza que el partido de López Obrador “por lo menos en estos seis años —¿quién sabe después que pase?— se convertirá en un nuevo PRI, en un partido dominante, con una fuerza parecida a la que tuvo el tricolor. Será muy parecido al PRI, además irá jalando estructuras, sindicatos y corporaciones priístas se irán para Morena. Se convertirá en un partido muy parecido a lo que fue el PRI, no en los años cincuenta, pero sí al de los ochentas”.

Ante el planteamiento de si esto es un peligro, Crespo responde: “depende de lo que haga López Obrador, puede ser para bien o para mal, puede ser peligro o puede ser algo que impulse y ayude al país. Depende de cómo calcule y decida hacer las cosas, quién lo asesore, pero tiene un instrumento político muy fuerte, muy poderoso e importante que puede ser utilizado para impulsar bien al país o para hundirlo”.

La sospecha del pacto

La  sospecha de que existía un pacto de impunidad entre el presidente Enrique Peña Nieto y el candidato de la coalicion Juntos Haremos Hisotria, Andrés Manuel López Obrador, se inició cuando el coordinador de estrategia de campaña de Ricardo Anaya, Jorge Castañeda, el 2 de junio, durante un encuentro denominado De frente al futuro con ciudadanos, seguidores y simpatizantes de la alianza Por México al Frente comentó que sólo había una opción de cambio que era Anaya, porque la otra que había, la de “Andrés Manuel López Obrador ya pactó con Peña Nieto clarisimanente, ya hay una cantidad de pruebas”.

Después, el 4 de junio, Castañeda escribió en su columna de El Finaciero: “El nuevo pacto de impunidad”, en donde aseguraba que no tenía nada de raro que López Obrador haya montado una campaña a favor de la inevitalidad de su victoria. “Siendo altamente discuble el fondo, la lógica del arroz cocido es impecable”.

Castañeda da una serie de señales que según él se deberían tomar en cuenta: “Yeidckol Polevnsky ensalza a Raúl Cervantes; sentencia que el priísta Alejandro Gutiérrez es un preso político de Javier Corral, y lamenta lo que ha padecido Manlio Fabio Beltrones por culpa del gobierno de Chihuahua”.

Posteriormente, expone que el Partido Verde abandona el PRI en Chiapas, lanza su propio candidato que ipso facto llama a votar por López Obrador, mientras que López Obrador hace una declaración insólita, “llama a respaldar al presidente Peña Nieto hasta que termine su mandato”, y establece una serie de condiciones para el periodo de transición.

López Obrador recibe por parte de los poderes fácticos sensibles un trato amable o francamentle condescendiente, agrega el excanciller.

Castañeda asegura que existía un rechazo a “juzgar” el sexenio de Peña Nieto, después de haberse pasado más de cinco años criticándolo y denostándolo; y se pregunta cómo un líder opositor puede abstenerse de «juzgar» a su adversario en plena campaña elecotral”.

Con este supuesto pacto, Peña Nieto gana la libertad para él y su familia y López Obrador llegar a la presidencia de la república sin obstáculos.