La caída de Luzbel, El Salvador y La Virgen María, el niño Jesús y el Espíritu Santo con ángeles en el fondo, es un conjunto de obras que permite comprender los principios del estilo del pintor español Antonio María Esquivel, fundado en buena medida en la pintura barroca andaluza, de la que se consideraba su principal valedor, en oposición a otras tendencias que favorecían el dibujo frente al colorido. Pinturas que indudablemente cuentan lo mejor de la pintura romántica española, además de ser el fiel reflejo del individuo, pero también de una época.

Después de una minuciosa restauración realizada en los últimos años, hoy el Museo del Prado, situado en Madrid, España; presenta el trio de obras religiosas a través de una pequeña exposición a cargo del curador Javier Barón en la Sala 60, un espacio que ha sido diseñado para rotar conjuntos de obras del siglo XIX, elegidas por su calidad y relevancia.

Según informó el recinto, la exposición Antonio María Esquivel (1806-1857). Pinturas religiosas, exhibe las obras religiosas por primera vez y en conjunto.

 Javier Barón, quien también es el jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX del Museo del Prado, explicó que en cuanto el cuadro La caída de Luzbel, que estuvo expuesto de el Casco del Buen Retiro, no solo representa la expulsión del ángel rebelde, sino además es una alegoría del triunfo de la luz sobre la oscuridad.

“La caída de Luzbel fue un regalo del artista al Liceo de Madrid, en testimonio de efusiva gratitud por la ayuda que los socios de esta institución, a la que estaba vinculado, le prestaron para la curación de la ceguera que padeció durante un tiempo”, agregó Barón sobre la pintura que estuvo sometida a una limpieza de la capa pictórica y al retoque de finas capas de pintura.

En cuanto El Salvador, una obra casi desconocida y, tras levantarse su depósito en 2001, mencionó Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación de la pinacoteca, que la obra se encontraba en muy malas condiciones, por lo que tuvo que tener una laboriosa y larga restauración.

Detalló, que La Virgen María, el niño Jesús y el Espíritu Santo con ángeles en el fondo, es una obra en donde el artista fusiona las referencias a Murillo, a la monumentalidad clásica y a la exactitud anatómica: “su interés en la representación de su propia imagen, mayor que el de ningún otro artista español en ese periodo, revela la estima y consideración que tenía del ejercicio de su profesión”, apuntó.

El Salvador, 1842 y, a la derecha, La Virgen María, el niño Jesús y el Espíritu Santo con ángeles en el fondo (1856)