El resultado de las elecciones del domingo pasado fueron, al margen de los resultados, un ejercicio de civilidad y democracia que deberá continuar no solamente en las cámaras legislativas, en los partidos políticos y en los líderes de opinión, sino también en el ámbito privado con las amistades y familiares para restaurar las relaciones personales.
Algunas personas lo han experimentado, otras conocen de casos de amigos, pero en general se sabe que esta contienda electoral resquebrajó la convivencia social y familiar, pues a las legítimas convicciones políticas se antepusieron o hicieron intervenir las relaciones afectivas, sin que haya habido ganador, todos perdieron.
De la posibilidad de perdonar
En las campañas electorales, no exentas de violencia física como lo demuestran los lamentables homicidios de candidatos a puestos de elección popular, lo que más imperó fueron los ataques verbales y tal vez alguno que otro encuentro a golpes. Los insultos y descalificaciones se presentaron tanto en reuniones sociales y laborales, como en las redes sociales, donde se encontraron principalmente dos grandes bandos: los pro López Obrador y sus detractores.
Claro que también hubo quienes defendieron o atacaron a Ricardo Anaya y José Antonio Meade e incluso al presidente de la república. Sin embargo, el encono y la mayor agresividad se produjeron entre los dos bandos mencionados, quienes al término de la contienda electoral continúan con resentimientos, triunfalismos o visiones pesimistas sobre el futuro del país.
Es decir, falta un proceso de duelo, en el caso de quienes no vieron triunfador a su candidato, y de moderación por parte de quienes asumen la victoria de su favorito. Ambas partes se sienten ofendidas por los ataques recibidos, y ambas partes deberán procurar el perdón y la reconciliación, que buena falta le hace a México. La Asociación Estadounidense de Psiquiatría plantea que el perdón es un proceso que involucra un cambio en las emociones y actitudes hacia un ofensor.
Por su parte, la doctora María Martina Casullo, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, en su trabajo “La capacidad de perdonar desde una perspectiva psicológica”, publicado en la Revista de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, vol. 1, 2005, considera que “perdonar implica un cambio interno y al mismo tiempo prosocial hacia una figura o situación percibida como transgresora, en el contexto de un vínculo interpersonal. Perdonar supone tanto una dimensión subjetiva intrapsíquica como otra interpersonal, por lo cual se sugiere pensar el perdón como un constructo psicosocial; ejercen enorme influencia en su definición y aceptación variables de tipo religioso, ideológico-políticas, culturales y socio-históricas”.
Hacia la concordia
Por fortuna, la transgresión, en términos generales, no ha sido tan grave por lo que podrá ser posible llegar con menos dificultad a perdonar a los ofensores de uno y otro bando, lo cual acarreará beneficios. Se conoce que quien perdona tiene una mejoría en su salud física y mental, restaura su autoestima, vislumbra la posibilidad de una clara y sana reconciliación con el ofensor, tiene una sensación de esperanza para resolver conflictos y experimenta un cambio positivo en sus afectos.
Claro que se requiere voluntad de ambas partes, tanto de la víctima como del victimario, quienes deben aceptar que se sienten ofendidos o que cometieron una ofensa, según el caso. Debe haber sobre todo empatía de quien desea perdonar hacia el transgresor, pues debe intentar ponerse en el lugar de la persona que agredió para entender sus conflictos. Y, sobre todo, quien perdona debe desterrar la idea de que perdonar es minimizar la ofensa o restarle importancia.
Sin embargo, como refiere la doctora Casullo: “Perdón no es sinónimo de reconciliación. Se puede perdonar de manera independiente, sin que se concrete reconciliación alguna […], si bien tanto el arrepentimiento como el perdón pueden favorecerla. Una reconciliación supone el restablecimiento de la confianza así como el deseo de reinstaurar un vínculo”.
En ese sentido, nuestra sociedad se encuentra preparada para lograr la reconciliación entre las personas que se insultaron y distanciaron durante el proceso electoral, ya que las consecuencias, en términos generales, fueron afectaciones anímicas y emocionales leves.
Lo importante es que los medios y en especial los lectores de noticias en la radio, autohabilitados como expertos politólogos, dejen de alimentar el odio, la angustia y la incertidumbre y que todos demos el beneficio de la duda a quienes gobernarán los próximos seis años, lo cual no deberá significar un cheque en blanco.
@RenAnaya2
f/René Anaya Periodista Científico