La moneda está en el aire. Andrés Manuel López Obrador tiene una nación que gobernar y las opciones que hay pueden ser muy arriesgadas y hasta podrían complicar su buena voluntad. A tres días de reunirse con la plana mayor del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le envió al secretario de Estado, Mike Pompeo, el principal halcón de su equipo para iniciar contactos. López Obrador reveló que abordaría con él los temas de migración y seguridad; aunque a juicio de diversos internacionalistas la visita se ha percibido más como un punto de presión que de cordialidad política.

Junto a Pompeo, estarán Jared Kushner, principal asesor de la Casa Blanca; el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin; el secretario de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen; y el coordinador de Asesores, Avi Berkowitz. Estos cuatro personajes llegan como una barrera para conocer al nuevo gobierno y evaluar sus lineamientos políticos.

Tres expertos coinciden en que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ni siquiera ha iniciado sus gestiones y ya tiene encima una serie de retos y desafíos que lo aquejan. Nacer con un lastre dificultará el curso de un nuevo gobierno.

Para Laura Carlsen, directora del Programa de las Américas, la administración López Obrador tendrá que buscar una vía adecuada para sincretizar sus compromisos internos y readaptarse a la relación con Estados Unidos, en el peor momento en la historia de ambos países.

Para Javier Tolcachier, el gobierno de López Obrador se encuentra en una encrucijada difícil ante el replanteamiento de las relaciones entre Washington y su simpatía con gobiernos progresistas, a los cuales ha llegado ciertamente tarde.

Finalmente, Tarcisio Navarrete, hace énfasis en que la política internacional de López Obrador debe ser cuidadosa y apoyarse fuertemente en el servicio exterior para dar los resultados adecuados en momentos en que el mundo vive una dura problemática global a través del comercio y la migración.

Estas son las posturas que estos tres expertos dieron a conocer a Siempre!

Un cambio frente al entrecejo de Trump: Laura Carlsen

Los retos de López Obrador ante Estados Unidos son las tendencias antiinmigrantes. El gobierno de México tiene que definir una política que defienda a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, y buscar nuevas formas de encarar los flujos migratorios que vienen desde Centroamérica. Lo que sí sabemos hasta ahora de un gobierno de López Obrador es el compromiso de dirigirse a las causas, a las raíces de la migración tanto en México como en Centroamérica. Para ello, deberá buscar estimular el desarrollo en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos y las áreas rurales, dos zonas donde la emigración históricamente ha sido muy alta. Programas de desarrollo de este tipo sí podrían reducir la presión hacia la migración y a la larga eliminar la justificación para adoptar medidas represivas en la frontera como son el muro y la militarización. Por otro lado, Trump no estaría a gusto con esta situación porque él prefiere más las medidas represivas para consentir a sus simpatizantes en su reelección política.

Otro reto que plantea el gobierno de Trump es la seguridad. La mayor parte de la ayuda exterior de Estados Unidos en la última década se ha enfocado en la Iniciativa Mérida y la lucha contra las drogas, que ha sido desastrosa para la población mexicana y no ha tenido ningún impacto positivo para la población estadounidense en reducir el flujo de sustancias ilícitas ni la violencia.

La estrategia sería cambiar de criminalizar y reprimir a los carteles del crimen organizado, buscando las causas de violencia de raíz, en la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes, además de la misma política que ha generado el ambiente de violencia.

Será un logro si puede mantenerse firme frente a Estados Unidos en la exigencia de adoptar un nuevo modelo de seguridad nacional más al estilo mexicano y no tanto a lo que percibe Washington. Esto podría ser un factor que en el mediano y largo plazo llevaría a soluciones más pacíficas y, por eso, en vez de una relación conflictiva sería más saludable con Washington.

Se buscará salir del modelo que genera sangre, violencia y que ha sacrificado en gran parte la soberanía nacional, la cual urge recuperar mediante una estrategia propia de seguridad nacional. Aunque esto ocasionará roces con Trump, solo así podría asumirse la tarea de controlar los flujos migratorios y el narcotráfico, pero es una solución a largo plazo y la única que beneficia a México.

Otro desafío fuerte será la posición de López Obrador respecto a Latinoamérica. México ha estado más enfocado hacia el norte y no hacia la relación sur-sur. Se puede prevenir que no va a jugar un papel tan subordinado a los intereses de Estados Unidos. En la mira estará su posición respecto a temas candentes como el de Venezuela. Por otra parte, vamos a ver una diversificación en relaciones geopolíticas que empiezan a equilibrar la dependencia y subordinación a Washington, aunque con mucha prudencia de por medio.

Directora del Programa para las Américas y del Centro de Política Internacional

Un nacionalismo benigno para América Latina: Javier Tolcachier

Las elecciones mexicanas se dieron en el trasfondo de un mundo en transición, en la que la otrora pretendida unipolaridad estadounidense ha sido desplazada por el avance de potencias emergentes y construcciones multilaterales​. La elección de Andrés Manuel López Obrador, si bien es una suerte de efecto retardado frente a la globalización, representa un aire fresco y esperanzador para las mayorías desplazadas de América Latina y el Caribe.

 México ha estado prisionero durante más de veinte años de un tratado anexionista, que ha ligado provisoriamente su destino al norte, dejando poco espacio y energía para la relación con el sur. Su política exterior, otrora amplia, pacifista y de concertación se ha visto por lo mismo direccionada a cumplir mandatos internacionales adversos al multilateralismo y la cooperación sur-sur.

Por otra parte, hay como mínimo tres factores más que la han distanciado de América Latina. El primero es que hay un importante contingente de mexicanos viviendo en Estados Unidos. Los lazos económicos, pero sobre todo familiares, han hecho que la mirada vaya hacia el Norte. La segunda es que la autodegradación cultural tan propia de nuestros pueblos a lo largo y a lo ancho de la región ha magnificado los significados culturales emanados de ese mismo Norte, permeando largamente las aspiraciones y hábitos de vida cotidianos, alejando una vez más a los mexicanos de toda posibilidad de revalorizar lo propio y lo común con las naciones de Latinoamérica.

Por último, México es un país grande, que representa una quinta parte de la población latinoamericana. Todas las naciones de ese porte siempre se preocupan más por lo que sucede en su interior —a lo sumo en su inmediata vecindad— que en otras regiones. En ese sentido, América Latina ha quedado una vez más relegada en el paisaje corriente de la población. Entiendo que el gobierno de AMLO mejorará parcialmente alguno de estos aspectos, sobre todo el relacionado con una postura diplomática menos sometida a Estados Unidos y más complementaria con el Sur.

​En mi opinión, entiendo que Andrés Manuel es una persona progresista, preocupada por la desigualdad, la injusticia, la violencia y la corrupción institucionalizada que asola a México. El sentir íntimo de su gobierno es la voluntad de transformaciones, apoyado sin duda por el sentir mayoritario de su militancia y la población. En este sentido, es importante destacar la fortaleza y legitimidad democrática de la cual emerge.

Sin embargo, al igual que todo gobierno que quiera cambiar cosas se enfrentará, como es sabido, a poderes consuetudinariamente establecidos. De allí que, para no producir situaciones de confrontación extrema e ir evolucionando en todos los campos hacia las transformaciones, establecerá compromisos entre su vocación y mandato y el poder establecido. Yo calificaría su gobierno como uno que tiende a ser más humano, más próximo a las necesidades del pueblo, con mayor conciencia social que todos sus predecesores. Un gobierno popular y muy democrático. De algún modo, un nacionalismo benigno que extenderá los límites de lo posible en México y ayudará a América Latina a recuperar la esperanza en sí misma y en la posibilidad de retomar caminos de mayor justicia social y fraternidad.

Internacionalista del Centro Mundial de Estudios Humanistas y periodista de la agencia de noticias Pressenza

Diplomacia abierta y responsable: Tarcisio Navarrete

Si tuviera que responder en una frase, diría que la gran misión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador sería desplegar toda una política exterior propiciando humanizar las relaciones internacionales. Esto es, colocar en el centro de derecho internacional la defensa de los derechos humanos como guía y limite de la acción de los Estados. México deberá jugar un papel mas decisivo ante desafíos del exterior, como el asunto del TLC, migración, el muro. También sobre la seguridad de nuestras fronteras y la cooperación ante la lucha contra el narcotráfico. Que mantenga en los foros internacionales su tradición en la solución pacifica de controversias. Que concilie donde haya que conciliar y que denuncie donde se deba denunciar. Debe proyectarse como un gobierno democrático, firme, solidario, sensible y responsable ante las grandes causas de la humanidad.

Una de las primeras tareas del nuevo gobierno podría ser elaborar una renovada agenda integral de acciones internacionales en favor de las familias migrantes.

Debería buscar nuevos medios y herramientas de denuncias, comunicaciones, alianzas con otros países mediante nuevas iniciativas diplomáticas, así como la defensa judicial de nuestros migrantes en Estados Unidos que es un buen medio, ahora que arrecia la persecución y división de familias.

Respecto al tipo de diplomacia por adoptar, estamos ante una disyuntiva: o se camina hacia un Estado de nacionalismo exacerbado, cerrado, excluyente, o se moderniza y se pone al día aceptando la tendencia mundial y los cambios del mundo global. Si la nueva política exterior que desplegará México a partir de ahora se quiere ceñir a la defensa de los derechos civiles, sociales, económicos de la sociedad, tiene que estar abierto y alzar su voz ante graves atropellos a la dignidad y a los derechos humanos fuera de sus fronteras.

El mundo observa y México no debe retractarse de sus compromisos internacionales, ni cerrarse ya sea respecto a lo que hace nuestro vecino del norte, ni con lo que viven naciones al sur de nuestra frontera. El precio del aislamiento o el silencio que pagaría la nación sería muy alto.

La política de la indiferencia es propio de los gobiernos no democráticos.

Además, México establece por mandato en nuestra Constitución la obligación de velar por la defensa de la democracia y los derechos humanos en el exterior.

Respecto a la relación bilateral con Estados Unidos, es posible que vendrá una etapa con una dosis de incertidumbre en algunos temas frente a la administración y la política norteamericana. Ante ello, por parte de México debe preservar con firmeza los altos intereses nacionales, fortalecer la defensa de los compatriotas, continuar buscando una negociación comercial equitativa que proteja a nuestros productores, inversionistas y evitar en todo lo que esté a nuestro alcance que nos pongan contra la pared.

El nuevo canciller [Marcelo Ebrard] tendrá que afrontar estos temas mencionados, que no incluye todos, ya que la agenda mundial es muy grande. Afortunadamente tenemos en nuestra Cancillería gente con el más alto grado de preparación y experiencia.

Habrá que irse preparando por parte de los nuevos negociadores del nuevo gobierno mexicano, ante políticas más movedizas de nuestro vecino del norte, por lo que adicionalmente hay que ampliar nuestra relación con Canadá y otras regiones del mundo. Por decirlo de manera coloquial, hay que estar preparados ya que “no se sabe por dónde va a saltar la liebre” y esto aplica en materia de seguridad fronteriza, migratoria y comercial. Sin embargo, debe reconocer que las embajadas y consulados son puntos estratégicos para la política exterior mexicana. Por ello, el nuevo gobierno debe asignar mayores recursos a estos de manera que puedan contar con los medios para la protección de los mexicanos en el exterior y la promoción de los intereses nacionales.

Exembajador de México en Grecia