El gran día para Andrés Manuel López Obrador llegó. Después de más de 12 años de campaña ininterrumpida los resultados preliminares de la elección presidencial, dados a conocer a las 11 de la noche —del 1° de julio— por el presidente consejero del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, le dan el triunfo con el 53.0%, por encima de sus adversarios: Ricardo Anaya Cortés, de Al Frente por México, con 22.1%, y de José Antonio Meade, de Juntos por México, con el 15.7%, así como el independiente, Jaime Rodríguez El Bronco, con 5.3%. Un escenario difícil de que se modifique con el total del cómputo distrital de las actas de la elección presidencial en los próximos días.

Como dicen popularmente, la tercera es la vencida y así fue. En su tercer intento por llegar a Los Pinos, el candidato eterno, de 64 años de edad, arrasó en la elección más grande y costosa de la historia de México. En el proceso electoral de 2006, López Obrador participó como candidato a la Presidencia de la República con resultados que le fueron adversos, y argumentando que hubo fraude en su contra; luego se presentó por segunda ocasión en los comicios de 2012 por los tres partidos que lo apoyaron en 2006: el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo (PT), y el partido Movimiento Ciudadano —antes Convergencia— y en donde la ventaja fue para Enrique Peña Nieto con el 38.21% de las preferencias electorales, 6.62 más que el abanderado del Movimiento Progresista, quien registró 31.59 por ciento.

Sin embargo, en estos comicios de 2018 no hubo sorpresas, el tabasqueño era el puntero de las encuestas, su triunfo estaba anunciado mucho tiempo antes de que iniciará el proceso electoral el 8 de septiembre del año pasado. La campaña presidencial la arrancó con ventaja de un  40% de intención de voto.

“Fue un proceso en donde nunca hubo zigzagueo, nunca se vio que cambiaran las tendencias en el sentido de que el segundo lugar se acercara poco o mucho al primero o que hubiera un cambio de posiciones  entre el segundo y tercer lugar como sucedió en 2012”, señala Rosendo Bolívar Meza, profesor e investigador del Instituto Politécnico Nacional  (IPN).

“En esa elección —agrega—, López Obrador inició como tercer lugar y en el proceso rebasó a Josefina Vázquez Mota, candidata del Partido Acción Nacional (PAN), y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con Enrique Peña Nieto no se movió del primer lugar”.

El politólogo explica que en este caso del proceso electoral del 2017-2018, en la enorme mayoría de las encuestas, serias, la relación siempre fue: las coaliciones Juntos Haremos Historia, con Morena, Partido del Trabajo y Partido Encuentro Social, primer lugar; Por México al Frente, con los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, segundo lugar; y Juntos por México con el Revolucionario Institucional, Verde  Ecologista y Nueva Alianza, en tercer lugar, obviamente se movían los números, pero se mantuvieron esos lugares, por eso era poco factible que se diera una derrota de la coalición encabezada por López Obrador.

Incluso —destaca— tres días antes de la veda electoral  o periodo de reflexión establecida en la legislación, Parametría, en su última entrega de preferencias electorales que realizó, mostró que “el candidato de Morena tenía el 53% de las preferencias efectivas. En segundo lugar coló a Ricardo Anaya, con el 22% de las intenciones de voto. Y en tercer sitio ponía a José Antonio Meade, quien hasta ese momento registró el 18% de las preferencias.

“A tres días de la elección, la diferencia entre el primer y el segundo lugar era de 31 puntos, mientras que entre el segundo y el tercer lugar fue de cuatro puntos porcentuales”, según la casa encuestadora.

Por tanto, aún sin el total del cómputo distrital de las actas de la elección presidencial “es un resultado, en donde la diferencia entre el primero y el segundo lugar, por más de 30 puntos, hacen una elección impugnable o que vaya a llegar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF)”, afirma Bolívar Meza.

Atado a leyes e instituciones

El candidato de la coalición Juntos Haremos Historia que durante su recorrido por el país prometió un auténtico Estado democrático de Derecho; acabar con la corrupción, con la impunidad y con los lujos en el gobierno. Así como se comprometió a que los mexicanos tendrán trabajo, salarios dignos, no aumentar impuestos, no más gasolinazos, trabajar para garantizar la seguridad de las personas y sus bienes, además de buscar tanto el bienestar material como del alma, no podrá cambiar de la noche a la mañana, es más ni en los 100 primeros días de gobierno, la realidad del país que se encuentra sumergido en problemas tan profundos como la inseguridad, la corrupción, la desigualdad, la pobreza, el descrédito y desconfianza en las instituciones, así como la falta de justicia y los índices de impunidad al alza.

López Obrador está atado a leyes e instituciones que no podrá cambiar de inmediato. Él mismo lo ha dicho, aunque son cosas a las que no le ponemos tanta atención, deberíamos hacerlo, ha dividido ya su sexenio en dos partes: los primeros tres años serán para revisar ¿cómo están las cosas? Para buscar corregir lo corregible, cambiar lo cambiable y mantener lo que funcione. No promoverá reformas constitucionales, no llegará a modificar leyes ni hacer cambios institucionales de inmediato”, expone el doctor en ciencia política.

A diferencia de las dos elecciones pasadas, 2006 o 2012, donde hablaba más marcadamente de hacer cambios de inmediato, donde su discurso y su actividad política eran más rijosos, más radicales, ahora tiene una postura moderada. “Eso es sano políticamente y genera confianza el hecho de que diga que llegará  a revisar las cosas”.

El investigador del IPN, pone como ejemplo de este matiz, “el caso de la llamada reforma energética y los contratos que se han dado, los cuales se revisará que estén bien hechos, que no haya corrupción, que no sean en términos ventajosos para una empresa y perjudicial para otros”.

“En los casos en que haya que dar marcha atrás, se hará y no se renovarán los contratos o se suspenderán, etc. De igual forma sucederá con el tema del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, que de un no tajante a su construcción, pasó a decir, que es viable, que se planteará concesionar la obra a la iniciativa privada, porque se busca que no haya gasto público en una obra que beneficiará solo la inversión privada”, apunta.

En el tema de la educación, pasó de un rotundo no, no, no, “de dar marcha atrás, de cancelar la mal llamada reforma educativa a, ya en los hechos decir, se revisará y corregirá, se hará una mejor reforma, porque está no funciona. Una reformar que no es aceptada por la enorme mayoría de la población a la que va dirigida, quiere decir que algo anda mal”.

La campaña quedó atrás, ahora hay que ver qué funciona y qué no, cómo están las cosas, qué propuestas son realmente viables, hacer un diagnóstico de la situación en la que está el país, pese a las altas expectativas de cambio que AMLO levantó entre la población, porque “no es lo mismo ser oposición que ser gobierno”, advierte Rosendo Bolívar.

“En la oposición se puede prometer todo, el cielo y las estrellas, ya como gobierno solo se gobierna y se hace lo posiblemente humano. Un gobierno que llega con un porcentaje alto de apoyo popular puede generar desencanto, es algo previsible, es algo que se dará, porque hay quien quisiera que la velocidad del cambio fuera mayor a lo realmente posible”.

 “Eso —dice— puede pasar y puede darse en los grupos más radicales de Morena, que quisieran ver cambios más drásticos, más a corto plazo. Que bajarán los precios de la gasolina de inmediato, que se generará un mayor número de empleos de inmediato, todo eso puede pasar, el problema es que se tienen que hacer las cosas en los tiempos correctos”.

Reitera que “todo gobierno que llega con un fuerte apoyo popular sea de derecha o de izquierda genera después cierto desencanto esperemos por el bien, no solo de los seguidores de López Obrador sino por el bien del país que ese desencanto no sea mayúsculo”.

Un nuevo estilo   

El especialista en el tema del partido de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y del lopezobradorismo, considera que “hay que serenarse y ver las cosas con más frialdad. Independientemente de quien aganó las elecciones, se dará un nuevo estilo de gobierno, pero no se darán cambios tan radicales de llegar a expropiar y nacionalizar, eso no sucederá”.

Apunta que “la lucha de López Obrador inicialmente es por combatir la corrupción, por buscar que las cosas se hagan bien y eso beneficia a todos, ya los cambios estructurales por llamarle de alguna manera, los cambios más profundos, se irán dando después de hacer un diagnóstico donde se justifique cabalmente la necesidad de hacerlo”.

Por eso  —reitera—  “hay que ver a partir del 2 de julio las cosas bien, con calma, con serenidad y entender realmente lo que es el proyecto de Andrés Manuel López Obrador. Un proyecto nacionalista que es producto  del desgaste que tiene el modelo neoliberal, el cual ya muchos empresarios empiezan a cuestionar y criticar”.

“Hay que ver ¿qué sectores de la clase empresarial se oponen  al proyecto lopezobradorista? y ¿cuáles lo apoyan? grupos como los de la Canacintra —Cámara Nacional de la Industria de la Transformación—, los que su inversión está en la industria, en producir aquí, y no en comprar los productos hechos en el extranjero, ese sector es el que apoya a López Obrador”.

“Ese sector tiene sus fábricas paradas o trabajando a la mitad, porque los productos que ellos hacen ya no se los compran aquí, se busca traer las cosas de otro lado. El sector empresarial que se vería afectado con eso, es el sector que no arriesga, el sector empresarial que es negociante, que es comerciante, por llamarlo de alguna manera, el que compra y vende,  el que compra barato y vende caro y no le importa si lo que compra es de México o del extranjero”, asegura Bolívar.

Señala que “en cambio hay sectores empresariales como los de la Canacintra que son los que viven de invertir no sólo su capital, sino invertir en la industria, que su riqueza es la industria que tienen, las maquinas, las fábricas, que muchas de ellas están paradas, están frenadas porque no se consume en México”.

“El empresariado de alto nivel busca comprar productos del exterior que son los que en lo particular le generan riqueza personal a él, pero no generan riqueza para el país, ni generan fuentes de empleo, esas son las cosas que hay que ver resaltar del proyecto lopezobradorista”.

 

No ser soberbio, sino humilde

Rosendo Bolívar reconoce que ahorita “hay desánimo en los que no votaron por López Obrador, pero finalmente ese desánimo terminará siendo resignación, aunque no necesariamente resignación es derrota. Resignación de que, no ganó su candidato, no ganó por quién se votó, pero de ahí viene la ética y la inteligencia de los ganadores en el sentido de dar confianza, decir desde un inicio que se gobernará para todos y generar tranquilidad, no ser soberbios, sino más bien humildes en el triunfo”.

“En la democracia se necesitan demócratas, la democracia no solo es buenas leyes, buenas instituciones, sino buena actitud y hoy por primera vez se demostró su complemento, que haya demócratas que acepten las derrotas y reconozcan los triunfos. El discurso de López Obrador estuvo a la  altura de las circunstancias, reconoció esa actitud de Anaya y Meade, llamó a la unidad, hará un país incluyente, en donde todos quepan, incluso los opositores. La propuesta de la oposición puede servir para enriquecer o mejora la propuesta propia. Políticamente se buscará un camino para seguir todos por él y olvidar diferencias y construir todos un mismo proyecto”, señala el politólogo.