Dos días después de que Donald Trump impusiera aranceles al acero y aluminio proveniente de Turquía, éste respondió con una medida espejo, gravando una serie de productos estadounidenses como las bebidas alcohólicas, con 140%; el tabaco (60%) y sobre todo los automóviles, que a partir de ahora pagarán 120% más por entrar al mercado turco.

La situación pone en evidencia el estado de guerra comercial que se ha desatado por la imposición de gravámenes dictados por el mandatario estadounidense, que considera como represalia al gobierno de su contraparte, Recep Tayyip Erdogan por la detención del pastor evangélico Andrew Brunson, hace dos años por supuestos cargos de espionaje.

Este caso ha sido el detonador de la pugna comercial, la cual podría intensificarse debido a las exigencias de Trump de que mientras él religioso no sea liberado, aumentará las medidas punitivas contra Ankara. El magnate neoyorquino asegura en sus redes sociales que Brunson es “un gran cristiano, hombre de familia y maravilloso ser humano, quien está sufriendo mucho”.

Por su parte, Erdogan advirtió que podría adoptar un boicot contra los productos electrónicos norteamericanos, en franca alusión a los teléfonos celulares de Apple, que son muy populares entre la población turca. La respuesta sería simple: los turcos cambiarían sus preferencias por otras menos valoradas que incluso ayudarían a fortalecer su mercado nacional.

“Si ellos tienen iPhones, también existen los Samsung. Nosotros tenemos el Venüs de Vestel”, dijo Erdogan.

Para desgracia de Turquía, algunos componentes del teléfono de la firma Vestel son de fabricación estadounidense, así como algunas patentes en software, por lo que adoptar un boicot contra estos productos, sería prácticamente como ahorcarse a sí mismo. Ante ello, el mandatario islámico decidió cambiar la estrategia.

“La mejor respuesta que podemos dar a estos pistoleros económicos es trabajar con renovado esfuerzo. Producir y exportar más que nunca. No tiene sentido que cierren los almacenes o recorten la producción”, dijo. “La solución es producir, producir, producir. Exportar, exportar, exportar. Debemos producir más y mejor que los que importamos de fuera y venderlo al extranjero”.