[su_dropcap style=”flat” size=”5″]A[/su_dropcap]lgo terrible pasa en el mundo de la medicina que provoca que millones de víctimas en todo el planeta sufran dolorosas reacciones, se acerquen al suicidio o mueran de formas que permanecen en la opacidad, y Salud a la venta, el nuevo documental de Kirby Dick adquirido por Netflix, lo revela.

La cinta está centrada en los Estados Unidos y en su agencia de salud, la FDA (Food and Drug Administration), encargada de regular todo aquello cuyo contacto con los seres humanos puede poner en riesgo su integridad, pero en ningún momento uno se siente a salvo por pertenecer a otro país, por lo contrario, la sorpresa y el temor aumentan ante la laxitud que los organismos mexicanos han mostrado en numerosas ocasiones. Estamos hablando de un documental de denuncia social que podemos describir con un adjetivo: perturbador.

En la Unión Americana, la industria de dispositivos médicos innovadores produce al año cerca de 300 mil millones de dólares. El dato podría resultar incluso tranquilizante pero, ¿qué pasa cuando a la agencia encargada de regularlos ni siquiera le interesa hacer su trabajo? Cuando los dispositivos llegan a los seres humanos, son implantados, sin haber superado pruebas de calidad que eliminen riesgos a la salud. La respuestas es el terror. Y es lo que cuenta este documental, poniendo el foco sobre unos cuantos de estos dispositivos.

El primero de ellos es Essure, un implante que funciona como método anticonceptivo permanente comercializado por Bayer y aprobado por la FDA. Una pequeña espiral metálica colocada en las trompas de Falopio que funciona mediante cicatrización y un bloqueo permanente de estos conductos. Dicho dispositivo, lanzado al mercado sin investigado correctamente provoca dolores intensos, histerectomías (extirpación del útero), desequilibrios físicos insospechados y daños psicológicos atroces. Los detalles son simplemente escalofriantes.

Aunque el Essure es la columna vertebral del filme, otros dispositivos son denunciados: implantes de cadera hechos con base de cobalto que licúan órganos internos, robots Da Vinci para operar que provocan que los órganos salgan expulsados del cuerpo, o tomografías computarizadas que provocan cáncer. Cada uno igual de terrible que el anterior.

Pero el tema principal no son los efectos secundarios de estos dispositivos y la ignorancia de los médicos que muchas veces con buena fe los utilizan, sino la inhumanidad de las empresas comercializadoras, la corrupción de los agentes del gobierno que toman decisiones exclusivamente por el lobby y su ganancia económica, y cierran ojos y oídos a las evidencias y el clamor de las miles de personas que han sido afectadas.

La indiferencia es indignante y atroz. Las cifras son espeluznantes. Si nos escandalizamos –con razón- ante un torturador, un asesino en serie o un francotirador que mata a personas en un tiroteo, no hay un motivo para no calificar de una mayor indecencia a estos mercenarios de la enfermedad que destruyen tantas vidas.

Pero hay una esperanza para detenerlos en el conocimiento, en el trabajo conjunto, el activismo, la presión pública y el autocuidado, y es el rayo de esperanza en este documental que a ratos asusta mucho más que una película de horror.

https://www.youtube.com/watch?v=7L5khsZ6SvI

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