La opinión generalizada que ha prevalecido y aún prevalece desde la campaña electoral y el eventual triunfo de un multimillonario en los comicios de 2016, instigada por resentidos demócratas a causa de la irremediable derrota de su candidata Hillary Clinton, es que el mundo se enfrenta ahora con Donald Trump a una especie de inesperado “demente” que no sabe ni dónde ni cómo está dispuesto el memorable “orden global”, según esto, aprobado por todos.

Los llamados que se han hecho al “ruin” presidente, son en el sentido de que no pretenda destruir lo que el “establishment” reconoce como “legítimo”; sin considerar que ese “orden global” no es otro sino el neoliberalismo que buscan preservar no sólo los demócratas rencorosos y su adalid, la Clinton, o los líderes de la Unión Europea, o los de algunos países latinoamericanos que navegan con bandera de “demócratas”, sino los mismos medios informativos que han hecho de la crítica al “sociópata”, su Caballito de Batalla.

Curiosamente, a 200 días de la toma de protesta hecha por Trump que se cumplieron en el reciente mes de agosto, ahora uno de tales medios a los que de su parte el presidente ha calificado como “enemigos del pueblo”, recula en sus intenciones y comienza a reconocer que “la buena noticia para Trump es que muchas áreas de la economía siguen funcionando…” En efecto, el noticiero CNN dice en un amplio análisis al respecto, que “la tasa de desempleo es la más baja en 16 años…”, y que “la economía ha sumado más de un millón de empleos desde que Trump asumió el poder…”, entre otros variados temas.

Incluso respecto a la propia Bolsa de Valores de Wall Street, el mismo CNN afirma hoy que su exitoso curso actual resulta “un triunfo innegable para el presidente”, pues “los temores de un colapso del mercado bajo el gobierno de Trump han resultado ser equivocados…”

Y es que lo cierto es que, fuera de los dislates o las peculiares y a veces hasta discordantes formas del supuestamente “inoportuno” mandato, Donald Trump no es un “accidente” en el curso actual del planeta, sino un síntoma más, y a la vez el intento del “libre mercado” de encontrar una alternativa al innegable declive sistémico de Estados Unidos y del conjunto de ese capitalismo globalizado que hoy por hoy sufre una cada vez más profunda crisis global, cuestionado por masas conscientes del empobrecimiento generalizado de la gente y la incapacidad del sistema para resolver el presente y el futuro de la humanidad.

No se debiera olvidar nunca que el neoliberalismo no es sino la fórmula que a partir de los años ochenta los grandes consorcios encontraron —mediante la privatización de las economías, la apertura de las fronteras nacionales y los límites infranqueables a los salarios de los trabajadores―, para hacer frente al irremediable descenso de las tasas de ganancia en los mercados. Así que los llamados a respetar el “orden global” que asumen algunos frente a Donald Trump, no representan hoy sino una inopinada defensa de la “democracia de mercado”, que tanto daño nos sigue haciendo a las amplias mayorías del mundo.

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