A lo largo de su historia, Estados Unidos ha tenido como enemigos a muchos países. Se ha unido a guerras para combatirlos, a otros los ha relegado a una lista negra como el Eje del mal por estar coludidos con el terrorismo, pero Donald Trump sumó a todas estas amenazas a los periodistas, a quienes calificó como “enemigos del pueblo”. Esto fue el 5 de agosto, cuando afirmó que su trabajo es tan destructivo que pueden “causar una guerra”.

El sector informativo no tardó en reaccionar a esta afrenta que estaba haciendo mella a uno los principios constitucionales del país: la libertad de prensa contenida en la Primera Enmienda. Más de 350 medios se unieron a una campaña de defensa de su trabajo bajo el hashtag #EnemyofNone (Enemigo de ninguno), lanzado por el diario The Boston Globe.

En un editorial el rotativo afirmó: “hoy en Estados Unidos tenemos un presidente que ha creado un mantra de que los miembros de los medios que no apoyan flagrantemente las políticas de la actual administración estadounidense son el enemigo del pueblo”, dijo. “Esta es una de las muchas mentiras que ha arrojado este presidente, al igual que un charlatán de antaño arrojó polvo mágico o agua sobre una multitud esperanzada”, agregó en un artículo titulado “Los periodistas no son el enemigo”, enfatizó.

Para analistas políticos como Hernán Molina, esta actitud de Trump es una prueba de que su gobierno se encuentra en una fase que coincide con muchos de los políticos que él mismo ha criticado en países como Venezuela, Argentina, Cuba y Ecuador. En un populismo que solo busca controlar la información y convertir a los medios de prensa libre en simples voceros propagandísticos. Asimismo, para el internacionalista Amando Basurto, la actitud de Trump es una reacción práctica de su administración ante la resistencia de las otras empresas a alinear la información que presentan a la versión oficial.

Estos son los comentarios que concedieron a Siempre! vía telefónica y correo electrónico.

“Trump desafía la realidad inventando una”

Donald Trump acusó directamente a los medios de comunicación de ser los enemigos del pueblo, ¿cómo llegó a esto?

Los medios de comunicación obviamente investigan, reportan una realidad que no se acomoda a los deseos del presidente, por eso los acusa de difundir “fake news” o noticias falsas. El presidente constantemente construye un relato alternativo, una historia o una narración que no es verdad en la mayoría de los casos. Cifras, argumentos poco establecidos, y que en algunos casos desafían la realidad y los hechos. Pero eso es lo que el presidente quiere y la base sigue, cree y acepta lo que el presidente le dice: esa es la gran disyuntiva de este país.

Esto no es nuevo. Lo hizo el chavismo, ahora Maduro; los Kirchner en Argentina; lo hace Daniel Ortega en Nicaragua, Javier Correa lo hizo en Ecuador; todos estos populistas desafían la realidad inventando una, es decir, una que se acomode más a lo que les apetece.

Trump está cuestionando el gran trabajo que ha realizado el periodismo estadounidense, que ha tenido profundidad y profesionalismo, específicamente, ¿a quiénes dirige sus ataques?

En esos casos se encuentran The Washington Post, The New York Times, que son lo más alto del periodismo, de la información y la calidad y rigurosidad informativa. Trump no solo los ataca, también cuestiona los trabajos de las agencias de inteligencia. Lo hemos visto criticando la credibilidad de una institución como el FBI, porque todas estas cosas apuntan a flaquezas de su gobierno, del que varios de sus integrantes están siendo investigados y otros acusados. Algunos como Paul Manafort ya están sentados en una corte esperando el veredicto; no estamos viviendo tiempos normales. Nunca antes, excepto por un caso extremo como el de Richard Nixon, hemos vivido un presidente y una administración acechados por causas judiciales como estas.

Los medios seguirán haciendo sus investigaciones y sus coberturas, aunque le moleste al presidente, porque eso es lo que los medios y los periodistas tienen que hacer. El presidente no los va a callar y menos en Estados Unidos, donde estamos hablando de una democracia, de una república madura. Decía mi abuela: “la democracia se cura sola”. Eso quiere decir que solo se soluciona con más democracia. Trump no va a poder contra los medios. Va a seguir atacándolos sin ninguna duda. La respuesta que los medios han dado me pareció muy positiva: más de 300 medios se unieron a una convocatoria para defender el trabajo del periodista y del periodismo contra el acoso, básicamente, del presidente hacia los profesionales de la información.

Poner límites

¿Al parecer con Trump se abre una nueva confrontación con los medios de comunicación?

Yo creo que no es usual, no pasa todos los días, porque no hemos tenido un presidente que haya vapuleado a los medios. Cierto es que a los presidentes nunca les gustan los periodistas. Les incomoda su trabajo, incluso a aquellos mandatarios que han sido más tolerantes como Barack Obama, quien también se disgustaba con algunos medios, sobre todo con la cadena Fox, porque inventaban cosas. Medios con una gran reputación periodística como The Washington Post también le hacía a Obama preguntas que lo incomodaban, pero nunca tuvo una reacción tan lapidaria o cuestionable contra el trabajo del periodismo y la necesidad del periodismo como parte de una república activa y pujante.

Estamos viendo un momento muy anormal, creo que hay una gran consternación no solo en la gente de prensa, que está siendo blanco tanto del presidente como de sus mismos funcionarios y hasta de sus seguidores, que no tienen ninguna clase de responsabilidad para con nadie más que con ellos mismos. Atacan por ejemplo a Jim Acosta, de CNN, quien ha sufrido ataques verbales durante los mítines del presidente.

 

¿Cuál sería la perspectiva para los medios respecto a Trump?

Estamos viviendo momentos sumamente anormales que hacen necesario poner un límite a Trump y decirle: “nosotros vamos a seguir haciendo nuestro trabajo, le guste o no”. Él quiere tener solo agencias que hagan propaganda, que repitan lo que él dice. Él quiere más cadena Fox, donde tiene a un tipo como Sean Hannity, que no es periodista, sino un “talking head”, que son gente parlanchina, capaz de hablar por horas lo que el presidente les sopla al oído.

Eso es lo que Trump quiere básicamente.

Gracias a Dios en este país tenemos a The New York Times, a The Washington Post y otros grandes periódicos distribuidos en todo el país que saben lo que tienen que hacer.

Hernán Molina.

Los medios persistirán en su desafío a Trump: Amando Basurto

La confrontación de Donald Trump con los medios de información no es nueva. A pesar del elevado tono que ha adquirido, esta confrontación era ya evidente durante su campaña presidencial. El discurso populista que le ha provisto de gran popularidad en varios sectores de la población incluye afirmar que importantes medios de información se han dedicado por décadas a mal informar al pueblo estadounidense y a defender el statu quo.

El presidente Trump ha criticado y apodado como fake news la información y análisis presentados por importantes empresas como CNN, MSNBC, The New York Times y The Washington Post mientras, por el otro lado, ha defendido y hasta promovido la programación de Fox News como la única fuente masiva de información confiable. La relación casi simbiótica entre la Casa Blanca y los noticieros de Fox es una reacción práctica de la administración ante la resistencia de las otras empresas a alinear la información que presentan a la versión oficial, que ha sido sistemáticamente inexacta o simplemente falsa. Esta dinámica de desencuentro con los medios ha sido potencializada por el perfil confrontacional que han tenido todos los voceros de la presidencia Trump.

Es difícil predecir las implicaciones y consecuencias de la confrontación entre la administración Trump y los medios de información, pero no porque sea inédita. Desde finales del siglo XIX algunos medios impresos se dedicaron a publicar textos en los que se evidenciaba la corrupción, especialmente en el gobierno federal; para principios del siglo XX los medios y periodistas que se dedicaban a investigar y hacer públicos los actos de corrupción gubernamental fueron apodados “muckrakers”, término que utilizó despectivamente el entonces presidente Theodore Roosevelt. Durante la administración de Richard Nixon se dio una nueva y escandalosa confrontación debido a que el presidente decía ser víctima de la desinformación ideológica por parte de los medios en su contra. Tras una inicial “luna de miel con los medios” el presidente Nixon se quejó del uso de información filtrada para difamar y restar credibilidad a su administración, así que comenzó a amedrentar a los medios sistemáticamente bajo la dirección del infame estratega político Patrick Buchanan quien era su asesor (y quien acuñó el termino de “mayoría silenciosa”); el escándalo Watergate llevó al final abrupto de la administración Nixon y la confrontación con los medios no tuvo mayores consecuencias.

Amando Basurto.

El caso de Donald Trump es distinto: a pesar de conocer muy bien el ambiente mediático (por ser un business/showman). Trump inició su mandato en una posición ofensiva contra de los medios que desde su campaña desafiaron el contenido tanto de sus discursos como de sus políticas propuestas; nunca antes un presidente se encontró con una prensa combativa en su contra desde el día uno de su gobierno (y no solo la prensa, desde el día uno también los programas de comedia le han sido crudamente adversos).

Me parece que los ataques de la administración hacia los medios de información no pasarán de ser discursivos, y de la presión “normal” que una presidencia puede ejercer contra ellos dentro de los causes legales; cualquier intento de sobrepasarse sería, a mi sentir, inmediatamente criticado y desafiado desde los poderes legislativo y judicial.

Los medios que son atacados por Trump no cambiarán de posición; muy al contrario, todos los días reiteran su compromiso con lo que ellos llaman “verdad” en contra de la pos-verdad que intenta imponer mediáticamente la Casa Blanca. La prensa estadounidense no-alineada a la administración está utilizando los ataques desde la presidencia para vestirse y presentarse como héroes de la libertad y el “American way of life”.

Los medios que son retóricamente “desacreditados” por Donald Trump solo han perdido credibilidad ante muchos republicanos que son fervientes seguidores del presidente. En este desencuentro, Trump tiene la de perder porque su estrategia ofensiva ha descuidado completamente no solo la veracidad de la información que presenta sino la forma en que la presenta.

(El autor es doctor en política por la New School for Social Research y maestro en relaciones internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente realiza una estancia posdoctoral de investigación en el posgrado de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM)