Entre los retos más importantes que enfrentará el nuevo gobierno de la república, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, están lograr la paz y recuperar la seguridad. Se trata de una tarea impostergable, urgente y donde no existe tiempo para la improvisación, por lo cual los foros que iniciaron el pasado 7 de agosto en Ciudad Juárez, Chihuahua, culminarán en el mes de octubre, para que en noviembre se tengan los resultados. Se trata de espacios plurales en donde se escucharán todas las voces y que resultan pertinentes y necesarios, si se desea llegar al 1 de diciembre con un plan integral, articulado, viable y, sobre todo, que atienda las demandas de las víctimas y de sus familiares.

Hace un siglo, en 1918, México salía de una guerra civil, las facciones revolucionarias se disputaban la conducción del país; la tinta de la Constitución de 1917 apenas se había secado y los logros revolucionarios eran simples promesas; el país olía a pólvora, en las batallas y refriegas habían muerto miles de mexicanos producto de las balas, el hambre o las epidemias. Hace un siglo, México buscaba su pacificación por medio de la institucionalización de la lucha armada y el cumplimiento de las demandas revolucionarias.

Un siglo después, 2018, México requiere la pacificación y poner fin a la violencia desatada por la delincuencia organizada y que ha convertido nuestro país en uno de los más violentos del mundo. Cárteles de narcotraficantes, bandas de secuestradores, huachicoleros, tratantes de personas, contrabandistas, asaltantes de bancos y ladrones han convertido el territorio nacional en un páramo de fosas clandestinas. México es un país de desaparecidos y “levantados”, de víctimas de la disputa de plazas y territorios, de ciudades enteras que viven bajo un régimen de terror y de miedo, ni la Ciudad de México escapa a esta terrible situación.

Es falso que el problema de la violencia y la inseguridad esté sobrediagnosticado. La pieza angular en el proceso de pacificación y de recuperación de la seguridad está en escuchar a las víctimas y a sus familiares. Por ello, resulta tan importante que en estos foros las voces que se alcen con mayor fuerza sean las de las víctimas que han padecido años de desesperante espera y que han padecido la ineptitud y negligencia de las autoridades de todos los niveles de gobierno y ámbitos de competencia.

Perdón sí, olvido no. La violencia solo traerá más violencia, no puede aplicarse la ley del Talión de ojo por ojo, diente por diente. Esto significaría el fin del Estado de derecho y, con ello, la cancelación de la construcción de una paz digna y de recuperación de la seguridad.

Si para algo debe servir la legitimidad del nuevo gobierno, producto de la voluntad de 30 millones de votos, será para proponer una nueva estrategia de combate a la delincuencia y de construcción de la paz. Se inició bien, porque la voz que se escuchó con más fuerza en Ciudad Juárez fue precisamente la de las víctimas.