En su libro de reciente aparición El ensayo: fundamentos y ejercicios, Asmara Gay seleccionó con certero criterio algunos momentos brillantes de entre los procesos intelectuales que ha atravesado el mundo occidental y sus tópicos argumentativos. La obra está destinada al sujeto que desea ir más allá de los topoï aristotélicos para hallar en la movilización de las ideas uno de los placeres del razonamiento. El ensayo nos ayuda a convencer o persuadir, pero también a revertir nuestras creencias o, por lo menos, cuestionarlas. Todo crecimiento intelectual se apoya en este movimiento, sin el cual caeríamos en fundamentalismos o tópicos anquilosados, tan ajenos a la pluralidad, ligada siempre a la libertad de expresión, a la democracia moderna y al arte.

La autora sintetiza el recorrido que han tenido las ideas y toma como modelos a distintos autores occidentales. La máxima virtud del libro es la sencillez y a menudo el tono de charla, tan enaltecido en la obra. Por ello posee una función básicamente informativa y didáctica. Asmara se cuida de deslindar este prestigioso género de otros, más escolares, pero que a veces se confunden con el ensayo, como el reporte de lectura, el comentario, el informe o el texto de divulgación; también lo deslinda de géneros periodísticos, como el artículo de opinión. Concibe el ensayo como la “charla” que alguien sostiene consigo sobre un tema. Esta definición se liga a Montaigne, quien acuña el término y lo vincula a la autobiografía literaria y vivencial, a diferencia de Francis Bacon, quien lo vincula a la impersonalidad de la mirada objetiva y a las evidencias. La dificultad de comprender el ensayo como género radica en su flexibilidad. Sin negar otras posibilidades, incluida la académica, Asmara prefirió relacionarlo con una “charla” en que el ensayista exhibe su pensamiento con libertad y no siempre para demostrar hipótesis, como lo haría una tesis académica.

Las cualidades didácticas e informativas del libro se combinan con otra no menos atractiva: la de la antología comentada. A fin de ejemplificar modos de ejercer el ensayo, cita pequeñas obras o fragmentos de ellas, y así desfilan diversos ensayistas. La autora propone dos grandes tipos de ensayos: formales o académicos e informales o personales. Entiende los últimos como los que evidencian la subjetividad del escritor, y elabora una interesante, aunque tentativa, clasificación de ensayos informales. Digo tentativa porque la misma autora apunta que “hay tantos tipos de ensayos como ensayos hay escritos”. Se refiere al ensayo reseña, al comparativo, al dramático (que juzga como “antiteatro”) y al narrativo, entre otros híbridos.

Otro acierto del libro es que, en lugar de adentrarse en las a menudo áridas estructuras de la argumentación lógica, con sus nombres latinos, prefirió hablarnos, de modo más amable, de argumentos por comparación, por ejemplificación, por autoridad, entre otros, así como de demostración y refutación, llamada también contrargumento, y enumera tipos de falacias, tan utilizadas en discursos publicitarios y políticos.

La obra se divide en cuatro partes: en la primera, la autora selecciona algunos antecedentes occidentales de lo que conocemos como ensayo; en la segunda, lo define y caracteriza; la tercera se concentra en su estructura, y la cuarta despliega una tipología de este género tan impuro. Una virtud de la obra es que no permanece en lo teórico. Su objetivo no es sólo aportar conocimiento, sino que el usuario lo ponga en práctica; una de sus estrategias es seleccionar modelos. Sólo agrego que, para quienes hemos hecho de la actividad intelectual nuestro modo de vida, este libro se disfruta como una charla de sobremesa. Se agradece la idea de sistematizar con agilidad un género tan difícil de asir, tan conflictivo y movedizo.

Asmara Gay, El Ensayo. Fundamentos y Ejercicios. Fundación universitaria de derecho, administración y política, S.C., México, 2018; 152 pp.