Remontémonos a principios de siglo. Mete los apellidos de los que mandaban entonces y los que mandan ahora… Son familias, son familiares. Tienes una serie de nombres que aparecen con la Monarquía, con la República, con el Frente Popular, con…

Jorge Verstrynge

Vemos imágenes inéditas en esta larga transición, que parece no terminar. El presidente electo toma decisiones, opera el control del poder sin contar más que con la constancia de presidente electo. Que en estricto sentido legal sirve para saber que él ganó las elecciones y que será el próximo presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Pero, eso, solo sucederá cuando tome protesta el día primero de diciembre, ni un minuto antes, sin embargo, en la realidad, está actuando como presidente legítimo, con poder y facultades —aunque no las tiene y lo sabe—; lo peor del caso es que todos los sectores de la sociedad —pasmados y confundidos—, los partidos de oposición —que están ausentes, y no se oponen a nada— e incluso los otros poderes de la Unión —que actúan como subordinados y no como contrapeso— se encuentran en un remolino sin salida, que los tiene anonadados y a los pies del nuevo emperador.

Incluso el presidente constitucional actual, preocupado ya porque este periodo se acabe, ha decidido por acuerdo político por encima del Estado de derecho y de las instituciones trasladar su poder y facultades a quien lo sustituirá. Una especie de transmutación de figuras presidenciales y facultades entre el que es y el que aún no lo es genera una perversión jurídica y violenta la democracia.

Estoy de acuerdo con una transición tersa, con una auténtica colaboración entre las autoridades salientes y los ganadores de la contienda. Pero de ahí a torcer la ley, generando acciones metaconstitucionales por componendas políticas, es señal de que el futuro no será alentador.

Andrés Manuel tiene mayoría en las Cámaras Legislativas y aunque logre los números suficientes para aprobar las reformas constitucionales que presente, estas no podrán estar sustentadas en violaciones a derechos humanos fundamentales, ni en la trasformación o cambio de nuestra forma de gobierno e instituciones constitucionales autónomas. Esto es así porque la constitución tiene los elementos necesarios para que no pueda ser revertida o cambiada en su totalidad, por cualquiera que llegue al poder, aunque cuente con las mayorías que le permitan en los hechos hacerla.

Solo un constituyente convocado específicamente para generar un nuevo orden constitucional podría generar una dinámica profunda de transformación, el constituyente permanente, es decir, las cámaras actuales, tienen límites para hacer reformas a la Constitución.

Es peligroso que López Obrador se comporte como monarca, imponiendo ideas y acciones a los otros poderes, aun no es el presidente constitucional y ya los tiene sometidos. ¿Qué sigue?

@perezcuevasmx

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