Andrés Manuel López Obrador, virtual presidente electo de la república, durante su campaña dijo repetidamente que invertiría para salvar del desastre las refinerías mexicanas y reducir de esa manera la fuga de divisas que representa la importación de gasolinas y otros derivados.

López Obrador, ya como triunfador de la elección presidencial, volvió sobre el tema y prometió que a mitad de su sexenio estarán rehabilitadas algunas refinerías —¿tres?— hasta completar seis, más una que habrá de construirse para producir los derivados de petróleo que México necesita y hacer posible una baja en el precio de los combustibles.

Por su parte, la zacatecana Rocío Nahle, futura secretaria de Energía en el gabinete de Andrés Manuel —siempre y cuando no le den un vasconcelazo o un pacoignaciotaibazo—, insistió recientemente en la necesidad de rescatar las refinerías para recuperar la autosuficiencia energética, dejando de exportar crudo para procesarlo en el país, lo que permitirá crear empleos y generar valor agregado.

Nahle García sabe de lo que habla, pues es ingeniera química especializada en petroquímica por la Universidad de Zacatecas, con estudios de posgrado en la UNAM y la Universidad Veracruzana. Además, tiene una larga trayectoria laboral en Pemex, en tanto que trabajó en los complejos de Pajaritos, Cangrejera y Morelos.

Pemex ha sido la vaquita más ordeñada por el neoliberalismo. De manera deliberada se descapitalizó la empresa mediante un régimen fiscal que le impedía toda posible ganancia, se abandonaron pozos de producción baja, pero rentable, para lanzarse en busca de otros más productivos; las refinerías y otras instalaciones fueron reducidas a chatarra por el abandono sistemático de los gobiernos panistas y priistas, los cuales fomentaron la baja productividad con la complicidad de una dirección sindical archicorrupta y de funcionarios sinvergüenzas, quienes además de enriquecerse fomentaron el huachicoleo para acabar de hundir la paraestatal y mostrarla como un caso de desastre que había que entregar a empresarios mexicanos y sobre todo extranjeros.

El neoliberalismo, que se resiste a morir, ha lanzado mediante sus plumíferos una campaña que pretende mostrar como equivocada una política de rescate de Pemex. Su argumento central es que resulta más barato importar las gasolinas, lo que no solo es una mentira, sino que pretende reducir algo tan complejo a un asunto meramente mercantil, cuando lo fundamental es que se halla en juego la soberanía nacional, ni más ni menos.