Don Julio Temiguel comenta que el maíz granulado no sirve, se echa a perder: “según nos regalan el fertilizante y el granulado, pero para la siembra ya no sirve, si pone uno el bulto cerrado en la tierra, este se pudre; el gobierno de todas formas nos está fregando y según es gratis, por ser gratis este no sirve”.

“Para poder cosechar mi siembra tengo que contratar de 12 a 15 peones, hombres, mujeres e incluso algunos traen a sus hijos por la falta de ingresos. Ellos ganan cien pesos diarios, aparte su almuerzo y su comida, y aparte el refresquito. (Un gasto que viene siendo en total un salario de ciento sesenta pesos más o menos por peón). Empezamos a temprana hora para acabar temprano, el maíz esta súper barato, como productor nos lo compran a cuarenta pesos, y lo revenden a cincuenta y cinco pesos o sesenta pesos, el gobierno aumento la gasolina, eso nos perjudica a nosotros, ya que no hay un solo precio para la venta del maíz”.

“Cuando uno que es productor quiere ganarse un pesito más, tiene que estar todo el día en el mercado esperando el cliente, y si lo vendes por mayoreo lo quieren bien barato. Ahora el precio de la tortilla subió a veinte pesos, a nosotros nos compran bien barato el maíz, ¿dónde queda nuestro trabajo o nuestra ganancia?, si para todo nos cobra impuestos el gobierno. Aquí según en nuestra tierra natal Zitlala, nos trajeron a regalar televisiones, ¿Cual regalar?, si las pagamos de nuestros impuestos, nos quieren hacer mensos, la gente por estar ahí entretenida va por sus televisiones, si el gobierno ofreciera empleos, estaríamos mejor y nuestros hijos también. Nuestra jornada de trabajo, es sólo por temporada, también tenemos que estar al pendiente de los trabajadores; ya que en este tiempo de viento y frío salen muchas alacranes y les pueden picar, les afecta muchas veces porque el piquete de alacrán les puede trabar y hay que llevarlos al servicio médico, si no hay medicamento, se tiene que ir uno de urgencia a Chilapa para ser atendido”.

Mientras platicábamos, con gran entusiasmo, comenta: “la tierra que siembro lleva más de diez años, de ahí tenemos que sacar para comer, para los gastos de la casa, la satisfacción que tengo es poder dar empleo a mis paisanos; no es como yo quisiera, pero al menos por temporada los voy apoyando”. Los señores cortan la mazorca apurados, entre ellos se encuentran cuatro niños, el más pequeño se llama Marcos. Le pregunto: ¿Vas a la escuela?, -si. ¿Cuántos años tienes?, -seis. ¿Y porque no fuiste hoy a la escuela?- sonriendo y entre dientes, -vine ayudar. Marcos sigue apurado cortando la mazorca a sus seis añitos, pero contento, al lado de otro niño más grandecito que seguía trabajando. Al tomarles una foto esconde su rostro, pero están apurados llenando el tecolpete que cargan a cuestas. Da tristeza ver que no va al jardín porque ya tiene que ayudar a cortar la mazorca.

Las nanas y tatas apurados en la lona que tendieron en el suelo para echar toda la mazorca, ahí mismo la pelan y la van echando en costales para después ser trasladados hasta el último de la jornada de trabajo; las manos de las señoras muy maltratadas por cortar la hoja de la mazorca, sus caras quemadas por el sol, su rostro cubierto con una pañoleta o sombreo. Los señores con doble camisa, para que no les pique el ajuate que se produce al cortar la mazorca, llevan unos huaraches muy desgastados, propensos a ser picados sus pies al caminar entre la milpa por alguna alacrán, así es la vida cotidiana de un campesino.

Continuamos con la plática del campesino mayor: “Casi tenemos que sembrar más de una hectárea para que podamos ganarnos unos cuantos pesos, hay veces que no se da la milpa como se debe y se echa a perder, se invierte más de lo que se obtiene de ganancia, primero Dios y con su bendición esperamos que podamos juntar unos centavitos para pagar los impuestos y poder comer frijoles con tortillas, al menos eso ya es seguro, para medio comer ya habrá durante el año”, nos comenta.