El 22 de agosto de 2010, cerca de la carretera que conecta Tampico con Ciudad Victoria, la capital del estado de Tamaulipas, justo en San Fernando, dos camiones con redilas llenos de personas fueron interceptados por una veintena de hombres armados y encapuchados que se identificaron como miembros de la organización delictiva de Los Zetas. Las personas que viajaban en el interior de los vehículos se dirigían a la frontera, para cumplir con el sueño americano; se trataba de migrantes centro y sudamericanos.

Los Zetas los cambiaron de camionetas y los condujeron por un camino sin pavimentar, recorriendo una brecha entre campos y casas abandonadas. Se detuvieron en una bodega abandonada, con una puerta de lámina roja oxidada y repleta de orificios de bala.

Los migrantes fueron separados en grupos de acuerdo a su condición física, sexo y edad, y llevados al interior de la bodega, para después ser conducidos a cuartos adjuntos donde fueron interrogados, pues sus captores creían que se dirigían a Reynosa, para unirse a las filas del grupo rival: el Cártel del Golfo.

El líder del grupo zeta ordenó a sus hombres que vendara los ojos de los presos. Los hincaron junto a los muros y les dieran un balazo en la cabeza. Se trató de la masacre más grande del crimen organizado en México, hasta entonces.

Este no fue un episodio aislado, sino parte de una larga guerra entre organizaciones criminales que ha permanecido prácticamente en secreto, a pesar de haber provocado miles de muertes, desapariciones, desplazamientos forzados y miles de millones de dólares en gasto de seguridad.

Sobre todo esto escribe el periodista Juan Alberto Cedillo en su libro Las guerras ocultas del narco (Grijalbo 2018), en el que, apoyado en los testimonios de los capos en juicios realizados en México y Estados Unido, así como de documentos expuestos por Wikileaks y 10 años como reportero en el norte del país, relata y explica los años de una guerra que ha ensangrentado al país y que no parece estar próxima a terminar.

Juan Alberto Cedillo

-¿Cómo ha sido cubrir un conflicto tan complicado y riesgoso para la prensa?

Yo hacía la cobertura de los negocios, pero la violencia empieza a crecer y nos involucra a todos. Al principio, cuando empiezan a suceder estos actos tan terribles en las calles era algo muy llamativo, pero después esto va creciendo y se vuelve grave. A mí me toca trabajar para la revista Proceso y eso me ayuda un poco para realizar el seguimiento de la información con base en los juicios que ya se daban en los Estados Unidos. Este libro está basado en los testimonios de los juicios de Austin, Downsville, San Antonio, donde estuvieron altos dirigentes tanto del Cártel del Golfo como de Los Zetas, con información de cómo se manejaban dentro de los grupos delincuenciales, y eso me facilitó poder narrar la historia.

-¿Es posible confiar en los testimonios de los capos?

Eso es lo que yo me pregunté, porque ellos van como testigos de la fiscalía, y como les ofrecen la reducción de su condena si cooperan, pues pueden decir lo que quieran oír los fiscales. Pero uno de los problemas que tienen es que si la defensa los encuentra como un mal testimonio, pierde validez su palabra. Además, a mí me correspondió confirmarlo también, porque yo estuve cubriendo 10 años todo lo que narraban y, en general, estaban contando las cosas tal y como ellos las habían vivido.

-¿México se convirtió en un Estado fallido?

Sí, Tamaulipas es una prueba de que hay regiones del país que están operando como estados fallidos. El gobierno actual y el de Calderón han presentado diversas opciones para pacificar entidad, pero si tú buscas en Youtube “balaceras en Reynosa”, te va a salir que en los últimos 10 años hubo más de 5 mil balaceras en esa ciudad.  

Casino Royale

-¿La corrupción es parte de la cultura de los mexicanos, como dijo Peña Nieto?

No creo.  La corrupción es uno de los pilares básicos para que toda esta situación de violencia e inseguridad llegara a los extremos en los que estamos, pero no es cultural. No todos somos corruptos.

-¿La prensa ha sido víctima o ha sido cómplice?

Las dos cosas. Por ejemplo, en Coahuila y Tamaulipas se recibió mucho dinero de parte del gobierno para que no se publicara nada, pues había un gobierno que estaba en complicidad con los grupos criminales. Además, la prensa nacional que tiene mucha influencia en provincia, manejó de manera muy liberalmente esta violencia, porque no tenían manera de confirmar los hechos. La mayoría de los acontecimientos más terribles sucedieron en la provincia y uno de los problemas que tiene la prensa nacional, la mal llamada prensa nacional, es que no entiende la provincia. Este libro trata básicamente de ser una narrativa de la violencia desde la perspectiva de la provincia y no desde el centro del país, porque lo que se conoce en el centro viene del Estado. Y es muy difícil que así se puedan ofrece certezas.

-¿De qué tamaño ha sido el éxodo que provocó la violencia? ¿Te parece que es uno de los rostros olvidados o ignorados de la violencia?

Sí, de hecho el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESASva a publicar próximamente un libro sobre desplazados. Un caso común en el noreste es el de Mier, el pueblo mágico que está en la frontera de Tamaulipas, donde tres cuartas partes de su población se fue de allí. Luego en Nueva León hubo una huída de empresarios a Texas, cuando la violencia estaba en su máximo apogeo. También podemos hablar de periodistas desplazados, gente que se cambió de trabajo… No se pueden contabilizar porque no hay un estudio fuera de esto que va a salir, que será el estudio más serio hasta ahora.

-En tu libro mencionas poco a Calderón. ¿Cuál fue su papel en la guerra que narras?

Actuar con una estrategia que no fue la correcta. Él se sometió a lo que el gobierno de Estados Unidos le impuso. A finales del sexenio de Vicente Fox, se acercan con Calderón como candidato -esto lo narra un embajador en los documentos de Wikileaks- para replicar lo que hicieron en Colombia y se lo proponen como el Plan Mérida: un modelo militar para combatir a los grupos criminales. Desgraciadamente el mayor instrumento que utilizan es el ejército, y los grupos como el Cartel del Golfo ya tenían comprados a muchos generales en las regiones en donde se supone que iban a combatirlos.

-Se rumoró mucho que el Cártel de Sinaloa fue beneficiado por Calderón. ¿Fue cierto?

Pues en un momento dado se puede interpretar como si fuera cierto, porque todos los grupos criminales en un momento dado La Familia, el Cártel del Golfo y Sinaloa se unen contra Los Zetas porque se había convertido en un poder paramilitar muy grande. Entonces le mandan un mensaje a Calderón para que los deje actuar en lo que eliminan a estos tipos y que luego ya se vaya contra ellos. Le piden una tregua para poder combatir a Los Zetas.

Familiares de los 72 migrantes muertos asesinados en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010, se manifestaron afuera de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para pedir justicia por sus allegados.

-Se cumplieron 8 años de San Fernando. Al final de su sexenio, Calderón afirmó que el peor momento de su gobierno fue el casino Royale y no San Fernando. ¿Fue un enfoque clasista y xenófobo?

Sin duda que sí, porque en San Fernando las víctimas no eran solamente mexicanos. San Fernando era lo peor en la historia reciente hasta que vino lo de Allende. Pero claro, como Monterrey era la capital financiera y había que mantener una imagen internacional… pues lo otro no les importa tanto.

-La masacre de Allende no alcanzó a ser tan mediática como otros eventos a pesar de sus dimensiones. ¿A qué se debió?

Primero porque gracias a la complicidad que tenían Los Zetas con el gobierno de Coahuila estuvo escondida. A mí me manda Proceso a la región en diciembre de 2012, cuando la masacre ya tenía más año, y eso porque el gobernador había mencionado algo. Cuando vamos no podemos investigar porque allí estaban todavía los capos y se vivía una situación muy delicada. No pudimos sacar gran cosa. Ya sabíamos que había pasado algo pero no podemos confirmar mucho. Entonces cuando Proceso publica ese primer reportaje en 2012, no pasa nada. La masacre de Allende fue escondida mediáticamente desde 2011 hasta 2014. Esto lo retoman después Vice y El País, y es cuando empieza a crecer, pero como habían pasado cerca de cuatro años, ya nadie le hizo caso.

Es una de situación terrible, porque es lo peor que ha ocurrido y como dices, Ayotzinapa, por ejemplo, tuvo mil veces más cobertura que esta masacre.

-¿Los mexicanos nos volvimos indolentes?

Sí, nos estamos acostumbrando a la violencia y a la narrativa del gobierno de que “ah, son víctimas pero andaban en malos pasos” y “lo mataron o lo desaparecieron porque a lo mejor tenía algo que ver”. Y esa es la manera en que la sociedad está asimilando esto. No hay una respuesta de la sociedad ante la violencia.

-¿El delincuente millonario, rodeado de camionetas y mujeres, que vemos en las narconovelas es un mito?

Claro que es un mito. Tiene que ver una figura discriminadora mal entendida.

-¿Con la desarticulación del cártel de Los Zetas, terminó la era de los grande capos?

No, se termina la era de este grupo que ahora está muy debilitado que ahora se llama Cártel del Noreste, pero el de Sinaloa y otros grupos después de cumplir la misión de desintegrarlos, tuvieron un debate que se llamó “volver a la vieja escuela”, que consistió en decir que en algún momento los grupos se metieron con la población, pero ellos eran narcotraficantes que no tenían nada que hacer con extorsiones y secuestros. Entonces pidieron a los grupos fuertes que regresaran a su negocio -aunque el Cártel del Golfo no hizo caso-. Los cárteles fuertes, que ahora serían dos o tres, entre ellos el Jalisco Nueva Generación, siguen teniendo grandes capos.

-¿Por qué si hay tantas pruebas contra ex mandatarios, el gobierno de México no ha podido aprehenderlos y mandarlos a la cárcel?

Esa es una muy buena pregunta para la Procuraduría General de la República. Recuerda que las aprehensiones más fuertes contra gobernadores vienen de Estados Unidos: Yarrington, Eugenio Hernández, y van ahora contra Humberto Moreira… En México no los han detenido.

-¿Qué opinión te merece los foros de pacificación de AMLO?

Pues que están completamente fuera de contexto. Por eso le han ido tan mal. Su lenguaje es muy poco certero para la realidad del país. Hablar de perdón, de amnistía, de reconciliación, sería un lenguaje propio para Colombia, para las FARC, no para México. Eso da a entender que tienen un diagnóstico equivocado.

-¿Cambiará en algo el escenario con López Obrador?

No va a variar mucho lo que está pasando ahorita. La mayoría de los actores actuales son pandillas que copiaron el modelo que dejaron Los Zetas. Quienes operan en Iztapalapa, en Ecatepec… pero los grupos Chalco y la Unión Tepito son el mejor ejemplo. Esto no se va a resolver, se tiene que reducir, pero no se va a parar en el corto plazo.