Una larga y accidentada negociación de más de un año parece haber terminado, al menos para México. Es importante que antes de echar las campanas al vuelo, recordemos que el TLCAN es un tratado trilateral.

El arduo proceso de revisión estuvo marcado por la “estrategia” agresiva e incluso amenazante en ocasiones del presidente Trump, y tanto México como Canadá resistieron las presiones y amagos estadounidenses. Al final de la negociación, se discutieron temas de manera bilateral entre las partes y lo que se festinó en días pasados en Washington fue el acuerdo previo entre Estados Unidos y nuestro país, en los temas en que ambas naciones mantenían discrepancias.

Lo anterior no significa que exista ya un acuerdo de renovar el TLCAN, falta aún que Canadá y Estados Unidos alcancen acuerdos en temas que mantienen “encorchetados” entre ellos, como sensiblemente los relativos a lácteos y madera, en los cuales Canadá no parece que vaya a transigir, aunado a la relación tirante del primer ministro canadiense y el inefable Trump.

Por lo pronto, haciendo a un lado la utilización y manipulación electoral que hizo el inquilino de la Casa Blanca del acuerdo parcial alcanzado con nuestro país, se emitieron señales de tranquilidad en los mercados, que derivó entre otras cosas, en una apreciación del peso frente al dólar.

Por otra parte, tendrá que realizarse un análisis sereno de lo negociado en diferentes capítulos y cómo impactará en los diversos sectores productivos involucrados. ¿Es bueno lo negociado en el tema automotriz?; la cláusula relativa a la fabricación de un volumen porcentual de unidades automotoras solo en zonas de un salario no menor a 16 dólares o la elevación a 75 por ciento del contenido, este hecho en Estados Unidos o México (regla de origen); cómo afectaran estos acuerdos a nuestros socios europeos y asiáticos.

En el sector agrícola, lo que hasta ahora conocemos no parece afectar a nuestros exportadores. Se ganó el punto de la estacionalidad y se mantiene la tasa cero en el intercambio de comercio agroalimentario. Es urgente ponderar la inclusión del tema de biotecnología y sus alcances.

Por otra parte, resulta alentador que se mantengan intocados los capítulos de solución de controversias y otros temas, como mecanismos de compensación, no gravar con aranceles productos originarios y en general las exportaciones. O la prohibición a las partes para exportar productos usados o prefabricados.

Los expertos en temas de propiedad intelectual tendrán que revisar la equidad de lo pactado en esa muy importante materia y si afecta o no los interés nacionales. En fin, como se dice, hay que revisar la letra chiquita.

Uno de los temas relevantes es que en materia energética se dejó a salvo la soberanía nacional en tanto que se expresa que México puede realizar cambios legislativos en la materia en lo constitucional y legal, lo que sale sobrando y no debió ser incluido en el texto.

Es indudable que lograr este acuerdo con nuestro mayor socio comercial se traduce en un clima de estabilidad económica y solo resta esperar la decisión de Canadá. Aunque debe considerarse que la lógica de bloques comerciales existente cuando se firmó ha cambiado. El mundo globalizado no es el mismo.

Lo único lamentable es que este acuerdo esté siendo utilizado facciosamente por Trump para las elecciones legislativas que renovarán la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Y más triste ver las imágenes de los negociadores mexicanos sentados obedientemente frente al escritorio de Trump, que horas después volvió a insultarnos con su necedad de construir el muro.