Cuando los que mandan pierden la vergüenza,

los que obedecen, pierden el respeto.

Georg Christoph Lichtenberg

Mientras que Enrique Peña Nieto y José Ramón Amieva se esfuerzan en facilitar el proceso de transición administrativa a favor de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, respectivamente, en la administración pública federal y de la capital hay funcionarios que o no entendieron el mandato popular del 1 de julio a favor de un cambio que destierre corrupción e indolencia gubernamental o bien han decidido culminar la perversa estrategia inmobiliaria que puso en venta la ciudad al cártel inmobiliario.

Lo anterior se sustenta de manera fehaciente al constatar las quejas vecinales, reflejadas en primeras planas, sobre las acciones en contra de los espacios públicos o de uso vecinal en diversos puntos de la ciudad.

Mucho se agradeció la decisión de las autoridades militares al cancelar la venta del boscoso terreno de Industria Militar que puso en vilo a los habitantes tanto de las futuras alcaldías de Miguel Hidalgo como a los de Álvaro Obregón; pero a diferencia de la atinada acción castrense, autoridades de la Semarnat “cedieron” la administración del Parque Bicentenario, una de las pocas obras reconocidas a la administración de Felipe Calderón en las 55 hectáreas de los terrenos de la antigua refinería de Azcapotzalco, cuya función social es ampliamente estimada por vecinos tanto de esa futura alcaldía como de la Miguel Hidalgo, en cuyo territorio se ubica dicha obra puesta a subasta con dedicación a un proyecto excluyente que se beneficiará de lagos y zonas arboladas para uso exclusivo de los residente de sus torres departamentales, coto gentrificador repudiado por el futuro alcalde, Vidal Llerenas, con el apoyo de su homólogo de Miguel Hidalgo, Víctor Hugo Romo.

En tanto, en Iztapalapa los pueblos originarios de sus ocho barrios, junto a las diputadas Ana María Rodríguez y Ernestina Godoy, luchan por impedir la invasión del paraje Las Cufas, ubicado en el mítico Cerro de la Estrella, hito geográfico de la civilización del Anáhuac, cuyo valor histórico ambiental debe ser plenamente protegido en beneficio del equilibrio ecológico y del patrimonio espiritual de esos pueblos y barrios originarios.

También, en pleno corazón de la ciudad, en la Cuauhtémoc, los vecinos han logrado detener la destrucción de una bella casona de las calles de Oaxaca y se preparan a defender el deportivo privado, ubicado en Montes de Oca 61, que por décadas ha servido a la comunidad de la colonia Condesa, pero sobre el que hoy pesa un turbio interés a favor de la gentrificación.

En estos últimos días vemos actitudes encontradas dentro de los gobiernos salientes: tanto funcionarios sin pudor, como titulares preocupados en entregar tersamente sus cargos; los primeros acreditan a cabalidad las sabias palabras del escritor alemán Lichtenberg, para quien la sociedad pierde el respeto a sus gobernantes cuando estos pierden la vergüenza, y —desgraciadamente— en nuestra ciudad los desvergonzados gubernamentales sobran. Lo bueno es que ya se van.