La ciudad de Querétaro es, a partir del primero de agosto, y según dicen sus autoridades, la primera ciudad latinoamericana en prohibir el uso de bolsas de plástico en los comercios, las pequeñas tiendas y los supermercados.

La medida ha sido antecedida por una intensa campaña cuyo lema es bastante pegajoso y que manifiesta la necesidad ciudadana de poner su granito de arena en la conservación del medio ambiente: “¡Sin bolsa, por favor!”.

Según los datos del sector, cada familia mexicana utiliza un promedio anual de 650 bolsas de plástico que, posteriormente, tira a la basura. La medida toma fuerza si se piensa que en México viven casi 35 millones de familias, que, multiplicado por el número de bolsas de plástico desechadas dan un total de más de dos mil millones de bolsas tiradas anualmente.

A nivel internacional están surgiendo organismos ciudadanos importantes como el Break Free From Plastic Global Movement (BPGM) que están haciendo un llamado a todos los estados en el mundo, para implementar con urgencia una directiva de bolsas de plástico con la finalidad de poner fin a la contaminación por este producto de uso masivo.

BPGM es un movimiento global con la visión de un futuro libre de contaminación por plásticos. Desde su creación en septiembre de 2016, más 1,279 grupos de todo el mundo se han unido a esta red para demandar la reducción masiva de los plásticos de usar y tirar y presionar a favor de soluciones duraderas que pongan fin a la crisis del plástico.

La meta común que comparten estas organizaciones es la de llevar “el cambio sistémico a través de un enfoque integral que aborde la contaminación plástica en toda la cadena de valor del plástico, centrándose en la prevención en lugar de la cura, y proporcionando soluciones efectivas”.

Y su visión, misma que ya comienza a seguirse en América Latina —el ejemplo de Querétaro puede ser un detonador— es crear “un mundo donde la tierra, el cielo, los océanos y el agua albergan abundancia de vida, no abundancia de plástico, y donde el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que comemos están libres de tóxicos —productos de la contaminación plástica”.

“En este mundo, los principios de justicia ambiental, justicia social, salud pública y derechos humanos lideran la política gubernamental, no las demandas de las élites y las corporaciones. Este es un futuro en el que creemos y estamos creando juntos”, termina diciendo este movimiento.