Todos los hombres de Estado al terminar el día
tienen que preguntarse si  están haciendo lo correcto.

Oliverio Cromwell

 Ahora, cuando ya los hombres y mujeres del gabinete del presidente electo empiezan a tener contacto con lo que algunos llaman la realidad real de la administración pública, es el momento para iniciar la diaria reflexión recomendada por Oliverio Cromwell, quien brevemente estableció en Inglaterra un gobierno republicano.

Uno se explica que, a 56 días de las elecciones, los discursos y declaraciones del presidente electo Andrés Manuel López Obrador conserven el tufo de retórica de campaña. Fue claro en la tercera reunión con el presidente Enrique Peña Nieto, sus respuestas a la prensa eran más bien dirigidas a sus fieles seguidores que al público en general.

La retórica intentó convencerlos de que el hecho de que se reuniera en privado con el presidente constitucional no significa que haga lo que muchos de sus seguidores, enfermos de sospechosismo, podrían calificar como pactos en lo oscurito.

Uno entiende que a 96 días de la toma de posesión tenga dificultad para asumir que cada día se acerca más la hora en que el Poder Ejecutivo de la república pasará a sus manos y será de su exclusiva responsabilidad lo que haga o deje de hace ese Poder de la Unión.

Pero también, como ya arrancó el proceso de entrega-recepción, mentalmente deberá prepararse para algo más que la retórica de campaña que le llevó a ganar la Presidencia de la República con un histórico, por lo abrumador, triunfo con 53 por ciento de la votación, treinta millones de votos, sin precedente desde que la reforma electoral de 1997 hizo efectivo el sufragio.

Mentalmente deberá prepararse, sí, para intentar cumplir con sus promesas de campaña, pero también aceptar que no están escritas en piedra como los mandamientos de Moisés, y por lo tanto deberá ajustarlas a la realidad de que gobernará a todos los mexicanos, aun a aquellos que no votamos por él.

Algunas promesas serán fáciles de cumplir, pues tiene el mandato que permitirá, con un pequeño esfuerzo, hasta lograr la aprobación de las reformas constitucionales que desee y cambiar así el panorama constitucional, jurídico y político de la nación.

Ese inmenso poder, como no lo tenía un presidente de la república desde José López Portillo, debería ya serenarlo y llevarlo poco a poco a dejar a un lado la retórica de campaña y empezar a prepararse para tomar las decisiones que, para bien o para mal, decidirán el futuro de más de 125 millones de mexicanos.

jfonseca@cafepolitico.com
@cafepolitico