Los ideales integracionistas en América Latina datan desde los siglos XVIII y XIX, y surgen paradójicamente, al iniciarse los movimientos de emancipación de las colonias hispanoamericanas del poder imperial de España. Fueron los hombres visionarios como Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Andrés Bello y Simón Bolívar, quienes dimensionaron las implicaciones y consecuencias de los procesos colonizadores.

La contaminación y exterminio de culturas ancestrales, el sincretismo propio de las conquistas, la sobreexplotación de los recursos naturales, la esclavitud y el sometimiento de grandes poblaciones aborígenes tendrían como consecuencia la desigualdad y la pobreza, un binomio que ningún país de la región ha podido superar en pleno el siglo XXI.

Desde entonces han surgido una serie de iniciativas y propuestas que buscan desde distintos enfoques consolidar bloques regionales de integración en Latinoamérica y el Caribe. La creación de la Gran Colombia en 1819, que se configura a partir de la unión de las anteriores entidades coloniales del Virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía General de Venezuela, el Gobierno de Quito y el Gobierno de Guayaquil, y el ambicioso proyecto propuesto por el libertador Simón Bolívar en el Congreso “Anfictiónico” de Panamá de 1826 cuyo objetivo era conformar la confederación de los estados de América.

A partir de estas dos iniciativas se han realizado un sinnúmero de esfuerzos  de integración regional siendo los más representativos el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Grupo de los 3 (México, Colombia y Venezuela), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Alternativa Bolivariana para la América – Tratado Común de los Pueblos (ALBA–TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Alianza del Pacífico –el más reciente–. Sin duda, la mayoría de estos mecanismos han generado importantes sinergias regionales fortaleciendo lazos fraternos, afinidades culturales y políticas. Sin embargo en el plano comercial, sus vocaciones productivas y sus mercados están lejos de sus objetivos integracionistas, porque la mayoría de los países siguen siendo maquiladores y exportadores de materias primas y dependen de los mercados globales –por ende los mercados intrarregionales no son su prioridad–.

De todos estos mecanismos, la Alianza del Pacífico constituida en el 2011, rompe con estos paradigmas y con su característico pragmatismo y sus resultados tangibles se consolida como el proyecto de integración regional más exitoso en la historia latinoamericana. A poco más de 7 años de su creación, ya es la plataforma articuladora de cuatro importantes economías de la región (Chile, Colombia, Perú y México) que atraen la atención de 55 países observadores que buscan posicionarse comercialmente en el corredor bioceánico Asia-Pacífico.

Ante la nueva configuración geopolítica, los vaivenes y cambios vertiginosos de la economía mundial y la turbulencia financiera, la región latinoamericana y caribeña tienen una gran oportunidad para consolidarse como un gran bloque económico. Los acercamientos entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur es la mejor respuesta a estos cambios. En los distintos foros y espacios donde se ha debatido sobre la Integración Regional –desde la visión de estos modelos de integración–, se han encontrado grandes convergencias.

En el marco de la XIII Cumbre de la Alianza del Pacífico, la firma de la Declaración conjunta con el Mercosur ratifica una serie de afinidades entre los dos bloques comerciales más importantes de la región. Este primer acercamiento abre un nuevo camino en la ruta de integración latinoamericana que no podemos subestimar.

Teniendo claridad entre los intereses económicos y políticos de cada mecanismo podría encontrarse la llave de la integración y construirse un catalizador que consolide este proceso. Existen condiciones mundiales y regionales que aumentan las posibilidades de diversificar la estructura productiva y exportadora de la región, aumentar el comercio intrarregional  y la profundización del espacio económico regional. Si se logra una acción concertada, la Alianza del Pacífico y el Mercosur se convertirán en la ruta hacia la integración latinoamericana y convertirán a la región en una voz cantante y demandante en la configuración de la nueva gobernanza mundial.

TWITTER:@RocioPinedaG

*SECRETARIA DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.