Alto contraste (UANL, 2018) es el más reciente libro de cuentos de Jonathan Minila. El escritor chilango ofrece al lector once historias de personajes y situaciones perturbadoras congruentes con el título. El amor, el afecto, lo cálidamente humano, entran en una combinación casi escalofriante con la sangre, la crueldad y lo grotesco, que no por desagradable deja de ser, también, humano.
Filosofía racional: sin el negro no existiría el blanco, sin oscuridad sería imposible identificar la luz y qué aburrida sería la vida sin que las personas tuvieran dos personalidades para con el mundo y con ellas mismas. Minila es consciente de ello y se ha dado cuenta de que para conocer los lados ocultos de la personalidad de alguien basta con ser observador y esperar las condiciones adecuadas.
De estos destellos oscuros pueden salir cuentos como los suyos que, envueltos en una suerte de suspenso, nos llevan a situaciones tan desconcertantes y a la vez vigentes, como el enamoramiento de un hombre hacia la nariz de una fea mujer, el relato de un asesino de su propia muerte o una sangrienta petición de un cliente a su barbero. Jonathan Minila revela lo que se esconde detrás de estos destellos delirantes para Siempre!
-¿Quién es Jonathan Minila?
Justo ayer pensaba quién era yo. Me considero un caminante de la ciudad. Me gusta mucho recorrer las calles, encontrarme historias de la gente, escuchar conversaciones ajenas. Soy muy observador, me gusta ir caminando y percibir cosas y por ello me considero un lector de situaciones, de la vida diaria para ir encontrando historias en pequeños detalles que a veces se vuelven los puntos donde se manifiestan los verdaderos relatos que tienen identificación con los lectores. Soy un buscador de historias y un caminante de la ciudad.
-¿Y por qué escribir esas historias?
Es curioso escribir; diría mi terapeuta que es una forma de salvarme un poco de la locura. Pero es casi una respuesta a la lectura. Yo más que escritor me considero un lector y la escritura es una consecuencia. Cuando uno empieza a explorar el mundo de la literatura se da cuenta de que tiene recursos para contar cierto tipo de historias. Los primeros libros que yo empecé a leer no me dieron los elementos para escribir las cosas que yo quería narrar pero, al paso del tiempo, llegaron los libros y los autores adecuados. Cuando me encontré con autores como Francisco Tario me di cuenta que podía hacer una exploración del mundo fantástico desde una perspectiva diferente y que eso era valido en la literatura, que también podía contra historias extrañas y que ellas podían hallar a sus lectores.
Básicamente escribir es una forma de prolongar el imaginario y tener una fase de comunicación con los lectores, la literatura tiene esta especie de vaso comunicante entre una persona que se pone a escribir en su casa y alguien que quien sabe cuando y donde va a recrear esas historias que nacieron de su pluma. Es una especie de botella en el mar, comunicación a través del tiempo.
-¿Qué nos dice esta botella en el mar llamada Alto contraste?
El título se refiere a esta técnica fotográfica donde se contrastan la luz y la sombra, donde se pueden ver los detalles de las siluetas y las formas de las sombras. Lo que vamos a encontrar en estas once historias es eso, historias donde se destaque un lado más oscuro del ser humano o, digamos, situaciones de la vida cotidiana pero vistas desde un lado B, donde se contrasta la realidad. Me gusta internarme en la mente de los personajes y con ello ver la vida desde ese punto, desde su lado oscuro, desde sus perversiones, anhelos, desde aquel lado que linda casi con la locura y entonces se vuelve distinto, a veces absurdo, a veces fantástico. Es un libro que juega mucho con la mente de los lectores y de los personajes aunque a veces sea un poco cruel.

Jonathan Minila
-¿Cómo se te ocurrían estas situaciones tan oscuras y atroces, dado que no son vivencias personales?
El ser humano vive en una constante búsqueda de su identidad y eso lo vuelve una realidad un poco absurda y a mi me gusta ir observando estos detalles. Este es un libro donde se habla de la soledad, de la falta de identidad, de los problemas de comunicación y se me van ocurriendo por imágenes, por cosas que vienen; los cuentos a veces tienen su semilla lejana en el tiempo y después uno encuentra la solución muchos años después. Recuerdo que en algún momento pensé que debería poner una empresa en donde alguien debiera fingir escenas para alguien que está triste, gente que quiere que surjan ciertas situaciones y reflexioné que ahí había una historia, pero no sabía bien qué sucedía; empecé a preguntarme cómo la iba a contar y me di cuenta que tenía que darle una escena y realizar un juego con el lector. Y así sucede con los demás relatos. Todos tenemos problemas de identidad, problemas de comunicación y de soledad.
-¿Cuáles fueron los desafíos a los que te enfrentaste cuando construiste estos cuentos?
Cuando uno va creando un libro va cargando mucho más de las historias que va a contar y por ello suceden una gran cantidad de retos al plantearlo. Pueden ir desde las cuestiones y estructuras narrativas, del formato, del juego que quieres hacer con el lector, cosa que me interesa mucho, porque voy dejando espacios vacíos para que el lector vaya completando las historias con sus propios infiernos. En algún momento uno como escritor puede ir entregando sus narraciones con los detalles para que el lector sepa que va a pasar, dejar pistas, cómo se están desarrollando las cosas, pero los espacios vacíos son muy divertidos porque cada uno los llena con cosas diferentes y hacerlos es un reto, porque estas formando un rompecabezas y eso me gusta de manera particular.
–¿Hubo algunos autores que te hayan influenciado para crear estas historias?
Muchos: Ítalo Calvino, Horacio Quiroga, Mario Levrero, Francisco Tario, aunque algunas de mis historias como la de la nariz y la atracción física, que es muy absurda, está muy influenciada por Gógol. A veces pasa que no te das cuenta de que escritores estás teniendo influencia, nada más llegas y sueltas el tipo de historia que quieres y después llega la revelación de que estás siendo guiado por alguien. Es curioso que en ese proceso también descubres las cosas con las que estás obsesionado. Michael Ende, en su versión de cuentista fantástico también fue fundamental para mi. Los autores que conjugan la realidad con lo absurdo en general me parecen fascinantes. También están mis autores de terror como Stephen King o Richard Matheson, que fue un acompañante desde mi infancia y con el que fui descubriendo los infiernos mentales.
-¿Es esencial en la vida real la conjugación que propones en tu libro? ¿No pueden existir los enamoramientos sin aspectos grotescos o crueles, por ejemplo?
Creo que es imposible que existan el uno sin el otro. Siempre estamos navegando entre estos dos polos que son la vida, la muerte, la sombra, la luz, los momentos felices que en algún momento se acaban. Pero muchas veces los humanos se complican tanto en la búsqueda de los momentos luminosos que construyen una negación de lo más oscuro, aunque siempre esté presente. De hecho lo oscuro es lo que hace que los momentos luminosos tengan tanto brillo, por eso sucede una especie de efecto mental en el que parece que los momentos felices nos duran menos que aquellos momentos difíciles que se vuelven un gran peso.
A mi me gusta ir narrando a dos niveles, en un equilibrio: por un lado la historia que vamos contando, pero por el fondo se va tejiendo otra cosa como la angustia, las obsesiones, la atracción y la locura. Todos tenemos nuestros lados perversos, tal vez no tan demenciales como los de las historias, pero de alguna u otra manera siempre salen a relucir. Los cuentos tratan de reflejar mucho ese equilibrio que obviamente en la vida real también es latente, pero la vida es así.
-Es decir, ¿el libro expone toda una filosofía de vida?
Eso hace que las historias tengan una identificación con los lectores, que tengan estas bases muy asentadas en la realidad. El tipo de narraciones que me gusta leer son con las que puedo verme en un espejo, que tengan una raíz en la realidad, en la vida y con cierta filosofía detrás, no sé si de vida, pero si de la manera en que voy viendo la realidad, el tiempo, y voy descubriendo detalles oscuros o hilarantes, por ejemplo, nuestra relación con los objetos y la materia; muchas veces voy caminando por la calle y pienso que voy tocando todo menos el mundo, como si los objetos me empezaran a poseer a mi y no yo a ellos.
-¿Cómo clasificarías tu libro?
Es un libro que navega entre lo fantástico y lo absurdo, y que por momentos se vuelve hasta con tintes de terror, de un terror muy psicológico. Hasta cierto punto, me gusta que el lector se sienta perturbado, porque esa perturbación es consecuencia de que se siente identificado con demonios internos y situaciones que son muy absurdas, como el cuento donde una fotocopiadora cuenta su angustia porque la van a cambiar por una nueva en su oficina, cosa que se relaciona con los miedos que muchos tenemos en nuestro trabajo de ser alguna vez remplazados. Y entonces es un manejo de niveles narrativos que me agrada ir realizando y en los que el lector se siente confundido, pero la confusión sigue siendo, igualmente, producto de la identificación.
-¿Existe algo de autobiográfico en tu libro?
Yo estoy en todas las historias. De alguna manera es imposible que no se tiñan de uno mismo los cuentos. A veces son situaciones que uno ve en la calle, a veces vas alimentando los personajes con tus propios miedos, con tu lado oscuro y los personajes; en el manejo de sus emociones proyectan las mías porque yo sólo he sentido mis propias emociones, aunque cada lector complementa y se imagina a su modo a las personas y objetos que aparecen proyectados por el libro.
-¿Cómo tendríamos que leer Alto contraste?
Creo que son cuentos que funcionan muy bien de manera independiente. Los cuentos son como permisos para visitar mundos en que pueden suceder cierto tipo de cosas que en ese universo se vuelven lógicas. Puede volverse lógico que una persona se enamore únicamente de la nariz de una mesera y en otro universo es lógico que una fotocopiadora nos narre alguna historia y en otro es posible que una persona llegue a una peluquería y pida que le corten la garganta, en fin. Los cuentos tienen la particularidad de hacer que el lector vaya por un cierto tiempo a visitar estos sucesos como un observador externo. Como lector me gusta digerir historias leyéndolas y después esperando a la digestión y el sabor: los cuentos son como pequeñas pastillas de menta que hay que ir dejando que se disuelvan en la boca.
-¿Hay algún otro mensaje para tus lectores en este libro?
Básicamente que la literatura puede ser una forma de entretenernos, que cierto tipo de libros buscan a sus lectores; casi siempre está uno creyendo que la literatura es para la élite o determinado grupo y creo que la literatura tiene una amplia gama de colores para encontrar a cualquier lector y este libro los encontrará también.