La presencia de la obra de Octavio Paz Lozano (1914-1998) se mantiene viva; aun, se renueva día a día; a dos décadas de su muerte, la bibliografía en torno a su trabajo poético y ensayístico sigue creciendo. La versión corregida y aumentada de la Bibliografía crítica comentada de Hugo J. Verani lo evidencian.

Paz es el escritor mexicano que más ha influenciado las letras hispanoamericanas a través de su prolífica obra que abarca, también, su labor como editor y fundador de dos revistas nodales para las letras mexicanas y es cosmopolitismo literario que se proyectó desde México: Plural (1971-1976) y Vuelta (1976-1998); la primera apareció en las páginas del diario Excélsior dirigido por Julio Scherer y se disolvió por motivos políticos; su lugar lo ocupó Vuelta, cuyo consejo de redacción lo integraban figuras como Alejandro Rossi, Salvador Elizondo, José de la Colina, Gabriel Zaid, Tomás Segovia y Kazuya Sakai.

La presencia de Paz se volvió proverbial; contribuyó —junto a Carlos Fuentes— a que la figura del escritor y, en general, del intelectual, adquiriera importancia como conformador de opinión pública; este rasgo trasformó y alteró la imagen del escritor; entre nosotros se tornó una suerte de star entre el artista genial y el pensador, hombre de su tiempo, quien —por otra— está obligado a saber de cualquier tema que atañe a la sociedad civil y, ante los mass media ha de tener un análisis o, al menos, interpretación de los cambios y comportamientos de la política y de las figuras gubernamentales.

Huellas autobiográficas

El surgimiento de Paz como artista y figura pública que rebasó las fronteras de su país hasta obtener el Nobel de Literatura (1990) no fue un azar; fue hijo de Octavio Paz Solórzano (1833-1936) y Josefina Lozano —descendiente de españoles andaluces— quien entonaba al niño Octavio canciones populares; a su vez fue hijo de Ireneo Paz y Flores, escritor, político y periodista.

El padre de Paz fue compañero de Antonio Caso y José Vasconcelos y su defensa de los campesinos lo llevó a integrarse al zapatismo. Se formó como abogado y escribió para su examen de grado la tesis “La libertad de imprenta”. Escribió, asimismo, en el diario La Patria que dirigía don Ireneo Paz, en cuya imprenta se publicó el Plan de Ayala. Los carrancistas la confiscarían. Paz fundó con Antonio Díaz Soto y Gama el Partido Nacional Agrarista y llegó a ser secretario de Gobierno en el estado de Morelos y de manera provisional ocupó la gubernatura en 1925. Murió rodeado por la tragedia cuando su hijo el futuro poeta contaba con 22 años de edad.

A lo largo de Pasado en claro (1978), de unos seiscientos versos, hay profundas huellas autobiográficas del poeta; alternan y se funden el presente y el pasado que al ser reconstruido delinean las atmósferas de la domesticidad durante los años de infancia y juventud.

Escribió el poeta: Del vómito a la sed, / atado al potro del alcohol, / mi padre iba y venía entre las llamas. / Por los durmientes y los rieles / de una estación de moscas y de polvo / una tarde juntamos sus pedazos, / yo nunca pude hablar con él. Lo encuentro ahora en sueños, / esa borrosa patria de los muertos […] Fui (soy) yerba, maleza / entre escombros anónimos.

González Torres, notable ensayista.

Crítica de la crítica literaria

En Las guerras culturales de Octavio Paz (2002), Armando González Torres plasma los rasgos intelectuales, la personalidad, las influencias y las tendencias sociopolíticas desde su años de formación hasta la cúspide; visto de cuerpo entero como uno los patriarcas culturales del siglo XX mexicano, con personajes, también polémicos, como Vasconcelos y Carlos Chávez. Y ahora, en Los signos vitales. Anacronismo y vigencia de Octavio Paz (2018), con la síntesis que deja el periodismo a los estilistas decantados, González Torres reúne reseñas de libros sobre la vida y la obra de Paz; en conjunto el lector profundiza sobre detalles biográficos del poeta, rasgos estilísticos de la obra.

Emprender la crítica de la crítica literaria es una labor ardua, compleja y no siempre comprendida por los lectores, quienes no pocas veces aspiran a conclusiones terminantes o introducciones unilaterales que hagan más asequibles lecturas no pocas veces complejas para quienes son incipientes en los géneros del ensayo y, sobre todo, de la poesía. Con frecuencia se olvida que una reseña puede adquirir el rango de ensayo y que éste no es necesariamente de extenso, como lo es, naturalmente, el ensayo académico.

Desde textos biográficos de Guillermo Sheridan hasta análisis de Víctor Manuel Mendiola, Evodio Escalante y Adolfo Castañón, sin dejar de lado opiniones propias de González Torres de textos cardinales en nuestra ensayística como El arco y la lira (la poética de Paz), La llama doble (su reflexión sobre el erotismo y el amor) están presentes en Los signos vitales

Las ideas estéticas de Paz sobre las artes plásticas también pasan a la revisión de —por supuesto— las ideas políticas del poeta y son reenfocadas por González Torres, quien divide Los signos vitales… en tres secciones: “Padres e hijos”, “Afinidades y querencias” y “El poeta y el pugilista”.

Este breve volumen confirma que González Torres es uno de nuestros ensayistas más notables, cuya prosa destaca, entre otros rasgos, por su capacidad de síntesis, claridad, amenidad y al mismo tiempo rigor y profundidad.

Armando González Torres, Los signos vitales.  Anacronismo y vigencia de Octavio Paz,  México, Libros Magenta, 2018.