Semana inglesa

 

Por Renato Leduc*

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l lunes treinta de agosto en la tarde los universitarios regresaron a su casa de estudios jubilosamente mostrando, con las manos en alto, la V de la victoria. Poco antes los mil trescientos juanes del general Hernández Toledo, encaramados en sus máquinas de guerra, la habían abandonado dejando un fuerte olor— afirmaban muertos de risa los estudiantes— no precisamente a azufre sino, más bien, a tabaco verde… y haciendo también con los dedos la famosa V churchiliana sólo que para ellos la V no quiere decir “victoria” sino “volveremos”, amenaza que movió a los muchachos a escribir a la entrada del recinto este desafiante letrero: “Si vienen, a ver si nos rajamos, vuelvan cuando estemos muertos”.— La primera consigna de maestros y estudiantes fue “limpieza e inventario” pues aparte de inmundicia, basura y olor a petate quemado, los susodichos heroicos juanes en su breve  estancia tras la invasión al recinto universitario no dejaron nada en orden pese a que a eso entraron, a imponer el orden. Del primer vistazo el visitante puede percatarse de que no quedó puerta cubículo sana, todas fueron echadas abajo a culatazos. De la Facultad de Ciencias Políticas desaparecieron todas las máquinas de escribir, de los laboratorios numerosos aparatos científicos y de la biblioteca muchos costosos libros, incluso textos de cibernética, novísima y complicada ciencia que, según parece, ahora interesa mucho a la tropa… De la Facultad de Economía se llevaron la televisión y el juego de plumas de la directora, la licenciada Ifigenia Navarrete— Algún docto estudiante de Derecho comentó “Lo accesorio sigue la suerte de lo principal. Si se llevaron a la licenciada Navarrete, ¿por qué no se habían de llevar sus pertenencias?”

A la Universidad retornaron coreando sus porras:—“Fraude, robo y cohecho: arriba la Facultad de Derecho”, “Vino, mujeres y orgía: arriba Ingeniería”, “Vagina y ubre mamaría: que viva Veterinaria” y otras por el estilo en las que no se trasluce amargura ni odio contra nadie sino, en todo caso, un vigoroso acento de autocrítica marxista.—Y esto es prometedor porque si en ninguna de las parte ha nacido el odio y el rencor, el camino para el diálogo está abierto y escombrado…

Esa misma tarde del treinta de agosto miembros del Comité de Huelga en una improvisada conferencia de prensa, se vieron obligados a responder a las preguntas de numerosos corresponsales extranjeros de los que vinieron a reportear la Olimpíada y a quienes parecía preocuparles sobre todo, la garantía de que no ocurrieran disturbios durante la celebración de los Juegos. —Los jóvenes reiteraron lo que una y cien veces han afirmado “No estamos ni tenemos porque estar contra la Olimpíada. Mientras las autoridades no nos provoquen nada ocurrirá” aunque todos, aun numerosos no-estudiantes, estuvieron de acuerdo en que la represión desatada contra ellos tiene el inconfundible sello  fascistoide de todas las represiones que organiza y dirige la hamponesca CIA a través de sus lacayos del mundo entero: brutal, sádica, cobarde y contraproducente.

Va a ser difícil que alguien “cambie el clima de intransigencia por otro que permita abordar los problemas con ánimo ponderado y espíritu de justicia” —como pidió el Presidente en su Informe— mientras las propias autoridades no lo hagan… porque quienes tienen la obligación de velar por el cumplimiento de las leyes— que para eso se les paga— son los primeros en transgredirlas y violarlas… Por ejemplo, el artículo 14 de la Constitución declara que nadie podrá ser privado de la libertad— entre otras cosas— sino mediante juicio seguido ante los tribunales… el cual se inicia con la orden judicial de aprehensión que los promotores del atraco muy bien pudieron conseguirse siquiera para taparle el ojo al macho… Ahora, recuérdese lo que ocurrió el día de la gloriosa invasión que el general Hernández Toledo perpetró en el recinto de la autónoma (?) Universidad con un aparato militar que ni los jefes yanquis emplean contra las guerrillas en Vietnam.— El rector Barros Sierra, discretamente calificó de “excesivo” ese injustificable y sorpresivo acto de represión en el que, indiscriminadamente, se hizo víctimas desde a la distinguida licenciada Ifigenia Navarrete, directora de la Facultad de Economía, que se encontraba como sinodal en un examen profesional, hasta a un precoz provocador comunista de cuatro años de edad que andaba por ahí con su mamá. Más acertadamente, el colega Carlos Monsiváis calificó el acto de alcaldada o “caprichito municipal”.—

Y luego, el culto general Hernández Toledo como lo hicieron notar algunos asistentes a esta improvisada rueda de prensa, procedió igual o peor que el indocto cabecilla zapatista Genovevo de la O, quien hizo famosa la sumaria fórmula de justicia revolucionaria “Primero afusílenlo y después virigüen”— Y luego, en vez de limitarse a aprehender— aunque fuese en forma masiva o indiscriminada— y conducir ante las autoridades judiciales competentes al millar de supuestos “criminales” —incluso padres y madres de familia, y aun de las mejores familias— que se encontraban en el recinto invadido, esa sádica vejación a los jóvenes estudiantes de obligarles a ponerse a gatas como para indiciarles que, después de los lideres charros y sus huestes, de los diputados del institucional y de la reptante burocracia en el candelero, ya sólo a ellos les faltaba adoptar esa postura única en la que se puede vivir segura y cómodamente en esta democracia priista que gracias a los buenos oficios de la CIA y a la buena disposición de sus próceres va que vuela para gorilato sudamericano…

En el momento en que escribimos estas líneas—diez de la noche del miércoles dos— un colega nos viene a informar que el glorioso ejército hizo otra de las suyas. En la mártir Unidad Tlatelolco… En la Plaza de las Tres Culturas que en lo sucesivo será de las Cuatro (prehispánica, colonial, moderna y victoriana —por don Victoriano Huerta—), cinco mil soldados—uno por cada civil de la plaza— a una señal dada desde un helicóptero se soltaron ametrallando ciudadanos y ciudadanas, estudiantes o no, como si fueran ejidatarios… Que se encuentra herida una famosa periodista italiana a la que además de herir, robaron y vejaron… todo a mayor gloria de XIX Olimpíada—Que los muertos llegan al centenar… etcétera…etcétera…—Veremos y diremos.

Y es que México es un país paradójico… y lo es— A don Belisario Domínguez el chacal Huerta le mandó cortar la lengua… y asesinar por sus diatribas contra el militarismo. El Senado de la República para honrar la memoria de su valiente y legendario miembro instituyó la medalla “Belisario Domínguez” como premio al mérito civil. La de este año fue otorgada al vetusto aunque emérito profesor Miguel Ángel Cevallos quien acaba de declarar que “Estoy de acuerdo con la intervención del ejército en la Universidad para meter al orden a esos pillos, holgazanes y agitadores”.— Vista su admiración por las bayonetas, proponemos que se le otorgue al vetusto maestro la medalla del Mérito Militar y la “Belisario Domínguez 1968” se le entregue al general García Barragán, secretario de la Defensa por su frase “La ocupación de la Universidad por el ejército perjudica tanto al prestigio de éste como el de aquélla”, aseveración que el colega Zorrilla de “Excélsior” califica, con toda razón, como una de las pocas equilibradas y con agudeza política hechas por un alto funcionario gubernamental desde que estalló el conflicto estudiantil”.

*Texto publicado en la revista Siempre! el 16 de octubre de 1968. Número 799.