Por Jorge Alonso Espíritu
Video: Mónica Cervantes

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]ste miércoles 19 de septiembre volverán a sonar las alarmas sísmicas de la Ciudad de México. Un macrosimulacro recordará los aterradores segundos en que la tierra se movió con violencia bajo los pies de los capitalinos; cuando los cristales crujieron y muchos muros vinieron abajo. La gente volverá a llevar el puño al aire en símbolo de respeto, de solidaridad, de fuerza, de resistencia, y miles de mexicanos volverán a sentir un nudo en la garganta al revivir en la memoria el sismo de 7.1 grados que acabó con la vida de 369 personas y dejó millares de damnificados.

Para ellos, los más afectados por el terremoto, el desastre todavía no termina. La sombra de la corrupción que provocó el desplomé de inmuebles en distintas zonas de la CDMX sigue presente sobre la capital, esta vez en las distintas acciones que forman parte de la prometida reconstrucción.

Hace unas semanas, por ejemplo, los medios de comunicación reportaron el desvío de 17 millones de pesos destinados a los damnificados, usados para reforzar un fraccionamiento de lujo en Santa Fe, dañado en 2015 por un reblandecimiento de la tierra. Además, según los reportes de Huffington Post y La silla rota, buena parte de los contratos otorgados para la reconstrucción adolecen de tráfico de influencias, conflictos de interés, pagos a empresas “patito”, y otras irregularidades.

A lo anterior hay que sumar las tragedias personales de los damnificados. El impacto psicológico de las personas que perdieron a familiares, amigos y vecinos en los derrumbes; familias que perdieron sus hogares y sus pertenencias, y que han tenido que desplazarse para rentar pequeños cuartos donde tratar de continuar sus vidas, o que aún viven en campamentos instalados sobre la vía pública, a la espera de que el gobierno de la ciudad cumpla la promesa de reedificar sus viviendas y haga un uso correcto y transparente de los millones de dólares que el país recibió de apoyo internacional.

Por lo pronto, miles de personas viven en la incertidumbre y el dolor, a punto de sucumbir ante el desanimo y el cansancio, ante el frío del invierno que se aproxima, o ante la lluvia que cae inclemente sobre sus casas de campaña. Gente que sigue soportando la indiferencia y abusos de los funcionarios, e incluso de la delincuencia. Siempre! conversó con los sobrevivientes del Multifamiliar Tlalpan, que a un año del 19-S, continúan viviendo en campamentos. Estas son algunas de sus historias.

Ignacio Antonio Melo Tusdi: Estoy harto de ser el Ewok del parque

Nos encontramos muy mal, muy derruidos, nos falta una parte de nuestra vida. No tenemos casa, ni seguridad de vida, ni un patrimonio, hay que empezar de cero. Lo único cierto es la idea de que vamos a lograr tener algo. Recibimos apoyo gubernamental, pero la ayuda viene muy lenta. Lo entendemos porque viene el cambio de gobierno. ¿Qué es lo que va a pasar cuando llegue la nueva administración? Vamos a volver a comenzar, a empezar desde cero.

La señora Sheinbaum nos dijo: “Ustedes no necesitan esas asambleas que hacen; son una perdida de tiempo. No hagan asambleas, hagan estudios. Y a partir ello sabremos qué hacer. ¿Qué necesitan? Si necesitan constructoras yo tengo. Tenemos ingenieros y arquitectos de la universidad, ¿cual es el problema?” Yo pienso que la próxima jefa de gobierno sí tiene buena voluntad, pero nos estamos atrasando. Nosotros ya perdimos el paso a partir de que salió la situación del dinero.

Las manifestaciones ya no sirven para nada. Las primeras sí fueron buenas porque hicimos que el gobierno y la gente se dieran cuenta de nosotros. Tengo orgullo en decirlo, nosotros fuimos la punta de lanza, para todos los damnificados aquí en la ciudad y en toda la república, porque teníamos el ideal y estábamos sobre esa marcha.

Hay muchos que nos apoyan, pero muchos también ya están cansados de nosotros. Entonces les platico a ellos: yo ya estoy harto de sentirme Ewok, de que vas pasando y dicen, mira ahí va el Ewok del parque. Y sé que le damos mucha lata a la gente. También ya quiero ver mi parque. No quiero ver esto. ¡Esto es horrible! Lo que tu ves aquí es horrible. Yo quiero ver mi parque con sus árboles normales, sus jardines y bancas. Eso es lo que quiero, pero te digo, estamos envueltos en una burocracia y eso va arrancar hasta el próximo año.

Pero hay que echarle muchas ganas y no flaquear. Imagínate si me pongo depresivo: me mato. Un día de estos voy a amanecer corbateado aquí arriba. Y así hay mucha gente. Muchos estamos muy mal psicológicamente. De hecho el shock del temblor todavía lo traemos.

Roberto Zarate Sánchez: Yo sí tengo esperanzas

Estoy bastante maltratado, pero ahí la lleva uno. Nada más que como aquí llueve tan feo, en las mañanas hace mucho frío. Mira los hoyos que hay. Aquí vivo solo. Tengo 85 años, y tenía 60 años de vivir en el multifamiliar.

La gente ha sido maravillosa, lo que sea de cada quien nos hemos unificado. Desde que empezó esto nos traían comida y aquí de vez en cuando nos traen ropa, cobijas… Ahora el gobierno de la Ciudad de México nos construyó una casa de lona que es donde a diario nos da los tres alimentos: desayuno, comida y cena.

La reconstrucción de los edificios empezó por fin el lunes de la semana pasada, dicen que van a tardar 9 meses. Son nueve edificios. Uno se cayó por completo y lo van a construir de nuevo todo. Yo sí tengo esperanzas, no tengo miedo. Estamos en México, donde ya pasamos el terremoto de 1985. Aquí medio mundo cooperó. Recién caído el edificio vi muchísima gente de distintas partes de la ciudad, pero también japoneses, canadienses y chinos

El terremoto fue horrible. Entonces salimos de los departamentos y ya no nos dejaron regresar y aquí es donde nos quedamos. Pero sí se pasa frío a diario.

José Manuel Ortega Perea : Me preocupa que mi mamá ya no regrese a su casa

Me siento cansado, fatigado, desesperado, triste. Hace un año estaba en mi casa con mi mamá de 86 años. Acababa de entrar al baño cuando comenzó a temblar. Salí corriendo por ella y pudimos abandonar el edificio al terminar el temblor. Después me encontré a una vecina, cuando le pregunté que si todo estaba bien me comentó que se había caído el edificio 1-C. Yo pensé que se había caído una pared, algo sencillo, y fui hacia allá. Me encontré a un amigo llorando muy triste, muy desesperado, diciéndome que su casa se acababa de caer, que se acababa de caer el edificio. Venía a comer. Apenas estaba ingresando y se desplomó el inmueble. No lo podía creer. Fui corriendo a ver el edificio y parecía un sándwich.

La niña y el niño que fallecieron estaban ahí todavía, y me quedé a ver en qué se podía ayudar. Me daba miedo entrar porque todavía estaba la zona muy blanda, no sabía ni qué hacer, si meterme a ver que hacía.

Lo más difícil de vivir en los campamentos han sido las lluvias, la incomodidad de no tener un baño limpio. Por comida no nos preocupamos, la verdad la gente nos ha traído muchas cosas: ollas de tamales, café, pan.. pero por el frío sí, por los calores, las lluvias.

Mucha gente se nos fue después del temblor. Hay como 17 personas que fallecieron, ya sea de soledad, de que extrañan su casa… Un primo también murió hace como un mes y medio. Mi mamá tiene 86 años y me preocupa que ella ya no regrese a su casa.

Espero que nos puedan ayudar realmente para la reconstrucción porque estaba viendo en las noticias que no lo han hecho; la promesa allí está pero el dinero no aparece.

Ángel Fuentes Martínez: Hoy fuimos nosotros, mañana podrías ser tú

Actualmente vivo solo porque no hay condiciones para tener aquí a los hijos, ellos se fueron con familiares. Puedes ver que es un espacio demasiado reducido, con falta de servicios como regaderas o unos baños dignos.

Hace un año estaba en mi departamento. Salí corriendo muy asustado porque al bajar las escaleras el movimiento era muy fuerte, y además los vidrios tronaban y explotaban. Ahora, después de tantos meses, la convivencia está un poco mermada por tener que vivir en la calle.

Creo que esto sobrepasó al gobierno y las instituciones, tanto al federal como al estatal, y no se diga a nuestra delegación. No había certeza de los del DRO, cambiaron comisionado de la reconstrucción, salieron diputados, vinieron las elecciones… es una serie de cosas que han impedido el avance de la reconstrucción. Pero bueno, México votó y lo hizo por un cambio. Ya anunciaron la señora Sheinbaum y nuestro nuevo presidente que van a dar el apoyo total a damnificados.

Este 19 de septiembre marcharemos para que no se olvide. Tenemos una consigna en Damnificados Unidos: hoy fuimos nosotros, mañana podrías ser tú. Que de esto aprendamos todos y que también aprendan las instituciones encargadas.

Esto que te cuento de los vidrios que tronaban en los pasillos, por ejemplo, no puede ser. Si no morí en el terremoto, pude haber muerto de una cortada o algo, entonces en el futuro debemos de aprender que los materiales para la construcción deben de ser antisísmicos, vidrios que no se rompan, que no se colapsen, que no vuelen, porque salían volando. Imagínate que te pase uno por la cara, por la cabeza, sería un accidente fatal.

Carmen Machargo Téllez: Me agarré de la mesa y empecé a hacer oraciones

Tengo 94 años. Y fíjate que lo recuerdo pero no muy claro. Me acuerdo que nomás me agarré de la mesa y empezaron a caer los cuadros, se cayó la televisión, se partió, se cayó al suelo, y luego todo lo de la cocina: se tapizó la cocina de platos… pero yo no lo sentí tan fuerte porque nomás me agarré de la mesa y empecé a hacer oraciones.

Pero claro que sí tengo esperanzas. Tengo fe en que todos los que estamos aquí podamos regresar, porque todos estamos en la misma. Extraño todo esto. Yo ya tenía muchos años aquí viviendo, desde que se inauguraron los edificios, hace más de 60 años. Si uno se tiene que ir a otra parte, extraña mucho su lugar. No hay como que uno esté en su departamentito, por más chiquito que sea

Irma Escamilla: Entrar a los departamentos es muy doloroso 

En el momento del sismo tenía como 15 minutos de haber llegado a mi casa. Fue una sensación muy difícil, muy dura la que experimentamos al sentir que se estaba cayendo el edificio. La verdad es que creímos que ahí quedábamos. Vimos y sentimos cómo se estaban fracturando las paredes.

Todo fue muy rápido, la verdad es que fue muy rápido. Las cosas se cayeron, mis libros se vinieron abajo, lo que tenía en la mesa salió disparado; cuando abrimos la puerta vimos que el vidrio se estaba desprendiendo, entonces mi hija salió con su perrito rapidísimo. Fue cuestión de segundos. Reaccionamos muy rápido porque nosotros vivíamos en la planta baja. Otros vecinos sí se quedaron atorados porque el edificio se pandeó, entonces cuando ellos reaccionaron no pudieron ni abrir las puertas. Lo que ya no pude hacer, fue cerrarla.

Es difícil no estar en tu casa, no poder cubrir todas tus necesidades básicas, o no cubrirlas de manera digna. Ayer que llovía mucho, mi niña tenía necesidad de ir al baño en la madrugada y le digo, ¿sabes qué?, pues vamos. Nos dimos una empapada, porque a pesar de que llevábamos un paraguas, la lluvia venía con viento; fue difícil tan solo el llegar y poder quitar el candado. Es sólo una de las situaciones que pasamos en las cabañas, que por las noches se enfrían mucho.

La otra es que hay muchos pequeños y a nuestros niños les hace falta vivir su privacidad, su espacio, y también está el tema de la alimentación. Nosotras como mamás tratamos de darles lo mejor. Sin embargo, no podemos cocinar y lo más que logramos comprar es la lechita, fruta, pero si no hay refrigerador todo se nos echa a perder, esto sin mencionar que también tenemos muchos adultos mayores, ellos también necesitan una alimentación especial, ya que son gente grande.

Sobre la reconstrucción… la verdad es que entrar a los departamentos es muy doloroso. No es una situación en la que nos agrade estar: ver en qué condiciones quedó el edificio, entrar revive recuerdos. Te viste obligado a salir de tu espacio, a buscar un lugar al que nunca imaginaste llegar, puesto que este era nuestro sitio, en el que teníamos toda nuestra vida. Cambiarte en un instante es doloroso.

Damos gracias a la sociedad porque no nos ha abandonado, porque sentimos su apoyo, no así de las autoridades, a las autoridades un tache enorme porque no han sido sensibles a nuestras necesidades.

 

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