¡Así, cómo!, diría el clásico. Tal como se advirtió hace algunas semanas, al equipo de Andrés Manuel López Obrador le sobra lengua y le falta coordinación, tal parece que sus agendas son individuales con afanes protagónicos y de grandes ocurrencias, les ha faltado seriedad y rumbo.

Cada día amanecemos con un nuevo tema, aunque continúa siendo el central el de la construcción del nuevo aeropuerto. Los legisladores de Morena en el Congreso disparan iniciativas al por mayor, acciones que van desde el escándalo de Manuel Velazco, hasta la intención estatizadora del agua mediante una reforma constitucional al estilo de Martí Batres, considerado del ala extrema del comunismo de los años sesenta.

Mención especial merece el asunto de Rosario Robles, pues mientras Ricardo Monreal propone la formación de una comisión investigadora para indagar los desvíos de recursos a su cargo, López Obrador la exonera calificando que se trata de un burdo complot para hacerla chivo expiatorio, provocando un mar de especulaciones.

Una reciente diferencia produjo la afirmación de Andrés Manuel en el sentido de que el país se encuentra en bancarrota, distribuyendo culpas y, por lo mismo, no podrá cumplir algunos compromisos adquiridos, circunstancia que obligó al todavía secretario de Hacienda a salir a medios para desmentir la aseveración.

Y así, sucesivamente amanecemos todos los días con dimes y diretes, algunos de ellos contradictorios entre sí, enviando señales sin un destino claro, que se prestan a una total confusión, quizá por la falta de orden.

En diversas ocasiones hemos señalado que el problema de México estriba en la reconstrucción del Estado de derecho, pues en esa línea nos va a permitir contar con instituciones sólidas que estén en posibilidad de cumplir su función con eficacia, sin embargo, de continuar la situación de la misma forma como se aprecia en estas últimas semanas, el bono democrático se va a agotar demasiado rápido sin mayores cambios más allá de una caprichosa oligarquía.

Las políticas de austeridad y el combate a la corrupción son medidas plausibles si su implementación se realiza adecuada y responsablemente, a la vez que son insuficientes en los ajustes y cambios que requiere el país en su etapa de consolidación democrática, razón por la cuál es esencial definir qué se entiende por la “cuarta transformación”, ¿cuál es la agenda?, definir los tiempos y, sobre todo, poner orden.