La política es una rara agricultura; unos aran la tierra y

la cultivan, y otros recogen los frutos.

José Fuentes Mares

Al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto le quedan 82 días. Será entonces cuando el presidente electo Andrés Manuel López Obrador asuma la Presidencia de la República.

Es evidente que, cuando ya está en marcha, más acelerado que cualquier otro sexenio, en el proceso de transición hay algunas percepciones que, paradójicamente, se alientan y manejan en los medios de comunicación por analistas y comentaristas.

Una de esas percepciones es de que este gobierno ya terminó e intentan probarlo con los juicios más ácidos del gobierno peñista. Otra, la más riesgosa, es la percepción que generan con decisiones editoriales de que el próximo gobierno ya puede decidir sobre los asuntos del Ejecutivo federal.

Esta última, a la vez, crea la percepción de un vacío, palabra que con ligereza utilizan muchos de los analistas más inteligentes, sin tomar en cuenta que para algunos grupos políticos y sociales ese imaginario vacío presenta la oportunidad de promover agitación, ya sea para presionar a quienes llegarán al gobierno, o para hacer una demostración de fuerza que haga que los tomen en cuenta.

Son grupos que, en ese empeño, no vacilan en promover desórdenes, incitar a la violencia, como los recientes paros en planteles de la UNAM, donde siempre hay paja seca por encender para quienes no tienen escrúpulo para aprovecharse del idealismo juvenil de los estudiantes.

Como sea, a pesar de tantas críticas de la cofradía “Peña no sabe nadar”, el propio presidente electo reconoció esta semana que, si bien recibirá el país con una grave crisis de violencia e inseguridad, no hay, como en el pasado, crisis financiera o crisis política, lo cual de alguna manera reconoce algunos aciertos en la gestión peñista.

La cofradía se acoge a las encuestas, como Mitofsky, que declaran que cierra el presidente Peña Nieto con una popularidad de solo 18 por ciento. Cuando le comenté a mi amigo Roy Campos que me sentía muy solo entre ese 18 por ciento, me consoló, al informarme que sumamos 15 millones de ciudadanos.

Ahora, a juzgar por los rezongos en las bancadas de Morena en las dos Cámaras del Congreso, pareciera que algunos, de esas bancadas como ollas de tamales, donde hay de dulce, de chile y de manteca, igual que entre sus aliados del PT, ya empezaron a creerse sus propios discursos y suponen que de verdad actuarán con independencia de los deseos de quien será el próximo presidente de México.

Esa actitud debe cambiar, deberán forzarlos a cambiarla. No será fácil, porque algunos son de rienda dura. Así, desde antes de la toma de posesión, López Obrador descubrirá lo acertado de aquella frase pronunciada por don Porfirio Díaz, desde su exilio en París: “es más difícil gobernar a los mexicanos que arrear guajolotes a caballo”.jfonseca@cafepolitico.com