Ciudad de México, 23 de agosto de 2018

Querido Huberto

Hace unos días te llamé por teléfono para llevarte a tu casa la más reciente publicación de Editorial Ariadna, como acostumbré hacerlo durante los tres últimos años, a partir de que te jubilaste de la UNAM, pero nadie me contestó, ni tu esposa Patricia González ni la enfermera en turno. Una mala corazonada me hizo pensar que estabas de consulta en el hospital. Dejé pasar algunos días, imbuida en el trabajo, aunque luego te marqué varias veces.

Teñidas de incertidumbre, pasaron las primeras semanas de agosto. Trataba de negar el presentimiento. Hablé con algunos amigos de las enfermedades que te acosaban desde hacía algunos años y de la fortaleza con la que supiste afrontarlas. La sombra infame de los crudos pensamientos cubrió los siguientes días, y hoy el cielo amaneció tatuado con la cruel noticia.

La literatura y la cultura mexicana queda enriquecida por tu paso a lo largo de los años, pero inevitablemente trunca, despojada, con una sima que nadie podrá llenar, con un sillón en el que nadie podrá acomodarse.

Quisiera que tomemos las tijeras y que juntos, como en la Redacción de sábado, recortemos de los periódicos y de las revistas las noticias que testifican tu partida.

¡Hagámoslo Huberto, apliquemos la operación tijeras y juguemos, con tu estilo tan personal, a hacer un suplemento! ¡Toma los cartones, las pruebas finas y encontremos las erratas, acomodemos los textos, los dibujos, continuemos produciendo la letra impresa hasta la posteridad!

Huberto, ya debes saber que hoy, el mundo cultural mexicano está conmocionado con la noticia. En las redes sociales abundan las descripciones de tu persona, de tu estilo de enseñar, de tu manera de promover la cultura. Quienes te conocieron en las Redacciones de las publicaciones que dirigiste, además tus alumnos de la UNAM, de la IBERO, de los diversos Talleres de Periodismo que impartiste, agradecen haber recibido tus enseñanzas, reconocen la generosidad con los que los impulsaste sobre todo en el suplemento sábado de unomásuno, declaran abiertamente que gracias a ti pudieron mantenerse en el difícil oficio de escribir, y muchos de ellos han logrado trascender, esto último pudiste constatarlo tú mismo.

Por mi parte, te agradezco, infinitamente, tu apoyo al ser el asesor de mi tesis universitaria, y, con el paso del tiempo, que hayas insuflado en mí los oficios de la edición, de la escritura, del periodismo. Aprendí a sumergirme y a mantenerme a flote entre los montones de cuartillas corregidas y por corregir; se me quitó el miedo a la página en blanco; me atreví a entrevistar a decenas de escritores. De este tipo de confesiones está lleno Protagonistas del suplemento sábado de unomásuno, libro que, agradezco, pudiste leer y corregir hace apenas unos meses; pusiste todo tu empeño, pasaste las 720 páginas con tremendo esfuerzo, en verdad fue un acto heroico de tu parte. Con ese tipo de actos, con esa clase de hazañas y de entrega están llenos los 55 años que diste clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y los veintidós años que te mantuviste al frente de sábado.

Mira el despliegue de agradecimientos, las manifestaciones de cariño, la fidelidad de tus amigos. Hoy, Héctor de la Garza Eko envió un video en el que se ve la solemne carroza en la que te trasladaron. Eko dice mientras filma: “En esta carroza trajeron a Huberto; en este momento lo están cremando con 17 volúmenes de sábado. A mí me están agarrando, porque yo también me quiero echar a la pira, ya que toda mi carrera se la debo a Huberto”.

Mientras esto sucede, algunos sentados y otros de pie, te estamos esperando. El fuego se convierte en tierra, en eternidad; el cuerpo vuelve a su estado primigenio. Te recordamos con cariño; platicamos de ti, de tus aventuras, hay tantas anécdotas que contar. Lo sabes, nos estás escuchando. Hoy sé que mientras sigamos hablando de ti, platicando contigo, transmitiendo tus experiencias, te mantendremos vivo.

Con gran admiración y agradecimiento, tu alumna y amiga

Catalina Miranda