Tonatiuh Medina

Primer tiempo, para nadie es secreto que el PT estuvo al borde de la extinción en 2015, y que a través de una muy cuestionada elección extraordinaria recuperó el registro partidario, era difícil apelar al ciudadano para conquistar su voluntad y eventualmente verse beneficiado con un voto, las agrupaciones de corte maoísta ya no tienen cabida en un mundo moderno, ni siquiera en China.

Segundo tiempo, en la elección a gobernador en el Estado de México probaron por vez primera la posibilidad de éxito al coaligarse informalmente con Morena, en un intento sin duda cuesta arriba solicitaron al Consejo General del IEEM, ya iniciado el proceso electoral, que se les permitiera unirse legalmente, pero, al igual que ahora ya estaban fuera de tiempo.

Al final su candidato a gobernador después de haber sido grabado y expuesto despotricando contra López Obrador y su estrategia electoral, decidió declinar y pedir el voto para sus compañeros “de lucha”, es obligado reconocer que tenían que intentarlo pues ello les permitió ir construyendo el discurso del fraude y de la parcialidad del consejo en su contra, nada más falso.

Tercer tiempo, en sesión del Consejo General del INE el representante partidario del Partido del Trabajo entregó a los consejeros y partidos políticos un oficio con una muy extraña petición: solicitaban que les fueran retirados 35 candidatos que supuestamente no habían sido postulados por ellos pero sí por Morena, de alguna forma el discurso era denunciar la sobrerrepresentación de sus aliados lo cual supuestamente les hubiese permitido buscar una nueva reasignación de 40 legisladores por mayoría relativa y 9 por representación proporcional.

La petición del PT buscaba que el grupo legislativo de Morena creciera de 191 a 226 legisladores en la Cámara de Diputados y a su vez los del Trabajo se reagruparían en un nuevo grupo parlamentario de 49 legisladores, lo cual, sumados a las 56 curules del PES hubiese dado como resultado un grupo de 331 votos a disposición de un solo hombre, a solo 2 votos de la mayoría calificada.

Ahora que ya se han definido los líderes de los grupos parlamentarios ha quedado más que claro, el diputado Mario Delgado es uno de los 35 ciudadanos que el PT denunció como petistas con núcleo de morenistas que no debieron de haber sido reconocidos como legisladores, sin embargo, ahora fue designado como líder del grupo legislativo de Morena en la Cámara de Diputados.

Lo anterior es un claro ejemplo del fraude a la ley, pero también de un ejercicio hiperpragmático de conquista del poder público al intentar —coludidos entre partidos participantes— una reasignación y reinterpretación del convenio de la coalición Juntos Haremos Historia, por ello la autoridad administrativa se negó a hacerlo, de ahí el reclamo del consejero presidente al argumentar que “le parecía muy extraño” que ese convenio no hubiese sido impugnado medio año antes.

Previo a la inscripción de los convenios de coalición ante el consejo general del INE, si hubo uno que se guardó con prudencia y secrecía fue el que signaron el PT, Morena y el PES, mientras que las demás coaliciones y partidos daban a conocer a cuenta gotas la lista final de candidatos, este grupo de partidos no lo hacía, solo hay que ir a la información hemerográfica de hace 5 o 6 meses, la petición de los del Trabajo al INE es solo un eslabón más —por cierto muy sagaz— para hacerse del control del Congreso.

¿Está calculando el INE la sobrerrepresentación de estos grupos políticos? Sí, aunque lo nieguen, pero la razón es porque el convenio está diseñado para construir un sofisticado fraude a la ley, y donde la ley no distingue la autoridad no tiene la facultad para hacerlo, ahora le toca a la sala superior intentar destrabar este nudo gordiano.

En caso de que le dé la razón a la coalición Juntos Haremos Historia, otras coaliciones a futuro intentarán beneficiarse de este criterio que solo podría operar si los niveles de votación resultan ser tan abultados o más que el resultado del 1 de julio, caso contrario se estará creando una artificial pero sana gobernabilidad que alejaría un poco al presidente electo de cualquier tentación autoritaria.

¿Será posible?