Se celebró en Acapulco el Foro Escucha, una de esas reuniones que organiza la gente de Andrés Manuel López Obrador para someter a consulta popular decisiones que deben ser responsabilidad única de quien recibió el mandato ciudadano. Foros como el mencionado obedecen a presiones de uno u otro sector social, lo que era esperable y entendible, pero a fin de cuentas tocará al gobierno de López Obrador rendir cuentas, haya o no consulta, plebiscito o lo que se quiera.

Esa misma actitud de sacarle el bulto a las promesas se observa en otros temas, como en el caso del faraónico Nuevo Aeropuerto Internacional, o en lo referente al castigo de los funcionarios rateros, a los que en vez de cárcel se les brindará “paz y amor”, porque los pobrecitos solo reciben mentadas de los ciudadanos agraviados.

En el citado foro acapulqueño se debatieron los alcances de una amnistía, a lo que lógicamente se oponen los familiares de personas asesinadas, secuestradas, torturadas, mutiladas, violadas o desaparecidas. Por supuesto, es muy respetable el dolor y muy comprensible la indignación de las víctimas y sus parientes, pero lo que está en juego es la pacificación del país, tarea que debe realizar el Estado y de la que será responsable el futuro gobierno de López Obrador, con foro o sin foro.

Preocupa que, a manera de disculpa, Alejandro Encinas, un político por todos conceptos respetable, diga que Morena ganó las elecciones, pero que “el viejo régimen sigue vigente”. Lo cierto es que si Morena obtuvo el triunfo en las urnas fue porque el orden surgido del México posrevolucionario está agotado desde hace varios sexenios, como lo muestra el dominio pleno del neoliberalismo con sus políticas antinacionales y antipopulares, las cuales acabaron de desangrar a México, pues no pudieron suplir con eficacia las viejas formas de funcionamiento del Estado.

El antiguo régimen es un cadáver, si se quiere insepulto, pero cadáver al fin. Las instituciones en que basó su actuación caducaron en las últimas décadas y fueron cediendo espacio a los poderes fácticos. Hoy el poder político está minimizado, desplazado y hasta borrado por los barones del dinero, tan es así, que López Obrador ha venido reculando en lo que se refiere a sus promesas de campaña y hoy, suponemos que a su pesar, inclina sus banderas ante el temor de una fuga de capitales o algo peor.

Ante esa realidad, lo aconsejable no es trasladar la responsabilidad a las consultas populares, sino apoyarse en la enorme base electoral y cumplir lo prometido.